La negación como política de Estado

Quemar un contenedor es violento. Pagar jubilaciones que solo posibilitan la indigencia no es violencia: es déficit cero. Siempre hubo violencia explícita de parte de las policías. La única barra brava es la policía, la gendarmería, la policía naval. Barras bravas de Estado.
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Por Alfredo Grande

Foto de apertura: Gustavo Molfino

(APe).- Siempre se dijo que una imagen vale por mis palabras. Obviamente, era antes de la restauración conservadora digital. La manipulación de la imagen dificulta que la imagen sea garantía de realidad. Pero la pérdida de garantías no es solamente para la imagen. Por eso la imagen si no vale por mil palabras, al menos vale mucho más que las palabras usadas para deformar, encubrir, construir universos paralelos.

Esas palabras encubridoras, negadoras, siempre son pronunciadas en forma enfática, con tonos rimbombantes, con tufillo marcial. Con ribetes de ofensa, de omnipotencia, de haber descubierto la precisa, la verdad absoluta.

En otras palabras: no son palabra: es La Palabra. Y La Palabra de todas las palabras es: la víctima es en realidad victimario.

La violencia solamente es de las barras bravas, de la señora jubilada patotera, del fotógrafo que es militante K, etc.  

Por eso es necesario recordar que el anatema de la violencia sólo lo usan los violentos que además son impunes seriales. O sea:  el monopolio de la fuerza es del Estado. Osar enfrentar ese monopolio es crimen de lesa majestad. Se paga con la muerte.

Pero voy a diferenciar una violencia fundante de una violencia convencional. Quemar un contenedor es violento. Pagar jubilaciones que solo posibilitan la indigencia no es violencia: es déficit cero.

Pero la represión fundante, que siempre es violenta, es colocar a millones de habitantes en la línea de extinción.

Los precios de los medicamentos son más violentos que robar una farmacia. Pero el monopolio de la fuerza pública exige que la forma de titular a la cosa sea más importante que la cosa.

Si la tortura es ilegal, los “apremios ilegales” tienen más legitimidad. El hambre es tortura, el frío es tortura, la sed es tortura, muchas enfermedades agudas y crónicas son tortura.  La vida cotidiana es para millones de personas una tortura. Cuando Freud escribe “la psicopatología de la vida cotidiana” amplió el horizonte de “lo patológico” a la cotidianeidad.

Lo cotidiano es ver a personas que se zambullen en un contenedor para buscar comida o algo medianamente servible. Eso no es violencia.  Violencia es quemar el contenedor. Los contenedores valen más que las personas.

El monopolio de la fuerza es cotidiano.  Algunos llaman a esto pauta publicitaria. La voz de los que tienen demasiada voz.

El Estado monopólico está entrenado en las tácticas de la negación. Parafraseando a Goebbels: “niega, niega, niega, que algo quedará”. Y la negación enloquece.  También genera “vidas rotas” como en forma magistral Silvana Melo y Claudia Rafael describen y escriben.

Lo trágico es que, si la dictadura militar rompió vidas, esta democracia de la hipocresía y el cinismo sigue rompiendo vidas.

Los originarios, las niñas, niños, adolescentes, jubilados, también tienen sus vidas rotas a más de 40 años de democracia. Y lo que se rompe no se pega con la gotita. Lo roto, roto está.

Pero el monopolio de la fuerza pública, que es también el monopolio de la palabra, o sea de la negación, no se ocupa de la situación fundante.

Originarios, niñas, niños, adolescentes, jubilados son exterminados por asesinos de guante blanco. He participado de muchas marchas de jubilados y jubiladas. Siempre hubo violencia explícita de parte de las policías. La única barra brava es la policía, la gendarmería, la policía naval. Barras bravas de Estado.

Quiero honrar a los fotógrafos que supieron mantener que una imagen vale por mis palabras. Entre los fotógrafos que tomaron imágenes de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán se encuentran Pepe Mateos, Sergio Kowalewski, Enrique Cabrera, Mariano Espinosa y Martín Lucesole.

También esos asesinatos fueron negados por el monopolio de la fuerza que son las palabras. Como fueron negadas la desaparición de personas en plena dictadura. Como son negadas otras formas de desaparición en democracia.

¿Seguirá siendo la Ex Esma, la Esma de la democracia?

La negación es política de estado.  Por eso es necesario mantener las convicciones. Afirmar siempre lo que sabemos. Solo la verdad nos hará libres.


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