La cara del hambre

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(APe).- Las familias de nuestro país tuvieron días en que la hora de comer, era tan clara como sus propios sueños. Trabajadores del campo o de la ciudad, asistían a sus mesas de manteles luminosos, donde la patria -con sólo nombrarla- se repartía entre todos, como un fruto generoso y nutricio. La voz de cualquier madre sonaba puntual, con dulce apremio, como campana súbita -diría Pablo Neruda- llamando a sus hijos al almuerzo o a la cena. Era un país extendido en lentos paisajes, amarillos trigales de abundancia. Y aún entre los más humildes, el pan era medido con sabia jerarquía, como el río y el árbol y la estrella.

 

Pero todo quedó hundido en otro tiempo, como si fuera el relato minucioso de una fábula con triste moraleja. Con un 70% de los niños sobreviviendo en la pobreza, las voces de las madres hoy son una flor de insomnio que, en su vigilia cotidiana, invocan al corazón mojado de la papa o a la blancura de viento de la harina, para que sus hijos puedan transitar el día. Según declaraciones del Dr. Alejandro O’Donell, “una de las máximas autoridades de nuestro país” en el tema nutricional, existen datos que indican “un aumento en los casos de desnutrición” y las graves consecuencias de esta situación se han dibujado como un signo en el futuro inmediato.

Las familias pobres excluidas de toda dignidad pública, representan más de la mitad de la población, y son las que tienen el mayor número de hijos. El amor es un hallazgo y lo multiplican porque saben que el futuro se construye con niños. Con la esperanza de que aún pueden cantar, danzar en torno de la alianza, construir el arca y lanzar la paloma.

Sin embargo el futuro -para la mayoría de nuestros chicos- tendrá un diseño petiso -adultos de baja talla- y serán vidas con inteligencias mutiladas. “Comer bien cuesta caro”, dice O’Donell y agrega que la obesidad es uno de los problemas más importantes, junto con la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, derivados de “comer mal” durante la infancia. Pan y fideos, en el mejor de los casos, ayudan a los pobres a nadar en una competencia de náufragos. Así, la llamada “desnutrición oculta” tiene -según O’Donell- en la obesidad, su “cara más visible”, pero bien se podría decir que ésta no es otra cosa que la cara regordeta del hambre.

Fuente de datos: Diario El Día - La Plata 28-10-04


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