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Por Laura Taffetani
(APe).- La guerra comunicacional contra Venezuela que acompaña las acciones de guerra de Estados Unidos en el Caribe es uno de los ataques más desembozados y duros, vividos en estos últimos años, a la libertad y autodeterminación de nuestros pueblos. Sin embargo nuestra reacción se encuentra atrapada aún en la gran telaraña que el imperialismo tejió sobre la conciencia colectiva.
Corolario Trump para la Doctrina Monroe
Estados Unidos no sólo ha transgredido cuanta normativa de derecho internacional existe, sino que hasta se ha dado el lujo de secuestrar un buque petrolero venezolano en aguas internacionales para la envidia del corsario Drake que en sus tiempos debía ocultar su padrinazgo británico.
Sin duda, estas acciones desnudan en forma clara la profundización de las políticas de dominación del imperio yankee hacia nuestra Abya Yala -a las que ya no le alcanza con que sea su patio trasero- y buscan reafirmar su dominio en lo que consideran de su exclusiva propiedad.

En el documento que acaba de hacer público el gobierno estadounidense llamado “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América” llama a su nueva política hacia América Latina “Corolario Trump para la Doctrina Monroe”. Una especie de remake de la Doctrina Monroe a la que se suma el fundamento de la doctrina de Destino Manifiesto que le permitió a EEUU extenderse de costa a costa y hacerse de más de la mitad de los territorios mexicanos. Es el Destino de Dios, que por cierto se nombra demasiado en el documento. Al mismo ritmo que crece la iglesia evangélica en nuestras tierras.
Por lo que la intensificación de las acciones que lleva adelante EEUU contra Venezuela representa los primeros pasos firmes de ese corolario en nuestra tierra.
La América blanca de Corina Machado
Recuerdo que en los años 80 una amiga me contó una situación que vivió en Venezuela, de vacaciones allí con su novio, quien portaba el pecado americano de tener el rostro de tez morena.
El asunto fue que cuando el muchacho ingresó a un gran local comercial en el centro de Caracas fue interceptado en forma violenta por guardias de seguridad del lugar y echado de patitas a la calle, sin percatarse de que en realidad era un turista argentino que tenía la desdichada coincidencia con sus pares venezolanos de no alcanzar la blanquitud requerida para ejercer su derecho de compra en el lugar.

Por supuesto, que una vez develado el error los responsables del lugar ensayaron miles de disculpas por semejante conducta, pero esa anécdota representó para mí un material invaluable para entender la realidad venezolana de la época.
Está claro que para esos momentos el chavismo aún no asomaba en la historia venezolana, pero el recuerdo perenne del suceso en el pasar de los años me dio la probable explicación de su aparición en la vida pública de Venezuela, sobre todo en la vida de los rostros morenos como el del novio de mi amiga.
Lo cierto es que esa historia siempre me quedó grabada y será por eso que, en la sobresaturación en todos los medios masivos de desinformación del rostro blanco y acicalado de Corina Machado -un rostro blanco de blancura total como le sabe bien a la gente de bien y a nuestras oligarquías- no pude dejar de pensar en todos los rostros morenos que volverán a ser invisibles al calor de los grandes negociados que ya se están armando a cambio de la entrega sin restricciones de los bienes comunes venezolanos.
Otra cuestión de las lecciones de la historia a tener en cuenta, es que este tipo de agresiones externas en nombre de la democracia suelen traer siempre mayores dolores a los pueblos de los que supuestamente manifiestan defender. Por supuesto acompañados también de un enmudecimiento súbito de los mismos medios de comunicación que los fogonearon.
El desenlace de décadas de agresión
Durante años Venezuela fue hostigada y sometida a grandes bloqueos económicos desde el imperialismo estadounidense, intromisión que pasó de acciones de desestabilización interna financiando grupos paramilitares que propiciaban el caos dentro de su territorio, hasta los más diversos boicots posibles desde fuera del país.
Las políticas de intervención extranjera obviamente contaron con la complicidad arrastrada de su oligarquía, que tuvo un desempeño bastante caricaturesco como lo fue la breve transición de Guaidó que se autoproclamó Presidente interino de Venezuela. Entre otros despojos, esto llevó a que, durante ese lapso, Estados Unidos se apropiara de la empresa filial de PDVSA[1] radicada en su país -que tiene tres refinerías y unas 6.000 estaciones de servicio distribuidas en franquicias- así como también que Inglaterra se hiciera de 30 toneladas de oro venezolano que se encontraban en reserva en el Banco de Inglaterra.
En fin, todo en nombre de la democracia.
Posteriormente vino la famosa telenovela de las actas en las últimas elecciones venezolanas. Y sacando la discusión en sí misma, si se lo compara con los distintos golpes de estados “blandos” sucedidos en América Latina y las elecciones más que amañadas en otros países, resulta por lo menos sospechosa tanta selectividad. No hemos visto a ningún país “democrático” pedir las actas de la reciente elección de Honduras que por cierto tiene mucho menos habitantes que Venezuela y tardó mucho más tiempo en dar los resultados electorales.

Del mismo modo se observa el doble rasero existente para denunciar violaciones de derechos humanos. Sólo por nombrar algunos ejemplos: cuando se desató el golpe de estado en Perú que colocó como presidente a Dina Baluarte, fueron asesinadas 50 personas y hubo más de 1.400 heridas en las manifestaciones de rechazo al golpe entre diciembre de 2022 y marzo de 2023. Sin embargo no hemos visto ningún rechazo contundente internacional mientras duró su mandato.
Otro ejemplo terrible son las dos niñas argentinas Lilian y María Carmen Villalba de 11 años asesinadas en el 2020 por las Fuerzas de Tarea Conjunta del Paraguay, así como la desaparición de su prima Lichita Oviedo Villalba de 14 años en la persecución de esas mismas fuerzas. Sus crímenes no originaron una sola reacción diplomática ante la República del Paraguay de los países llamados democráticos.

También hemos visto cómo, desde los periodistas más expresamente reaccionarios hasta los más “demócratas” en Argentina han desparramado sin tregua odio y desprecio contra el gobierno venezolano, tratamiento que no se condice con el que tienen esos mismos periodistas con gobiernos como los de Perú, Paraguay, El Salvador o Haití. ¿Sólo una coincidencia?
Sin embargo, lo más grave hoy es sin lugar a dudas, la invasión de Estados Unidos al territorio venezolano, que justifica colocando la víctima como victimaria. Porque está claro que ya casi nadie niega que el motivo de tanta preocupación del gobierno norteamericano es el petróleo, pero parece que porque no han hecho bien las cosas se deslizan un “se lo estarían mereciendo”
Es cierto que tenemos un gobierno que no ha dejado símbolo, ni espacio de soberanía sin poner a la venta. Pero esto no significa que no deban sublevarse nuestros corazones porque no hay frontera que pueda justificar nuestro silencio con Venezuela. La dignidad de nuestros pueblos debe ser honrada y ya es hora de despertar.
Hubo tiempos en los que no dudábamos en caracterizar cualquier acción que fuera contra nuestro pueblo como traición a la patria. Habrá que sacar nuevamente lustre a nuestras historias heroicas de las guerras por la independencia y tomar el coraje suficiente de poner freno a esta barbarie.
Un buen inicio será tal vez comenzar a poner freno a tanta mentira, para devolver a este presente lo mejor de nuestra memoria histórica.
[1] Empresa estatal venezolana de petróleo y gas natural .
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