La estrategia

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Por Carlos del Frade

(APE).- El sistema se está matando a sí mismo.

Desde hace más de un siglo, la necesidad de multiplicar ganancias viene arrasando con el medio ambiente, inventando desiertos, envenenando aguas, asfixiando el aire.

La madre Tierra asesinada por algunos de sus hijos.

El sistema se está matando a sí mismo.

 

El presente como único tiempo posible. Que todo sea ahora, de los muy pocos que creen manejar la cápsula espacial. No hay pasado, ni futuro, sostiene la lógica despiadada del sistema. De la misma trama de intereses que viene destruyendo la casa cósmica.

Eliminar el pasado es una necesidad. Porque allí están las luchas colectivas, los sueños inconclusos, la dignidad de los que son más. Pero desde hace décadas, cuando se desató la guerra contra los pibes, el sistema también decidió matar el futuro. Solamente el presente de los que dominan, de los que acumulan riquezas a partir de la destrucción planetaria.

Y en semejante guerra, cotidiana, permanente, las buenas conciencias tampoco pueden escapar de los mensajes impuestos por los grandes medios de comunicación. Es necesario reprimir a todo aquel que moleste. Y no hay que ponerse a pensar si los que realmente hacen mal son los que están en el mismo lugar social o son los otros, los que siempre aparecen ocultos, los que verdaderamente desfiguran la vida.

El sistema manda: pelearse entre sí, matarse entre las víctimas, apuntar contra los pibes del pueblo porque ellos ya son los condenados desde que se iniciara la guerra contra los chicos, continuidad de la decisión de aniquilar el planeta al servicio de unos pocos.

Entonces las buenas conciencias desatan su furia contra los pibes.

No se trata de casos individuales, sino de una consecuencia política existencial de tanta carga cultural que identifica a los responsables de los desastres entre los que están cerca y menos tienen. Y mucho mejor cuando se ataca contra los que menos edad tienen, porque ellos son portadores de un futuro que puede salir para cualquier lado, incluso, piensa el sistema, en contra de los pocos. Porque, se sabe, los pibes son libres y la libertad, siempre, es peligrosa. Y semejante certeza está entre las razones primarias de la guerra contra ellos, contra los chicos.

Un grupo de pibes de doce años tiraban piedras contra la casa de Víctor Hugo Spetrazolini. Fue en el barrio Argüello, en la ciudad de Córdoba, La Docta, según la historia popular argentina. Los vecinos dicen que Víctor es un tipo trabajador y muy querido. Pero, de pronto, cansado de muchas cosas, cuyas razones estaban muy lejos de allí; Víctor salió y disparó con su escopeta contra los pibes.

La pancita de un chico de doce años paró la perdigonada. Su pronóstico es reservado, dicen las noticias surgidas del Hospital de Niños.

Víctor, sostienen los vecinos, tiró porque sufrió un ataque de rabia...

Una clásica demostración de la estrategia de la guerra contra los pibes: hacer creer que se trata de una cuestión personal, cuando en realidad son los mandatos culturales que justifican la represión entre pares y mucho más contra los chicos, peligrosos portadores del futuro abierto, de la indómita libertad que puede rebelarse contra la pesadilla decretada por unos pocos.

Ahora el hombre de 44 años está detenido y el chico de doce años peleando para salvar su vida. Desmesurada consecuencia de una situación cotidiana. La perversa consigna del sistema, matarse entre las víctimas.

La guerra contra los pibes continúa...

Fuente de datos: Diario La Voz del Interior - Córdoba 22-03-06


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