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Por Carlos del Frade
(APe).- “Hay otros mundos pero están en este”, dijo el artista Paul Eluard hace ya muchos años.
Aludía a misterios y magias aún por descubrir.
Sin embargo, sin tanto misterio ni magias espectaculares, los otros mundos viven muy cerca uno de otro.
Mundos que conviven a pocos metros de distancia.
Como sucede en la frontera que suele ser la Avenida del Libertador y que separa el coqueto barrio de la Recoleta y la Villa 31.
Dos mundos que están en el mundo Buenos Aires.
La inflación es algo más que una discusión entre los jinetes de la oposición consentida y los cultores del realismo mágico del gobierno nacional.
La inflación es una realidad que se vive de maneras distintas en aquellos mundos opuestos aunque estén separados por algunos metros y otras distancias mucho mayores que hablan de la profunda injusticia que hoy existe en la Argentina, no solamente en Buenos Aires.
Así hablan las voces de la Villa 31. Ellas cuentan que “lo que más sale son los menuditos y la carcasa de pollo, que valen dos pesos el kilo. También la carne con hueso, que en las buenas épocas algunos llevaban para los perros…La milanesa preparada la tenemos a 18 pesos, que es baratísimo, pero nadie compra más de dos juntas”.
La carne de vaca y pollo ya no están en los platos de los saqueados, de los empobrecidos. Y están comiendo frío porque ya no pueden comprar la garrafa de gas que ahora cuesta 120 pesos el envase. Una jubilada le dice al periodista: “¡Dígale a la Presidenta que agarre un changuito y 100 pesos y trate de ir a comprar para hacer una comida!”
Del otro lado de la avenida, entre los coquetos edificios y firmas multinacionales, los efectos de la inflación también se notan pero a su manera.
“Ya habíamos reemplazado los productos importados, pero ahora tampoco salimos más a comer afuera” y esas palabras acomodadas dicen, a su vez, que aumentaron las cuotas de las prepagas médicas y las expensas.
En ese mundo de élite la descripción que hace un supermercadista detalla que “la gente cambió mucho sus hábitos en estos meses. Lo hace muy discretamente, pero antes venían y llenaban el changuito sin fijarse y ahora hay cosas que casi no se venden, como los fideos italianos o el té inglés”.
Consumos distintos, ingresos diferentes, clases sociales que habitan en la misma geografía pero que tienen y viven de acuerdo a intereses diferentes.
En ambas, sin embargo, la inflación golpea sus necesidades de consumo.
Pero esos precios que apuntan hacia arriba consolidan uno solo de esos dos mundos.
Porque los números son manejados desde las minorías, profundiza la brecha, la frontera y ahoga la vida de los que son más, de los que intentan empatarle al fin de mes no solamente en la Villa 31.
La inflación es una fenomenal herramienta que vuelve a concentrar riquezas en los que tienen más y le saca a los que menos tienen.
Funciona así aunque sus efectos se noten en los dos mundos que separa la Avenida del Libertador.
Mundos que, alguna vez, entrarán en colisión y no se tratará de una novela de ciencia ficción.
Fuente de datos:
Diario Crítica de la Argentina 04-04-10
Edición: 1741
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