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La muerte de Briana
La realidad y los derechos en nuestro país se llevan hace rato a las patadas. Los discursos de las dirigencias están vacíos de realidad. Briana era wichí, tenía 6 años y murió esperando ser atendida en el hospital público de Embarcación.
Por Darío Cid
(APe).- Entre dramas como el hambre, el desempleo y el olvido planificado del Estado viven los pueblos originarios en Salta. Como vivía Briana, hasta que murió por puro abandono.
Días antes, José Andrada, un niño de 12 años oriundo de Embarcación, un pueblo del interior de la provincia de Salta, fue invitado por la Conmebol a la “Noche de las Estrellas”, el evento organizado para homenajear a los campeones del mundo dirigidos por Lionel Scaloni. José pudo subir al escenario, les dedicó unas palabras a los campeones e hizo emocionar a todos.
Paradójicamente, Misión la Loma se encuentra en la periferia de Embarcación, ubicada a 270 kilómetros de Salta. Pertenece a una región, junto a Rivadavia y Orán, donde hace tiempo se declaró la emergencia sociosanitaria debido a las muertes evitables de niños pertenecientes a la comunidad wichi. Allí murió Briana.
Tenía 6 años y murió esperando ser atendida en el hospital público de Embarcación. Su madre, Eugenia Torres, descubrió que los turnos se vendían por $1.500. Los conocidos “coleros” hacen cola en los saturados hospitales desde la noche anterior para luego vender el turno conseguido.
El desfasaje entre la demanda de atención médica de los barrios y comunidades indígenas de la zona y los pocos turnos diarios que ofrecía el hospital era tan grande que muchas personas no llegaban a conseguir un turno. Y están los otros, también marginados por el sistema, que dedican su tiempo a hacer las colas infinitas a cambio de dinero.
La pequeña había sido revisada por una enfermera el domingo 5 de marzo y le dijo a la madre que pidiera un turno que le otorgaron recién para el jueves 9 de marzo. El médico salió del consultorio para atenderla sólo cuando se descompensó esperando en la guardia.
El personal del hospital que intervino, diría después la encontraron “cianótica y en estado comatoso”. Para cuando el médico la atendió, ya no quedaba mucho por hacerse.
La realidad y los derechos en nuestro país se llevan hace rato a las patadas. Los discursos de las dirigencias están vacíos de realidad. Entre la Convención de los Derechos de los Niños y Niñas y la realidad, existe un vacío inconmensurable.
Pero esto no es casualidad. Pensar que es fruto del Estado ausente, de la inutilidad de los gobernantes o de la desidia, es una falacia, es una ingenuidad.
El abandono se ha convertido en política de Estado, el estado calamitoso de la salud pública, con ministerio y todo, se convierte en herramienta del extermino y la nueva desaparición de personas.
La ausencia de obras que les permitan a estas comunidades recibir el insumo elemental del agua, derecho humano fundamental para la subsistencia de la vida, no es desidia, no es un error, no es descuido. Está planificado deliberadamente para erradicar estas comunidades para siempre. Los conquistadores siguen bajando de los barcos y someten y compran a nuestras dirigencias.
La razón por la que la dictadura vino, se cumple hoy y todos los días en estos pueblos periféricos e invisibilizados. Hoy, como en la dictadura, hay que exterminar estas comunidades y a sus hijos también para que no quede ni el recuerdo de sus existencias.
Así de corta, así de poca cosa fue la historia de Briana. Como escribió Alberto Morlachetti: “sujeto de inalienables derechos reconocidos, sancionados y promulgados en leyes y convenciones internacionales. Es verdad, pudo haberle pasado a cualquiera; pero el problema, el drama es que siempre les está pasando a ellos. Nada ocurre por casualidad en el país de la miseria. Allí es más amenazante el horizonte, más terrible y despiadado el cielo. Más desalentador el otoño, muchísimo más triste la tristeza”.
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