Maximiliano Mendoza, la Patria y la lucha docente

La infancia, patria de las utopías

Tiene 12. Es salteño. Escribió un libro sobre los ex combatientes de Malvinas, con birome y en su cuaderno. Hoy a Maximiliano lo convoca la lucha docente. Con sus compañeros y compañeras de curso vendieron tortas para juntar dinero y acompañaron las marchas con un cartel pegado en la bandera argentina:  “Gobernador Sáenz, mi seño no está sola”.

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Por Martina Kaniuka

“Quiero decirles que he visto en la tele cómo los han golpeado, cómo los han insultado de vagos, pero si el señor gobernador me está escuchando, quiero decirle que gracias a ellos sé leer y escribir, gracias a mi primer maestro escribí mi primer libro Memorias de Malvineros Argentinos y que sepa que cuando el señor gobernador manda a golpear a los maestros está diciendo que todo se resuelve con la violencia y no con palabras. Yo le pido que me escuche como un alumno y como un niño. Yo no quiero que mis maestros sean golpeados y esto también es luchar por nuestra soberanía y por nuestros derechos argentinos”. El que habla es Maximiliano Mendoza, un niño salteño que declara a Reporter Tartagal, con la voz firme y el convencimiento de alguien que parece haber vivido mucho más que sus escasos doce años.

No es la primera vez que Maxi se hace escuchar. Después de escribir su libro Memorias de Malvineros Argentinos”, enteramente a mano y con birome en un cuaderno por no tener computadora y  transcribirlo en una pc e imprimirlo con la ayuda de Estela Ceballos, escritora salteña, consiguió inspirar (junto con otro niño: Thiago Huenchillán de Comodoro Rivadavia) un proyecto de ley para que se bordaran las islas a la altura del corazón en los guardapolvos.

Y es que “Malvinizar” para llevar la historia de los “héroes sin capa” es su misión. Comenta que son sus héroes de verdad, aunque no tienen capa como los Avengers o como Batman y da a conocer con mucho orgullo la historia de alguno de ellos: como Bautista Vilca Condori, oriundo del municipio de Orán, ex combatiente, uno de los casi 100 soldados de los pueblos originarios, en su caso del pueblo kolla, hermano de Mario Vilca Condori, el soldado más joven que luchó en Malvinas. “Invadieron nuestra tierra, pero no nuestra memoria”, sentencia Maximiliano en el libro y repite en cada presentación.

No es la única preocupación de Maximiliano, que parece ser un niño con una conciencia únicamente equiparable a su imaginación. Para el Día del Niño, decidió apelar a su cuenta de Tik Tok y solicitó, a través de su cuento sobre un pueblo llamado “Sonido del Silencio”, habitado por niños con alas de colores amenazados por adultos que se convertían en ogros, que los gobernantes no se dediquen únicamente a “repartir golosinas” y que trabajen para que no hayan “ángeles caídos” (niños que mueran por circunstancias evitables).

En esta ocasión, a Maximiliano lo convoca la lucha docente. Con sus compañeros y compañeras de curso participaron en la venta de tortas para juntar dinero y acompañaron algunas marchas con un cartel pegado en la bandera argentina:  “Gobernador Sáenz, mi seño no está sola”.

Los docentes salteños se encuentran en lucha desde el 27 de febrero pasado, cuando acercaron el reclamo salarial a la gobernación. Con un acatamiento del 90% de las escuelas de la provincia, desde el 04 de mayo se encuentran de paro y este 11 de mayo, en el corte de ruta en la Autopista Aunor, fueron brutalmente reprimidos con gases y palos por la policía provincial.  Ayer, para conmemorar la Revolución de Mayo, la policía de Sáenz reprimió y detuvo a 19 docentes y los mantuvo incomunicados, imposibilitando que el comité contra la tortura ingrese a verificar la situación de los detenidos.

La lucha docente se replica en varias provincias de nuestro país: hay docentes de paro en CABA, en Provincia de Buenos Aires, en Chubut y en Neuquén, algunos de los rincones donde la carestía de la vida, la inflación y la depreciación del salario obligan a los educadores de la tierra de Carlos Fuentealba, a pausar otra vez las tizas y salir a luchar.

La infancia: patria de la utopía

Para repensar la problemática de nuestras infancias en Argentina y las pendencias que, a través de todos los gobiernos siguen vigentes, podríamos remitirnos a estadísticas: según UNICEF, 2 de cada 3 niños son pobres y son 8.2 millones de niñeces las que –en Argentina, el país donde en los primeros tres meses de 2023 las exportaciones sumaron US$ 15.888 millones– no tienen sus necesidades básicas satisfechas.

Podríamos acaso comentar también que, aunque un 60% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza y –según el último informe del INDEC sobre la composición de la canasta básica - una familia necesita  $203.361 para no ser pobre y $ 94.148 para no caer bajo la línea de indigencia, el presupuesto nacional destinado a infancias se redujo en términos reales entre un 13.3% y un 22,2% según el índice inflacionario.

Podríamos también pensar qué opciones se esconden detrás de “futuro”, esa palabra tan difícil de escribir y pensar para los jóvenes y los niños y niñas de un país donde el ascenso y la radicalización de los partidos de derecha les augura un fatídico camino empinado de violencia e incertidumbre. 

La criminalización de la pobreza en los barrios, por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, aumenta en tiempos de crisis económica al compás de la precarización del empleo: según el último informe presentado en el mes de abril, al cumplirse 40 años de “democracia” por CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional 2022) un 39% de las víctimas de gatillo fácil son menores de 25 años. Las perspectivas de encontrar un trabajo digno descienden con la mano invisible que desdibuja de un trazo el hambre y el dolor de panza de los que se suman a las filas de desocupados.

De acuerdo con un estudio del Observatorio Argentinos por la Educación, sólo 16 de cada 100 alumnos terminan el secundario en tiempo y forma, y tienen los conocimientos para iniciar una carrera universitaria. Sostener la educación universitaria, con la carga curricular, implica también poder mantenerse económicamente sin tener que trabajar o hacerlo en trabajos precarizados.

El horizonte es finito y, si no cuentan con el sostén familiar, muchos pibes y pibas se ven confinados a elegir entre uberizarse, buscar el “puesto fijo” como docente o estatal o sumarse a las filas de las fuerzas de seguridad del estado; donde una carrera corta y un sueldo seguro y con beneficios económicos y facilidades financieras los esperan.

Siguen pasando los gobiernos, cambian las banderas partidarias y las deudas con las infancias y la juventud siguen siendo las mismas.  Las utopías también. El 24 de mayo, víspera de otro aniversario de la revolución, Maximiliano volvió a grabar otro mensaje –esta vez dirigido al presidente – y nos invitó a caminar una.

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 “Este mensaje va dirigido al presidente de la Nación Alberto Fernández y al gobernador Sáenz de Salta: exijo que se cumpla la ley 26061 que dice que las autoridades deben escuchar a los niños. Les pido que se solucione el problema de la educación sin golpear a nuestros maestros, ya que ellos son como nuestros padres. Como saben mañana es 25 de mayo, día patrio, por eso hoy en el guardapolvo llevo el emblema de las Malvinas Argentinas y mi escarapela y algo más importante: una cinta negra que representa que la educación está de luto. A los niños que me están escuchando les pido que lleven en sus guardapolvos una cinta negra porque representa que la educación está de luto y también en apoyo a los maestros que han sido golpeados”.

Como Maximiliano Mendoza son muchos los niños y niñas que imaginan y dibujan un presente mejor. Pibes y pibas que cargan en sus pequeñas existencias tanta injusticia y desigualdad legadas por este sistema injusto que no eligieron, ni elegirían, pero sostienen a fuerza de juegos, imaginación, inocencia y espontaneidad, la esperanza. ¿Será que la infancia es la patria de la utopía y que al caminar la adultez se desanda? Tal vez las palabras de Maximiliano sirvan de lección: “invadieron nuestra tierra, pero no nuestra memoria”. Quizás sea cuestión de desenredar la madeja de recuerdos y conectarse con aquellos niños que fuimos, para abrazar otra vez el sueño de un mundo más justo y defenderlo hasta la última de las horas.


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