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Por Oscar Taffetani
(APE).- "La gacela sabe que desde que sale el sol deberá correr si quiere escapar al leopardo; y el leopardo sabe que si quiere sobrevivir, deberá correr a la gacela desde que sale el sol. Por lo tanto, ya sea usted gacela o leopardo, debe saber que si quiere sobrevivir deberá comenzar a correr desde el momento en que el sol asome sobre el horizonte, y quizá antes..."
La cita pertenece al prólogo del Manual del Sobreviviente Urbano, volumen escrito por Freddy Vallini y editado en 1998 por la editorial Solaris, con un subtítulo no menos sugestivo: "¡Usted es el blanco! ¡Defiéndase!"
Vallini hace un sintético diagnóstico de la inseguridad urbana, mencionando las causas harto probadas que le dan origen (baja de salarios, pérdida de empleos, migraciones del campo a la ciudad, marginación), pero aclara que "no es nuestra misión hacer un estudio pormenorizado de las causas y los efectos que produce una sociedad moderna y violenta (...) la intención es generar una guía concreta y práctica (...) en donde nuestros potenciales lectores podrán seleccionar las actitudes o defensas que puedan tener sus bienes y su vida".
Luego, con la colaboración de los ingenieros Eduardo Guillén y Marcelo Martínez, Freddy Vallini se dedica a describir modos prácticos "defenderse" en countries, quintas, departamentos, medios de transporte, comercios y hasta en la intimidad de una PC.
El de Vallini no está muy lejos del Manual de Seguridad Ciudadana escrito por otro experto, el español Domingo Pastor Petit, y publicado por Martínez Roca en 1986. Petit, en su libro, también hace un diagnóstico correcto. "El 80% o más de los delitos -dice- se deben al deterioro de la convivencia".
"La civilización del consumo y la agresividad que ésta conlleva -escribe en otro pasaje- figuran como elementos sombríos de difícil extirpación y que generan altos índices de delito. Las dos terceras partes de la humanidad sobreviven en un estado de crónica depauperación..."
Hay ilustraciones del libro de Petit que revelan su concepto de la vida en sociedad. Por ejemplo, cuando sobre un epígrafe que reza "La ideal autoprotección de su hogar" aparece el grabado de una casa con techo de tejas, árboles, jardín y sombrillas, todo bajo una campana de vidrio...
Sin embargo la obra de Petit, siendo anterior a la de Vallini, es más avanzada en un aspecto. Dice el español: "Se ignora qué sistemas podrían resultar efectivos para recuperar al delincuente, pues la sanción penal -está demostrado- no aminora el volumen de delitos ni intimida al preso. (...) Por otra parte, sabemos ya con certeza que el rigor extremado en las sanciones provoca luego, cuando el preso queda libre, mayor reincidencia..."
De Santos a Blumberg
En junio de 1990 cobró fama el caso del ingeniero Horacio Santos, quien actuando bajo emoción violenta (así lo entendieron los jueces) persiguió a dos hombres jóvenes que le habían robado la casetera de su automóvil y los ultimó a balazos. Por esas dos muertes Santos recibió una condena de 12 años en suspenso, luego reducida a tres por la Sala I de la Cámara del Crimen, al considerar que había actuado "en legítima defensa, pero con exceso".
El caso del ingeniero Santos dividió la opinión pública argentina de un modo previsible: por un lado estaban los partidarios de la "mano dura" contra el delito, quienes sostenían que si el Estado no brinda seguridad, los ciudadanos deben procurársela por su cuenta. Por el otro, los mal llamados garantistas, que sostenían que el delito debe ser combatido siempre en el marco de la ley.
Tras una década y media de corrupción, de malos gobiernos y de acrecentamiento de la brecha entre ricos y pobres (dato empírico que ni siguiera los manuales de seguridad osan ocultar), otro ingeniero, Juan Carlos Blumberg, que fuera víctima del secuestro y asesinato de su hijo Axel, vuelve a dividir a la opinión pública, aunque de un modo mucho más manifiesto y cercano a la política.
Si la propuesta -nunca escrita- de Santos fue armar a la clase media para resolver de un modo expeditivo sus conflictos, la de Blumberg es desarmar a la clase media, depurar la policía y la Justicia y construir una sociedad de máxima vigilancia, en donde los niños que “delinquen” puedan ir a la cárcel, a completar su “educación”.
Más allá de las consideraciones ideológicas, el programa de Blumberg presenta un grave déficit político, al separar la “inseguridad” del conjunto de factores que concurren al problema: desarraigo, desocupación, deserción escolar, hambre...
Sin parar ese auténtico genocidio que son hoy la miseria y la exclusión -perdón por el mal augurio- no habrá paz social, ni tampoco esa otra que buscan los ingenieros.
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