La revolución es un vínculo eterno (I)

¿La organización vence al tiempo? El vínculo seguro que sí. El fascismo odia al vínculo. Por eso prohíbe los encuentros. Estado de sitio, protocolos de circulación. Solamente con encuentros, solamente con vínculos, vencemos al miedo, dice Alfredo Grande. "Y a quienes pretenden controlarnos con el miedo".
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Por Alfredo Grande

Foto de apertura: Marcelo Kehler

(APe).- El título de este texto es un tributo a Andrés Rivera y su libro La Revolución es un Sueño Eterno. Sueño o pesadilla, deseo o conjuro, la eternidad está asegurada. La única exigencia es que lo revolucionario (que no es lo mismo que la revolución) sea descubierto y llevado a la superficie.

Lo revolucionario no se descubre: se inventa. O al menos se reinventa, como pretendo hacer marcando la importancia de la dimensión vincular.

Vinculo es el excedente identificario de un encuentro.  El encuentro es concreto y tiene una materialidad que hoy denominamos presencial. Si ese encuentro genera una marca, una huella, entonces hablamos de identificación. Y de que se armó, no una pareja, pero sí un vínculo. El vínculo es una abstracción de un encuentro o de varios.

En el momento en que esto escribo no está conmigo ni Silvana Melo, ni Claudia Rafael. Pero el vínculo sigue inalterable.  Tampoco está Vicente Zito Lema, ni Alberto Morlachetti. Pero el vínculo sigue inalterable. No sé si la organización vence al tiempo, pero el vínculo seguro que sí. El fascismo odia al vínculo. Por eso prohíbe los encuentros. Estado de sitios, protocolos de circulación.

Solamente con encuentros, solamente con vínculos, vencemos al miedo. Y a quienes pretenden controlarnos con el miedo. El individualismo bastardo, que nada tiene que ver con el necesario proceso de individuación, es una fábrica de muchos tipos de miedo. Hay un vínculo muy especial, que es el vínculo revolucionario. Que se nutre de encuentros y desencuentros, no siempre agradables. Incluso fastidiosos. Pero necesarios. Interminables asambleas, plenarios, van construyendo vínculos. Así hacemos camino al andar y al encontrar.

Ahora mal. Las infancias y las adolescencias están despojadas de encuentros. Los sicarios del sistema apelan a familias que ya no existen porque hace décadas que están perforadas porque no hay pan, no hay techo, no hay trabajo.

Llaman niños asesinos sin ocuparse ni preocuparse del proceso de destrucción de la subjetividad que en eso los convirtió. Como alguna vez le escuché a Vicente Zito Lema, “Matan para que nos demos cuenta de que están vivos”.

Ni el estado de bienestar de la democracia hipócrita ni el estado de malestar de la democracia cínica se ocupó nunca, nunca, nunca, de ellos ni de ellas. Leyes de la dictadura los regulan, más para escracharlos que para ayudarlos. Ningún pibe nace para chorro, ni para asesino. Los mismos que los condenan los han construido.

Una sola evidencia: se minimizó al narco, y el consumo de pasta base. Y es una de las bases sobre la que se consuma la aniquilación subjetiva. El padre de uno de los asesinos dijo: “que se pudra en la cárcel”. No es posible. Ya está podrido. Lo pudrieron en décadas de infancias destruidas. Ahora es tarde; la única seguridad que les importa es la jurídica y la policial.

La seguridad habitacional, alimentaria, sanitaria, no brilla, justamente por su ausencia.

Es absolutamente necesario enfrentar al sicario y su discurso punitivista que hoy retoma la baja de la imputabilidad. Mientras mantiene todas las formas de impunidad. Bloqueando incluso el arte de investigar.

Es necesario reforzar encuentros, construir vínculos, para que el pueblo vuelva a amar a sus chicos. A los “chicos del pueblo” los han cobardemente degradado. No tendremos miedo. Y no les daremos una segunda oportunidad. Les daremos todas las oportunidades que necesiten para ayudarlos a hacer algo diferente de lo que hicieron con ellos.

Entre víctimas y victimarios hay mucha menos diferencia de aquella que los sicarios quieren hacernos creer.

Nuevos vínculos con las infancias son necesarios. Entonces lo revolucionario llegará. La revolución no sé. Pero estoy convencido que lo revolucionario es eterno.


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