Más resultados
Por Oscar Taffetani
(APE).- Apelando a muy caros sentimientos argentinos, ciertas empresas han pintado este mes sus caras -y sus productos- de celeste y blanco. Así por ejemplo, los dueños de la (privatizada) telefonía argentina, la (privatizada) aviación civil argentina y el (privatizado) petróleo argentino han buscado asociarse con el sentimiento patriótico y popular.
No es privilegio nuestro. Cada sucursal de cada empresa multinacional, alrededor del globo, ha seguido el manual de procedimiento correspondiente; se ha pintado con los colores correspondientes; ha agitado las banderas correspondientes.
La mayor paradoja del planeta fútbol -imaginamos- es que a la misma hora millones de personas pueden asomarse a una misma ventana -el televisor- con el mismo refresco o la misma cerveza en la mano, y creer que son... diferentes.
Palabra de sponsor
El 14 de diciembre de 1907, al día siguiente de que se descubriera petróleo en Comodoro Rivadavia, un particular solicitó al Estado que se le entregara una gran extensión de tierra “para hacer cateos”. Aquel pedido obligó al gobierno de Figueroa Alcorta a prohibir, mediante un simple decreto, la denuncia de pertenencias mineras en un radio de cinco leguas a todo rumbo, a partir del Pozo Descubridor de ese poblado patagónico.
Esa prohibición, decretada sin titubeos, representó para el Estado argentino una reserva fiscal de 200 mil hectáreas, asegurando la buena salud de la empresa que explotaría el tesoro descubierto: Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
Ocho décadas después, al comenzar la segunda etapa del desguace, enajenación y desnacionalización de Y.P.F. (la primera se cumplió durante la dictadura del Proceso), los privatizadores se tropezaron con un problema de forma: no podían convertir en “sociedad anónima” lo que era, por definición, fiscal, es decir, propiedad pública.
Entonces, el escribano de turno halló la fórmula: se crearía una nueva empresa llamada “YPF S.A.” (pronúnciese “ípf sociedad anónima”), a la que se transferirían los activos de la YPF original. Hacia afuera, entonces, no habría cambios. Tan sólo unos imperceptibles puntos, borrados de una sigla.
Otro elemento simbólico que debió cambiarse -cuando la sociedad anónima argentina pasó a estar controlada por la española Repsol- fue la bandera celeste y blanca que acompañaba el logotipo, y que reforzaba el carácter nacional de la empresa. Azul y gualda (que es el amarillo de la bandera española) fueron los nuevos colores de YPF, una marca que tiempo después se convirtió en Repsol-YPF y finalmente en Repsol, a secas.
Ramiro Agulla fue el autor de un corto publicitario de los años ’90 en el que aparecían distintos argentinos “de Repsol-YPF” trabajando en lugares impensables del planeta. El publicista -quien recibió un premio por su creación- explicó en detalle cuál había sido el propósito del comercial: “teníamos que convencer al público argentino de que no se había perdido una empresa propia, sino que se pasaba a formar parte de una empresa mayor...”
Años más tarde, habiendo detectado el peso simbólico de la marca YPF, así como el cariño que invariablemente inspiraba la camiseta de la Selección, los publicitarios contratados por Repsol volvieron a exaltar el espíritu nacional.
El eslógan adoptado, entonces, fue “YPF: más que sponsor, hincha oficial de la Selección”. Aún lo podemos ver y oír así, sin que se sonroje de vergüenza la pantalla del televisor.
Estado, se busca
La política de recuperación de empresas y recursos estratégicos que impulsa el gobierno de Kirchner, al decir de los especialistas, presenta rasgos muy particulares. El Estado argentino ha creado empresas o bien ha entrado en ellas, pero siempre conservando la forma de la “sociedad anónima” y utilizando accionistas propios (testaferros) para asegurar el control del Directorio.
Una organización de defensa de los recursos energéticos argentinos -el MORENO- ha solicitado recientemente al presidente Kirchner que la actual ENARSA (llamada a ocupar, con apoyo de capital venezolano, el lugar que alguna vez tuvo YPF), deje de ser una sociedad anónima y se convierta en ENARSE, es decir, en Sociedad del Estado.
ENARSE estaría sujeta a las leyes nacionales y provinciales que rigen para este tipo de emprendimientos. Y sería regularmente auditada por los organismos de control. Es un simple cambio en la sigla, pero con un profundo significado.
Porque la patria -queremos recordar- no está en el lugar que indica un efímero comercial de TV. Está en otra parte.
Cuando la pitada final de un árbitro nos diga a todos que se terminó la nube de sueño llamada Mundial; cuando algunas empresas hagan su balance y remitan utilidades a su “casa matriz”, fuera de la Argentina, eso que quedará allí, sin nombre ni canción, flotando en el frío inapelable de la mañana, será la patria.
Suscribite al boletín semanal de la Agencia.
Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.
Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte