La luz que se corta, el aire que se corta

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Por Ignacio Pizzo

(APe).- La expresión del aire que se corta con un hilo, no parece ser apropiada para el Hospital San Martín de la Plata, uno de los nosocomios de mayor complejidad de la Provincia de Buenos Aires. Entre la noche del viernes 12 y la madrugada del sábado 13 de enero el oxígeno suministrado por los respiradores se vio interrumpido por un corte en el servicio eléctrico, y los pacientes niños y adultos bajo asistencia respiratoria mecánica requirieron de la rápida intervención del personal, para continuar con el proceso de ventilación en forma manual. Sin contar el apagón en los pabellones que discurren por la estructura edilicia.

“Poco después de la medianoche del viernes y los primeros minutos de ayer, las cuatro manzanas del Policlínico quedaron a oscuras. De inmediato llegó la desesperación, porque los jefes de guardia de las áreas críticas empezaron a pedir apoyo para asistir a los pacientes que reciben asistencia mecánica para respirar.” Así lo narra un fragmento del diario El Día del 14/01. Sin embargo la vivencia o sobrevivencia es pesadilla vívida y supera ficciones y animaciones.

Pablo Maciel, titular de la Asociación de Profesionales del Policlínico, remarca: “hubo un trabajo destacado de los médicos que salvaron numerosas vidas en forma milagrosa, ya que hicieron maniobras manuales para mantener a los pacientes. No hubo víctimas fatales de casualidad”.

Nada nuevo, o todo viejo, según el punto de vista. Las ruinas en las cuales se brinda atención médica, son la vidriera de lo que significa para nuestros dirigentes y mercaderes la vida humana, nada. Vida humana que no es la de ellos ni de sus familiares ni sus allegados, que se cobijan seguramente bajo el manto prepago de la salud, transformada hoy en producto que cotiza en bolsa.

El tiempo estival, parece llegar cada año como algo nuevo, como un alud que aplasta la cabeza e impone la agenda en cada conversación de esquina. En nuestros hospitales públicos, parece ser que el calor se replica exponencialmente, y las guardias en ebullición son sorprendidas cuando la energía eléctrica irrumpe con su ausencia. Los cuerpos y las historias de los anónimos ventilados, ahora dependen de una mano que comprima una bolsa conectada a la fuente de oxígeno.

El aire se corta, porque la luz se corta, porque Vidal, Scioli, Solá, Ruckauf o Duhalde o sus séquitos y podemos seguir para atrás, no sucumbieron jamás a la esperanza humana. Las inconmovibles sonrisas de sus carteles de campaña sólo encarnan la imagen de su falsedad genética. No importa si los afiliados involuntariamente al club de los marginales se mueren, porque dicha credencial de cobertura, que no es universal ni es de salud, solo cubrirá con bolsas negras a los asesinados del sistema. Sistema tangible a través de quienes gestionan el infierno y la miseria.

Salvo excepciones, esfuerzos colectivos e individuales de trabajadores, el colapso eterno de los servicios de salud de la provincia en particular y del país en general, vislumbra el real panóptico foucolteano, donde el control social se ejerce desde las instituciones ya sea para anular la subjetividad o simplemente matar al sujeto.

Edición: 3537


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