La Deuda Externa

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- La “deuda odiosa” lleva en sus entrañas la perversidad de un genocidio. Construida sobre las ruinas que dejó la dictadura militar, las democracias impuras -además de aumentar las estadísticas- hacen que nuestra pena nunca termine de pagarse. Trece mil millones de dólares habrá que tributar este año a los organismos internacionales de crédito. Un éxito dice Lavagna. Palabras destinadas a cierta imposibilidad y derrota, mientras los niños mueren en la oración de los potreros.

 

En cuanto a la verdad -como dirá lacónicamente Nietzsche- no se trataría más que de una ilusión, una metáfora que a fuerza de ser repetida lleva a gobernantes obedientes a considerarla como aciertos. Lealtades oscuras hacia los organismos de crédito, bandidos mayores como se sabe. Los hombres sin coraje se curvarán como hojas secas: deberes fraternos de algunos economistas de “sacrificarse” por la patria: sepultureros de claros de luna.

Como dirá Adela Cortina, el gran miedo que recorre el mundo, es miedo al paria, al que no tiene nada ni puede ofrecer nada a cambio, al que no es sujeto de la historia, ni portador de ningún futuro. Los "excluidos" ocupan en la sociedad mundial el lugar que ocupó el antiguo proletario en el interior de los estados europeos industrializados, pero su situación es mucho más grave. Mientras los obreros eran imprescindibles para los estados capitalistas modernos, los marginados actuales -millones en nuestro país- son efectivamente desechables y prescindibles: arrabales que se desangran en hombres y mujeres que mueren antes de tiempo.

Lo que inquieta a las instituciones y los diversos dispositivos disciplinarios, por decirlo con palabras de Foucault, es la imposibilidad de controlar absolutamente lo que los seres humanos pueden dar de sí. No podemos olvidar el pasado, pero quizás distraernos de su eterna repetición. Jordi Corominas escribe que “la lucidez no consiste sólo en apreciar la ruindad de las acciones humanas y la institucionalización de las mismas”, sino también esas tiernas imprecisiones que habitan el corazón de los humanos capaz de producir las rupturas más inesperadas.


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