Estado de Malestar IV

La memoria histórica es originaria

La memoria histórica es la memoria en los pueblos originarios y en niñas, niños y adolescentes. La cultura represora y el estado de malestar apenas alucinan un futuro y sepultan las huellas del pasado.  La memoria histórica y originaria quizá no impida repetir, pero si impide ignorar que estamos repitiendo.

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Por Alfredo Grande

(APe).- La sentencia de Rodolfo Walsh no cesa de cumplirse. Las derechas empiezan como si antes nada hubiera pasado. La historia comienza cuando las derechas llegan. Una de las partes de ese comienzo es desconocer las historias y una forma de desconocer las historias es arrasarlas.

Se conquistó un desierto lleno de pobladores. El título es la parte que siempre da cuenta del todo. Denominar desierto a lo que está poblado de una manera diferente es sacar el carnet de impunidad por anticipado. Lo desértico puede ser conquistado, apropiado, sin consecuencias graves. Al menos para los conquistadores. En realidad, eran poblados que fueron desertificados. Talados como los árboles. Obviamente, para que el árbol nos impida ver el bosque, tiene que haber árboles. Lo que hicieron y hacen nuestros verdugos es desertificar el bosque. Y la arena no tiene memoria de los humedales, las tierras, la vida que supo haber.

La denominada memoria histórica no es memoria completa. Lo único completo es la muerte que es completamente muerta. La memoria histórica es la memoria de las luchas que siempre hubo entre los dioses de la muerte y los mortales de la vida. Los dioses garantizan la muerte, los mortales propician la vida. Los mortales que se sienten dioses y diosas, más temprano que tarde, garantizan la muerte en vida. Sacrificial, de penuria. Y la promesa del más allá, de un futuro promisorio, es el clásico discurso clerical de que el paraíso eterno se obtiene luego de morir en la gracia de dios. Para millones de personas, esa gracia se convierte en desgracia. A veces se asume como un castigo por las fiestas que en realidad no tuvimos.

Los platos los pagan quienes no los rompen. El que las hace las paga. Lo que no aclara la ministra de la triste figura que el cinismo de la frase tiene que ver con un final censurado. “A menos que sean funcionarios de alto nivel”. La memoria a-histórica, uno de los nombres de la historia oficial, no es solamente la del vencedor. Sino fundamentalmente de las luchas de los vencidos.

“Sólo saben los que luchan” dice un aforismo implicado. Uno de los tantos problemas de lo que llamo la “subjetividad colonial”, es no saber que se sabe. El 17 de octubre del 45, el Cordobazo, la Reforma Universitaria de 1918, no son recordadas con la frecuencia que deberíamos. A veces totalmente olvidadas, a veces distorsionadas, no pocas traicionadas. Pero cuando destrozan las flores, hay que cuidar las semillas. Y las semillas siempre son originarias.  Por eso van por las semillas transgénicas. Para una humanidad transgénica con la ayuda de la inteligencia artificial y la estupidez natural.

La memoria histórica es la memoria originaria en los pueblos originarios y en niñas, niños y adolescentes. La cultura represora y el estado de malestar hablan apenas del presente, alucinan un futuro y sepultan las huellas del pasado.  Se hace camino al andar, dijo el poeta. Es tan cierto como que las marcas de ese camino son siempre borradas por la cultura represora que es la cultura de las derechas. Más que una batalla cultural, como cacarea el presidente, es una masacre cultural. Que no solamente no es lo mismo, sino que es lo opuesto.

La memoria histórica y originaria quizá no impida repetir, pero si impide ignorar que estamos repitiendo. Y de esa conciencia saldremos de la alienación de este alucinatorio politico social.

Solo la verdad nos hará libres y felices.


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