La democracia del olvido

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Por Alfredo Grande

(APe).- Igual que la nave del olvido, la democracia del olvido no ha partido. Chavela Vargas tendría que haber cantado una versión especialmente dedicada a la pandemia de “fingir demencia” que, sin tratamiento ni vacuna posible, hace estragos en la casta política. No sabe, no contesta, no recuerda, sin comentarios. Catequesis de la impunidad anunciada.

La defensa en debido proceso, herramienta para acotar los poderes de las divinas majestades, ha sido capturada por los propietarios del mundo para sostener el vellocino de oro de la impunidad perpetua. La justicia, abstracción que apenas encubre lo injusto, es invocada, nunca en vano. Ahora es más conveniente un juicio que un mal arreglo político. No debe ser casualidad que las castas políticas tengan mayoría de abogados y abogadas, algunas y algunos más exitosos que otres.

La acumulación de poder es directamente proporcional a la capacidad de olvido. Dicen que nadie resiste el archivo. Lamentablemente, ya no es necesario resistirlos. Siempre habrá quien los destruya.

Cuando el ministro del interior del gobierno en la presidencia de Héctor Cámpora , Esteban Righi, en el año 1973, decretó la amnistía para todos los presos políticos por la dictadura que comenzara el general Juan Carlos Onganía, el fundamento era que estaban presos por luchar contra el estado terrorista. Eran presos políticos, que no es lo mismo que presos por gestiones dentro de gobiernos constitucionales. Si bien el lawfare es un artificio represor, no pienso que pueda aplicarse por default según pertenencias partidarias.

El ministro Righi, que décadas después fue cesanteado del gobierno kirchnerista por intentar investigar al Amado Boudou, hizo de la amnistía / olvido una herramienta política para la continuidad de una lucha contra el capitalismo y por la patria socialista. Pero todo queda capturado por el poder represor. Desde la auto amnistía que los genocidas se administraron antes de la transición a la democracia restitutiva, un largo camino se ha recorrido en el camino a la democracia del olvido. La memoria histórica sigue una desigual pulseada con el olvido, también histórico.

El olvido de los holocaustos del pasado y del presente, mantiene como paradigma, y quizá como única expresión, la masacre planificada de judíos perpetrada por la jerarquía nazi. Pero esta masacre no fue solamente de judíos y tampoco fue solamente perpetrada por los alemanes. Hay una democracia del olvido que finge demencia del pacto Churchill - Hitler y la complicidad de las democracias capitalistas con el Partido Nazi. Destruir al comunismo valía el pacto con los demonios.

No podemos olvidar el pacto perverso exterminador entre las dictaduras cívico militares y las democracias gerenciadas por partidos políticos que son los gendarmes del capitalismo y de los diversos imperios. Escribí no podemos. Pero tampoco podemos impedir que el olvido sea una política pública. Por algo hace muchos años se impuso la consigna: “No se olviden de Cabezas”. Es muy evidente que el sentido de esa consigna es la convicción que el olvido es un destino casi inexorable. Pero no es algo que les pasa a los malos.
También nos pasa a muchos y muchas de los que nos consideramos buenos. O al menos un poco mejores.

La democracia del olvido tiene en las diferentes formas de encubrimiento una herramienta poderosa. “Sarmiento tuvo una idea maravillosa, que todos los chicos vayan al colegio con un guardapolvo blanco, para que toda diferencia social quede oculta bajo el delantal blanco para que todos sean tratados del mismo modo", citó el presidente Alberto Fernández”. La diferencia social debe quedar oculta. Y aquello que queda oculto es fácilmente olvidable. Ocultar y olvidar son una siniestra pareja. Encubrir para que la memoria no sea acosada por las pesadillas de las generaciones pasadas, parafraseando a Marx.

Lo curioso es que hay una militancia del olvido incluso en aquellos que proclaman las glorias del pasado. Un dirigente importante pidió que haya “un poco de justicia social”. Es un olvido activo porque la justicia social forma parte de una totalidad que no admite “poquitos”.

Otra forma del olvido es cuando se pide “más democracia”. Como si fuera un problema de cantidad, cuando de lo que se trata es de calidad. Más de lo malo es sin dudarlo, peor. Olvidamos el suicidio de Lisandro de la Torre, asqueado por el asesinato en el Senado de la Nación y el pacto Roca -Runciman. El único antídoto contra la democracia del olvido es la militancia por los recuerdos y la memoria histórica. La que sostienen los historiadores revolucionarios y los revolucionarios que hacen historia.

Dice Eduardo Soares: “Saben que Lichita no se da por vencida, aún herida en una pierna y en la cabeza. Las ejecuciones de Lilian y María Carmen de 11 años y la lucha de Lichita de 14 años son ya parte de la Historia del Paraguay y de Nuestra América. Y en eso la Gremial de Abogadas y Abogados aportó lo que pudo. La Solidaridad siempre vale la pena”. Para construir la democracia de la memoria histórica y del recuerdo militante.

Pintura: Aylen Russinyol
Edición: 4155

 

 

 


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