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Por Carlos del Frade
(APE).- Tucumán arde. Era la frase con que centenares de artistas, intelectuales y militantes políticos y sociales de todo el país, denunciaban la cabalgata imparable del hambre en la provincia jardín. Corrían los años sesenta y la CGT de los Argentinos abría sus puertas para mostrar aquella expresión de resistencia cultural.“El concordato de los grandes ingenios decide, con el arma del onganiato mediante, cerrar once ingenios débiles en Tucumán (1966). Espantados por el hambre doscientos mil tucumanos emprenderán el éxodo. Ese año funcionó en la inmensa finca Lules de los Nougués una gran olla popular. A los peones se les adeudaban meses y más meses”, contó el investigador y escritor Eduardo Rosenzvaig en un artículo dedicado a la historia de un ingenio azucarero.
Un emisario del gobierno nacional de la dictadura de Onganía llegó a la provincia con una orden directa y sencilla: cerrar los ingenios que no se hubieran modernizado. Se llamaba José Alfredo Martínez de Hoz. Con el tiempo sería presidente de Acindar y pagaría cien dólares de plus a cada efectivo de la policía federal y provincial de Santa Fe para inventar el primer centro clandestino de detención de personas, el albergue de solteros de la acería en Villa Constitución. Y más tarde le llegaría el premio a su coherente visión del mundo. Sería el ministro de economía de la noche carnívora.
Pero su trabajo se estrenó en Tucumán.
Una constante de la historia argentina y provincial.
Peones hambreados, ingenios cerrados y propietarios de tierras y fábricas cada vez más poderosos.
Había ocurrido en 1923 con las primeras huelgas que son reprimidas por el ejército y también a principios de los años cuarenta, cuando Tucumán era la provincia con mayor nivel de mortalidad y desnutrición infantil en el país.
Tucumán arde, entonces, no era solamente la síntesis de lo que sucedía en los años sesenta.
Era la consecuencia de una historia de décadas.
En estos tiempos crepusculares de principios del tercer milenio, acaba de desatarse una polémica en el otrora jardín de la República.
-La máquina de producir desnutridos está intacta en la provincia; sigue igual o peor que en el 2002 -dijo el jefe de sala de Pediatría del Hospital de Niños de la capital tucumana. El médico se llama Ángel González y es jefe de la Sala II del único hospital pediátrico de la provincia.
Durante el último trimestre de 2002 murieron una veintena de niños desnutridos en Tucumán. La respuesta fue el llamado “Operativo Rescate", que comandó la entonces primera dama "Chiche" Duhalde.
González insiste que “la máquina de producir desnutridos es la situación de exclusión social en la que viven miles de tucumanos por falta de trabajo, educación y vivienda digna".
El médico, con más de treinta años intentando salvar las sonrisas y los bracitos de los pibes, dice que “mientras no se solucione esos problemas de fondo, mientras no se construyan mil escuelas más, se pavimenten todas las calles, se provea agua potable y cloacas a toda la población, todo lo demás que se haga es una payasada similar a la del Operativo Rescate".
Para los funcionarios del gobierno tucumano, las opiniones de González son injustas.
Ellos ahora miden y cuentan a los pobres y a los chicos desnutridos.
-Hubo un sinceramiento del número de desnutridos: actualmente tenemos 36.000, que incluyen muchos que no estaban registrados en 2002, como los mayores de 6 años con desnutrición aguda y los desnutridos secundarios de más de 15 años. Todos están controlados y reciben módulos alimentarios de 45.000 calorías -dijo el portavoz del sistema.
Pero la máquina de producir desnutridos continúa funcionando.
No le alcanza con “un sinceramiento del número de desnutridos”.
La historia tucumana parece copiarse a sí misma.
Tucumán arde porque la “máquina de producir desnutridos” sigue intacta.
Fuente de datos: Diario Clarín 10-12-04
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