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Por Carlos del Frade
(APe).- -Acordate que los pibitos crecen – así decía el cartel escrito a mano dejado el 13 de octubre de 2020 en la zona de calle Pueyrredón al 4200, en Rosario, escribe el joven y talentoso periodista Martín Stoianovich en una nota publicada en el portal “Enredando” de la ex ciudad obrera.
Antes del mensaje habían sucedido un par de balazos, prueba inequívoca de la lozanía de una de las principales arterias que alimenta el corazón del capitalismo como es el contrabando de armas y municiones.
En cercanía del día de los reyes magos, aquella inscripción motiva a pensar cómo fueron creciendo las pibitas y los pibitos en estos atribulados arrabales del mundo en los últimos veinte años.
Porque cuando los reyes llegaban a la Argentina de las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado, esos amaneceres del 6 de enero se expresaban en sonrisas plenas en las calles de las principales ciudades que, por entonces, creía todavía en la cultura industrial y obrera.
Melchor, Gaspar y Baltazar arribaban a espacios donde el trabajo zurcía el tejido social del país que canta todavía su sueño de ver a la noble igualdad en el trono de la vida cotidiana.
La industria nacional, casi una leyenda melancólica en este inicio de 2021, llenaba las alforjas de aquellos reyes, con bolitas, juguetes de todo tipo, muñecas y trencitos que llevaban su sello.
En las últimas dos décadas -desde 2001 hasta aquí- las bolsas de los tres muchachos que siguen a la estrella de Belén ya no tienen esa marca.
Quizás por eso muchas pibitas y pibitos van creciendo sin libros, cuentos ni juguetes, como suele publicar la encuesta que realiza el Barómetro de la Deuda Social Argentina.
Las personas que atravesaron esas décadas seguramente podrán recordar algunos de esos juguetes y, al mismo tiempo, ensayar ciertos balbuceos sentipensantes para pensar cómo fue modificándose el contenido de los cargamentos de los tres reyes magos.
La celebración de la niñez parece haberse relativizado en Argentina.
No suenan tambores de rebelión ante la temible evidencia que desde hace tiempo las chicas y los chicos no son los únicos privilegiados si no los primeros perjudicados como consecuencia de la concentración y extranjerización de las riquezas, más allá de ciertos períodos de tenues regulaciones a la voracidad del capitalismo en nuestras tierras.
¿Qué dirán los tres muchachos que necesitaban agua y pastito para alimentar sus camellos en la noche del cinco de enero?.
¿Qué dirán de sus recuerdos sobre aquella Argentina y la del presente?.
¿Qué dirán de las pibitas y los pibitos que, indefectiblemente, crecen en la tierra del pan, la carne, el agua y las riquezas alguna vez inagotables?.
Hay una historia en los juguetes que antes estaban y hoy ya no están en las mochilas de Melchor, Gaspar y Baltazar.
Una historia que habla de saqueos y resignaciones pero que, todavía, tiene espacio para las esperanzas.
Porque la verdadera magia de los portadores de regalos está en su tozuda insistencia en protagonizar la historia para que las pibitas y los pibitos sean felices.
Esa obstinación en querer ganar el campeonato de la igualdad y la felicidad hasta el último momento.
Por eso, ante la nueva llegada de los magos de Oriente, sería bueno pensar en la memoria de sus alforjas, de los juguetes que ya no están y también en las pibitas y los pibitos que esperan de nosotros la porfiada defensa de la ternura como única expectativa de crecer en busca de un presente mejor.
Edición: 4143
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