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Por Alfredo Grande
(APe).- La denominada agenda electoral es una de las más logradas mega producciones de la cultura represora. Han perdido total legitimidad. Ni siquiera los principales protagonistas, que algunos llaman candidatos, creen demasiado en el mecanismo. Las denuncias de fraude forman parte de la campaña electoral. El ausentismo es muy significativo, especialmente si pensamos que votar es un mandato. O sea: es obligatorio.
Cuantas más personas voten, el alucinatorio político social tiene más posibilidades de ser naturalizado. Logra que un okupa legislativo tenga como identidad autopercibida la de representante del pueblo.
Por supuesto que la Patria casi nunca los demanda.
Primero porque la Patria está en retiro efectivo y reemplazada por una Colonia endeudada y sub valuada en dignidad.
Segundo, porque la casta política tiene entre sí pactos de impunidad secretos y no tanto. La alianza anti Macri justificó el pacto perverso MAC 19. (Massa-Alberto-Cristina). Macri fue el ángel exterminador que hizo necesario ese pacto que no resiste el menor archivo.
El MAC 19 está ubicado cómodamente en lo que denominé la izquierda de la derecha. Pero a los efectos políticos pedagógicos de esta saga, creo conveniente citar desde el oasis bibliográfico de la Wiki el origen de esas denominaciones de izquierda y derecha políticas.
Desde ya, el origen no es el destino. No está demás pensar en qué consiste hoy la diferencia entre derechas e izquierdas. La izquierda, cualquier izquierda, tiene en superficie la cuestión de la legitimidad. La derecha, cualquier derecha, tienen en superficie la cuestión de la legalidad.
La legitimidad se sostiene en la implicación económica, política, social, de género, familiar, religiosa. La legitimidad por la cual se lucha pone en superficie la clase política, social y económica desde la cual se lucha. La legalidad se sostiene desde el absolutismo del Poder del Estado. Toda ley es ley del dominador para justificar todas las variantes de exclusión y exterminio del dominado. La legalidad nada quiere saber de una sociedad pensada como lucha de clases. Porque eso llevaría a pensar que la ley no es ni ciega, ni muda, ni sorda. Por el contrario. Mira, habla y escucha sólo a los poderes de turno. Pero siempre atenta a los turnos del Poder. Eso que llaman alternancia.
La izquierda de la derecha oculta, encubre, deforma, tritura todas estas precisiones. Dura ley, pero es la ley. No es un tema de dureza, sino de posicionamiento de clase.
Las izquierdas sostienen la legitimidad y buscan nuevas leyes que puedan garantizarlas. La constituyente de Chile es ejemplo de esto. Las derechas sostienen la legalidad porque su cumplimiento a raja tabla garantizan que todas las legitimidades reaccionarias tengan vida eterna. Aparecen neo legalidades totalmente funcionales a la cultura represora y a sus mecanismos de exclusión y castigo. Con dos pinceladas, Silvana Melo pinta un cuadro aterrador: “Cuando los niños intentan recuperar lo que les pertenece por derecho, lo hacen a ciegas y a cabezazos. Y suelen toparse con la locomotora feroz de la vecindad, la cerca electrificada de la ley y la propiedad privada y la declaración oficial de peligro con la calavera y las tibias colgadas del cuello”.
En su extremo límite, toda legitimidad es subversiva a toda ley represora. Nuevas legitimidades triunfantes crearán nuevas legalidades que pulvericen la cultura represora. En nuestra América, Haití, Cuba, Venezuela, lo lograron. Las legalidades represoras y exterminadoras nunca lo olvidarán.
Hoy el mantra de la izquierda de la derecha es “año electoral”.
En años no electorales la derecha no necesitará usar el barbijo del progresismo y entonces la lucha por nuevas legitimidades será cada vez más necesaria.
Y será hasta la victoria siempre si nuestro deseo no queda capturado por la cultura represora.
Pintura: The Trial, de Wolfgang Lettl
Edición: 4359
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