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Por Carlos del Frade
(APE).- La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional no es el Fondo Monetario Internacional.
No se trata de un organismo de crédito multinacional dirigido desde los Estados Unidos, ni surgió después de la segunda guerra mundial.
Tampoco impone planes económicos que angostan la vida de millones de personas que viven en distintos países del sur del mundo. Ni siquiera sus intereses representan acreedores de naciones poderosas ni los gobiernos la consultan.
Al contrario, la CORREPI es, generalmente, ninguneada por los gobiernos de turno.
Pero la CORREPI, nacida en 1995, en medio del furioso sistema que se tragaba familias enteras en las fauces de la desocupación y la pobreza por exigencia del dios mercado, es un organismo multiexistencial y que, a su manera, también representa distintos acreedores.
Merecedores de ser saciados en las legítimas deudas que encarnan.
Desde 1995, la CORREPI viene presentando informes de las víctimas por gatillo fácil y torturas seguidas de muerte que se registran en cárceles y comisarías de todo el país.
Sus estudios dicen que desde la democracia hasta finales de 2005, en la Argentina fueron ejecutadas mil ochocientas ochenta y ocho personas (1.888). Un número fácil de escribir, imposible de imaginar tal como lo que representa: caras, manos, cuerpos e historias alojadas en esos cuerpos.
El último informe dice que las fuerzas de seguridad mataron a razón de una persona cada dos días, cada cuarenta y ocho horas. En 2004 el promedio era cada sesenta horas. Es decir que se incrementó el número y se redujo el tiempo de descanso en la cacería que desatan los integrantes de las policías provinciales, federal, gendarmería, prefectura y servicios penitenciarios varios.
Durante los treinta meses de la gestión del presidente Néstor Kirchner, la misma administración que impulsa una forma de política de derechos humanos, se produjeron 420 muertes. Mientras que en los tiempos de Fernando De la Rúa, fueron 436 y en el segundo mandato de Carlos Menem, las víctimas sumaron 383.
Pero, como queda dicho, la CORREPI no es el FMI.
Apenas una organización social argentina que representa los derechos avasallados de cientos de acreedores que no tienen la suerte de exigir un pronto pago para sus deudas afectivas.
Nadie le cancela semejante acreencia de justicia, dignidad y amor de una sola vez y por anticipado.
La CORREPI no es el FMI pero también muestra los métodos con que se maneja la Argentina real.
La investigación de la CORREPI agrega un dato que espanta por la elocuencia del sistema: el 64 por ciento de los asesinados son muchachos entre quince y veinticinco años.
Seis de cada diez muertos por la represión institucional tienen entre quince y veinticinco años.
Y también seis de cada diez presos en las principales provincias del país tienen entre quince y veinticinco años. Asimismo seis de cada diez desocupados en los mayores aglomerados de la Argentina tienen entre quince y veinticinco años.
El sistema es elocuente. Castiga a los que por necesidad biológica y cultural tienen necesidad de cambiar el presente. Una clave que se proyecta desde hace treinta años en la historia de estos arrabales del mundo.
En el momento de la presentación del estudio, tres mil militantes de diversas organizaciones sociales y políticas acompañaron a la CORREPI.
No son economistas ni técnicos avalados por usinas internacionales como el coro que suele aparecer junto al FMI.
Son compañeros que todos los días se dan cuenta que la deuda interna es cada vez mayor y más perversa, pero insisten porque sus acreedores lo merecen. Forman parte de las mayorías.
Fuente de datos: Agencia de Comunicación Rodolfo Walsh 12-12-05 / CORREPI (www.correpi.lahaine.org)
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