La monedita de 25 centavos

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Por Carlos del Frade

(APe).- Redondel amarillo gastado. El cabildo en relieve. Y la leyenda que todavía se lee, con mucho trabajo pero todavía se lee: “República Argentina. En unión y libertad”. El año de la monedita de 25 centavos, la única que hace referencia a la invención del país en 1810, dice 1992, treinta años atrás. Ya ni siquiera habitan los bolsillos.

Los fantasmas de Belgrano, Paso y Castelli forman parte de las obsesiones de coleccionistas improvisados y sin método como el cronista que anima estas letras. La monedita de 25 centavos, el registro casi desaparecido de la Revolución que parió el sueño colectivo inconcluso de poner en el trono de la vida cotidiana a la noble igualdad.

Quedan centavos de la Revolución. Quizás si pensáramos a aquella muchachada de 35 años de edad promedio en los puestos de dirección actuales del estado semicolonial, bobo y cómplice que beneficia a los que concentran y extranjerizan riquezas, tengamos el contraste exacto de este viaje colectivo de 212 años. Difícil imaginar a Belgrano, Paso y Castelli al frente de los ministerios actuales o compartiendo decisiones sobre el comercio exterior o la política social.

A las chicas y chicos de las escuelas que todavía escriben, actúan y piensan en lo que sucedió en el Cabildo, sería lindo mostrarle la monedita de 25 centavos y preguntarles si ese es el verdadero valor de la Revolución de las que hablan sus maestras.

Cuando las pibas y los pibes no tienen trabajo en blanco ni pueden acceder a créditos o alquileres acordes a sus realidades salariales, ¿qué sentirán sobre los fantasmas lejanos del Cabildo reflejado en la monedita de 25 centavos?

Belgrano soñaba con una igualdad concreta que diera trabajo para las personas mayores de dieciocho años y educación garantizada por el estado a las menores. Más allá de lo que surja del Censo Nacional, hay casi de 5 millones de personas sin trabajo estable y en 2010, en el último Censo, la mitad de la población no había terminado la escuela media, una situación que convierte al pueblo en casi semianalfabeto.

Castelli maldecía a los que multiplicaban el contrabando y explotaban a los pueblos originarios para acumular riquezas que luego enviaban a Europa. El orador de la Revolución habría expropiado Vicentin y las terminales alquiladas por multinacionales que son capaces de entrar y sacar cualquier cosa sin el mínimo respeto a las leyes nacionales y provinciales.

La monedita de 25 centavos acuñada en 1992 es la muestra de aquellas primeras monedas que ordenó hacer la Revolución. Porque la moneda propia era sinónimo de nueva y gloriosa nación sobre la faz de la Tierra. Hoy, 212 años después, el dinero argentino es la sombra de los saltos y especulaciones que hacen los dueños de los dólares. Y aquellas minas originales desde donde salían los metales para acuñar aquellas primeras monedas revolucionarias están, mayoritariamente, en manos extranjeras.

Pero la monedita está acá.

Habita el presente.

Está con nosotros. Como también están con nosotros las personas que durante 212 años de historia pelean y pelaron por lograr la construcción de la noble igualdad en el trono de la vida cotidiana.

Quizás estemos como la monedita.

Sucios, descoloridos, olvidados.

Pero aún somos esos recuerdos surgidos en aquel cabildo.

Sueños inconclusos que se resisten a desaparecer, a resignarse.

Porque además de varias frustraciones en estos 212 años de historias, hay mucho amor depositado en este espacio que es muchísimo más que un territorio físico.

Por eso, más allá de todo, sigo guardando y queriendo la monedita de 25 centavos.

Edición: 4118


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