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Fue ese uno de los primeros aforismos implicados de Alfredo Grande. Años después, analizando su propia implicación, tomó conciencia, tristemente, de que se trata de una política pública de la resignación.
Por Alfredo Grande
(APe).- La enorme camioneta color negra, 4 x 4, 8 x 8, frenó bruscamente. En la esquina habia 5 niños y 3 niñas. Quizá jugando, quizá esperando jugar alguna vez. De la enorme camioneta 8 x 8 bajaron tres hombres con aspecto de funcionarios de algún comando estatal. Se acercaron con la misma sonrisa forzada de un ejército de zombis que evalúan la mejor calidad de cerebros. Los niños y las niñas ni siquiera hicieron el amago de levantarse. Acostumbrados a que todo lo malo se acerque y todo lo bueno se aleje, solamente los miraron.
-Queremos saber dónde están papá y mamá –dijeron sin siquiera fingir genuino interés.
-Nosotros también –respondió uno de los niños que a lo mejor tenía 8 años y parecía 15 o tenía 15 y parecía 8. Hace tres dias que los esperamos.
Los zombis se miraron e intercambiaron miradas de desaprobación.
-¿Y por qué no los cuidan? Tomen el número del 125 ciudad para niños y niñas desamparados.
-Gracias, pero fueron a buscar algo para comer y nos dijeron que esperemos acá. Siempre vuelven. Cada vez tardan más, pero siempre vuelven.
-Les venimos a hablar del balotaje. Es importante. Muy importante. Necesitamos encontrarlos.
Una de las niñas los miró. –A lo mejor se los cruzaron. ¿Miraron dentro de los contenedores de basura?
Los zombis volvieron a mirarse. Por esa susceptibilidad de los que defienden a los dueños de todo, empezaron a sentir que no se los tomaba en serio.
-No acostumbramos mirar dentro de contenedores de basura. Ni entendemos que pueden estar haciendo ahí.
-Nosotros tampoco –contestó uno de los niños con una sonrisa triste– pero siempre traen algo de comida. Tenemos hambre.
Uno de los zombis sacudió su cabeza y murmuró: ¡Qué país!. Se acercó con la misma ternura de un rinoceronte en celo.
-De eso queremos hablarle. De cómo tienen que votar.
Una de las niñas preguntó: -¿en ese bolotaje que dice?
-Balotaje, balotaje. Es muy importante. Pero tienen que votar a éste. Una boleta arrugada, quizá porque alguien con menos paciencia que el promedio había intentado destruirla, emergió de la manaza del zombi.
-Y entonces ¿nos darán más comida?
-No exactamente. Pero al menos no se llevarán presos a los que están dentro de los contenedores. No es poco.
-Tenemos frío a la noche. ¿Nos darán abrigos? Dormimos en la calle…
- No creo. Pero no los llevaremos detenidos por ocupar el espacio público. No es poco.
-Quiero ir todos los días a la escuela. Pero me queda demasiado lejos. ¿Tendré una escuela más cerca?
-No. Pero al menos no te pondrán ausente y no te echaremos de la escuela. No es poco…
Otro niño, que apenas se lo escuchaba porque hablaba muy bajito, dijo: - No quiero que me peguen ni me toquen más… Y no siguió hablando porque se puso a llorar desconsoladamente.
Una niña preguntó: - ¿se ocuparán de esto en el bolotaje?
-No. Pero podemos darle un botón anti pánico. No es poco…
-A mí me duele la panza cuando no como… ¿Me darán comida todos los días?
-No. Pero no te quitaremos el poxi ran para que te calme. No es poco…
Los zombis empezaron a impacientarse. Parece que la idea de la importancia del balotaje no era reconocida. ¿De qué se ocupan la madre y el padre de estos niños? ¡Qué país…!
-Yo quiero juguetes. De esos lindos que a veces veo en la tele. Si vamos al bolotaje ¿me darán juguetes?
-No. Pero tampoco te quitaremos la pelota de trapo que tenés. No es poco…
Los zombis empezaron a mirar impacientes el reloj. Maldecían el trabajo que les habían dado. Preferían darles margaritas a los chanchos que alguna esperanza a pibes y pibas. Nadie puede prometer la luz a quien no tiene ojos. Los niñas y niños empezaron a sentir más curiosidad que temor.
-Queremos tener una casa linda y no despertarnos con agua en la cama. ¿Ese bolotaje nos dará una linda casa?
-No. Pero seguro que les daremos baldes…No es poco…
La charla, o lo que fuera que fuera esa conversa, empezaba a languidecer. El interés de los zombis empezaba a evaporarse. Nunca fue sólido y además se desvanecía en el aire. Alguien dio la orden de una retirada más o menos ordenada. Desde la 8 x 8 sonaba una bocina que era un llamado cuasi gutural. Mientras levantaban el campamento que nunca hicieron, el zombi principal los observó sin mirarlos y desde lejos les dijo:
-Díganle a papá y mamá que la diferencia entre poco y nada es mucho.
Nota del autor: “la diferencia entre poco y nada es mucho” es uno de mis primeros aforismos implicados. Años después analizando mi propia implicación me he dado cuenta, tristemente, de que es una política pública de la resignación.
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