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Por Carlos del Frade
(APe)-. -¿A dónde vas con eso? -preguntó el almacenero. -Mi hermano se lo va a pagar -contestó Matías Krauss, de dieciséis años, ante la demanda del comerciante sobre el destino de un jugo. Walter “Cacho” Coronel, de cuarenta y siete años, entonces, montó su pistola nueve milímetros, le apuntó al pecho y disparó.
Adrián, hermano mayor de Matías quedó inmóvil. No pudo reaccionar frente a lo vivido. Le acababan de robar la existencia de su hermano, seis años menor.
Fue en Don Torcuato, en el partido de Trigre, provincia de Buenos Aires, el primer Estado de la República Argentina.
El hombre escapó en su auto, llevándose el arma asesina.
Había sido una de sus acostumbradas bromas. Coronel exhibía su arma de manera permanente.
“Por lo que pudimos averiguar, el almacenero siempre hacía este tipo de 'bromas' pesadas. Atendía con el arma en la cintura y con la camisa abierta. Siempre tenía la pistola encima o arriba del mostrador y jugaba con ella amenazando a los chicos del barrio”, contó una fuente policial.
A las pocas horas fue detenido cuando iba caminando hacia la estación de trenes de San Isidro.
La abuela de Matías, Sara, se preguntó ante las cámaras de un canal local: “¿Qué derecho tenía de matarlo? Iba a cumplir diecisiete años, tenía la ilusión de ser futbolista. ¿Por qué lo mató? Que lo atrapen y no salga más porque tipos como éste no tienen derechos”.
Una vecina declaró que el almacenero “generalmente le apuntaba a las mujeres y a los pibes jóvenes, continuamente con el arma y decía 'estuve tantos años preso, vos creés que le tengo miedo a la Policía'“.
“No sé cómo se me corrió la corredera y se me escapó el tiro”, sostuvo Coronel ante el juez que entiende en la causa caratulada como homicidio.
La familia de Matías clama por justicia y en medio de su desesperación aparecen los antecedentes penitenciarios de Coronel como una de las causas que explicarían tanta locura.
Jugar a matar forma parte de la naturalización de la violencia.
El sistema ha impulsado una especie de sentido común donde matar por cualquier cosa forma parte de cierta lógica.
La lógica demencial de un sistema demencial.
Jugar a matar, meterle miedo al otro, es una práctica directamente proporcional a un sistema de vida en donde las personas valen menos que las cosas o el dinero.
Bromear con la muerte. Coquetear con el final de todos los finales debería asquear a casi todos y, sin embargo, resulta algo previsible en medio de una sociedad que introdujo la muerte y la violencia como elementos del paisaje cotidiano.
Bromear con la muerte expresa lo difícil que resulta vivir con plenitud y alegría.
El sistema que hizo de la muerte una broma más sigue su camino, impune, tragándose las existencias de pibes como Matías que intentaban gambetear las miserias para ganarse un cachito de felicidad. No lo dejaron.
Fuentes de datos: Diarios Infobae 09-01-08 / Época - Corrientes 10-01-08 y Popular 11-01-08
Edición: 1182
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