Cuando la supervivencia no es deseo sino mandato biológico.

La niñez es un sueño eterno

La política pública es la de arrasar los sueños deseantes para que nunca más alguien pretenda luchar por otro mundo, para que nunca más nadie pretenda que otro mundo pueda ser posible.

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Por Alfredo Grande

(APe).- El sueño es el guardián del reposo. Una especie de ángel de la guarda del merecido descanso. Así lo categorizó en joven Freud en sus primeros trabajos. Sueño entendido como capacidad de soñar. Freud lo denominó “inocente psicosis onírica”. Tema que amerita un profundo análisis sobre lo que denomino la construcción de la subjetivación deseante.

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Lo importante es que esa psicosis onírica es inocente porque siendo una realización alucinatoria de deseos, el cuerpo descansa. Lo opuesto al insomnio generado por los terrores nocturnos.

La niñez es, además, fábrica de deseos, fábrica de sueños.  ¿Qué vas a ser cuando seas grande? Ahora la pregunta debería ser: “¿te parece que llegarás a ser grande?”  Hay preguntas que ya tienen su respuesta.

Ese ángel de la guarda, que protege el merecido descanso, ha sido destruido. La supervivencia no es un deseo: es un mandato biológico. Para sobrevivir los deseos hasta pueden ser un obstáculo. Se sobrevive haciendo lo que se debe, no lo que se quiere. La batalla de la supervivencia arrasa con todas las diferencias, incluso con las de edad. Los soldaditos del narco no juegan a los soldaditos. Son soldaditos. Y para un soldado primero está el deber, segundo está el deber. Y el placer se va modelando en la pedagogía de la crueldad. No sobrevive el más apto. Sobrevive el más cruel. Que en realidad es el más apto en la lógica de la cultura represora.

La fábrica de deseos se cierra tempranamente. Ya no habrá descanso para esos cuerpos frágiles. Como canta Sabina, “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Y para la niñez empobrecida de hoy, lo que nunca jamás sucedió es soñar los deseos al dormir, para satisfacer los deseos al despertar.  La amputación deseante no es un tema psicológico. Es un tema político. Las políticas deseantes tiene que ver con las políticas del “buen vivir”.

Las políticas de los mandatos tienen que ver con el mandato de consumir lo que logra una nada inocente psicosis, pero ahora despiertos. Lo que denomino el alucinatorio político social. En la niñez, la psicosis onírica es inocente. En la adultez resignada, la psicosis es complicidad. Creyendo que estamos en el primer mundo, creyendo que pagar la estafa es honroso, creyendo que con la democracia se come, se cura, se educa, creyendo que puede haber capitalismo serio con derechos humanos. No hay inocencia en esas psicosis. Más o menos deliberadamente, hay una atroz complicidad.

Pero nada de esto es por ausencia de políticas públicas. La política pública es justamente esa. Arrasar los sueños deseantes para que nunca más alguien pretenda luchar por otro mundo, para que nunca más nadie pretenda que otro mundo pueda ser posible.

Pero algunas y algunos, no tan pocos, quizá demasiados, aunque no siempre nos conocemos, seguimos sosteniendo y luchando para que la niñez nunca deje de ser un sueño eterno.


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