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Por Alfredo Grande
(APe).- Hay una manera restringida de evaluar la etapa actual. Es un mecanismo que podría llamar de microscopía política, donde en el foco de todos los males está el presidente elegido en 2015. El presidencialismo, el personalismo y el individualismo todo lo reducen a una microcefalia política. Dijimos varias veces que muerto el perro no se acabó la rabia y que muerta la vinchuca, tampoco se acabó el chagas. Pero se impone hacer un hilo conductor desde el debut de la democracia post dictadura, donde la profecía de comer, curar y educar era posible, o al menos verosímil.
La actualidad muestra el completo fracaso de esa profecía. Tanto por acción directa, cuanto por acciones indirectas que posibilitaron acciones directas. Dicho en otros términos: los últimos días del presidente Macri son efecto de una serie de circunstancias de las cuales nunca habrá la autocrítica necesaria.
Tres esperanzas tuve en mi vida, como dice el tango de Discépolo. La última fue que el triunfo de la oposición en las PASO fue el paso para un plebiscito que por fuerza de masas fuera vinculante. Inmediata convocatoria a elecciones e inmediata entrega del gobierno. Desde las PASO a la fecha mucho mal, mucho daño, mucha desesperación se siguió acumulando.
El arco opositor prefirió sostener un precario cronograma institucional que atemperar en forma inmediata el plus de sufrimiento acumulado. A esa canalla forma de pensar la política, mas como acuerdos de capos mafiosos que de honestos servidores de la patria, lo llaman transición. Ninguno de los males de la dictadura fueron resueltos por la democracia. Es cierto que no es lo mismo la planificación sistemática de la desaparición de personas para imponer un plan económico (en dictadura), que la planificación sistemática de la desaparición de personas para imponer un plan económico (en democracia). El tema es en donde está la diferencia. Porque los miles que denominamos “en situación de calle” son desaparecidos civiles, políticos y económicos. La economía informal es de sobreexplotación. La mitad de los habitantes del país no tienen trabajo o tienen trabajo que nos les permite satisfacer ese piso ruin de las necesidades básicas. Que cada vez son más básicas, porque para el hambre solamente se les ofrece pan duro. O sea: las proteínas y otros nutrientes esenciales por su ausencia no brillan.
Si tuviera la capacidad de captar la totalidad de la catástrofe, creo que enloquecería. Un poco más todavía. Por eso los medios se quedan pegados a veces durante horas al aspecto más superficial de las catástrofes cotidianas. Muertes injustas y arbitrarias por un micro ómnibus en la ruta 2 que son analizadores de cómo todo el sistema de transporte se basa en la obsolescencia de los buses, las condiciones de sobre carga laboral de los choferes, rutas y autopistas cuidadosamente no vigiladas. Se menciona el exceso de velocidad, pero no se menciona la absoluta falta de control de ese exceso en el auge de las cámaras de control y los drones.
Los peajes de las autopistas son confiscatorios y no retornan con medidas de protección. Las rutas comunes pocas veces tienen banquinas. Se ponen carteles de animales sueltos a pesar de que los animales no leen. Y los otros animales, los que manejan, poco pueden hacer porque ellos también están sueltos. Como todos los remedios fueron peor que la enfermedad, ya no hablamos más de la enfermedad. Ahora estamos esperanzados en un nuevo remedio. Pero el cinismo canalla de hablar de “núcleo duro de la pobreza”, “pobreza estructural”, encubre con sábanas cortas que también un “núcleo duro de la riqueza” y una opulenta “riqueza estructural”.
La propuesta de este Consejo de Potables para combatir el hambre, tiene la tarea de dar comida a los pobres (en realidad empobrecidos) sin modificar los hábitos alimentarios de los ricos (en realidad enriquecidos) ¿Estamos peor que en la dictadura? Obviamente, porque en la dictadura la democracia era una esperanza. Ahora los jóvenes vuelven a huir y se dejó gobernar, incluso se construyó complicidad siniestra, con los CEOS MEOS que tomaron al Estado como empresa privada.
Haber aumentado más de 10% la cantidad de empobrecidos, no debe hacer olvidar que en el 2015 había un 25% de pobreza y exclusión social. Como se comprenderá, prefiero todos los errores de Evo a todos los aciertos de Macri. Pero Evo, Macri, Cristina, el Alberto, son marcas. Lo importante es que mareas rebeldes se pueden construir para imponer procesos de cambio, ahora sí, estructural. Que destroce los núcleos duros del despojo. No se trata de crecer para poder pagar la estafa externa. Se trata de no pagar para poder crecer.
Ignacio Pizzo, militante con matrícula de médico, escribe: “El recuento de derrotas continúa. Se pueden escribir tratados acerca de enfermedades, de mortalidad, de condiciones evitables que no supimos, prevenir, ni tratar ni acompañar. A cambio hemos elegido privilegiar el atletismo bursátil, la fragmentación social como modalidad de control de masas y nos hemos degradado al punto de reducirnos a ser meros consumidores a costa de eliminar a quien queda a la vera de la fiesta con la ñata contra el vidrio. A la vez aplaudimos a las figuras de los olvidos, a los impostores que se disfrazan de lobos buenos, y hablan del hambre en Puerto Madero. El gobierno que termina dejó la “pobreza cero” cajoneada y se retira con 40 % de votos habiendo aumentado la pobreza al 35,4% lo que equivale a 15,9 millones de argentinos, (según el Indec) partiendo de una base de un 29 % a fines del 2015 (dato alternativo sobre la pobreza de entregó la UCA), concerniente a quienes ahora regresan con un número de votos cercano al 49%. Al parecer aquello que llamamos democracia representativa, no alcanzó el objetivo, voto mediante, para comer, educar y curar”.
Es así nomás. De tanto que parece, si usamos el telescopio político y sostenemos que el que “mucho abarca, mucho aprieta”, ese recuento de derrotas que tiende al infinito, también será derrotado. No será por supuesto si nos sumamos al coro de lo posible, de la nueva y terrible herencia recibida. Muchos son parte del problema que ahora pretenden resolver.
Quizá nosotros también lo seamos, cuando seguimos con nuestro “macartismo de consorcio” y toda la culpa la tienen los troskos, como se lo he escuchado a varios potables del campo popular. No estoy seguro de que venceremos. Pero no tengo duda que lucharemos. Más allá de las marcas líderes en este mercado de la democracia y sus vísperas.
Pintura: Luis Felipe Noé
Edición: 3893
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