Un recorrido profundo por las estadísticas delictivas del territorio bonaerense

La adolescencia tan temida

En la provincia de Buenos Aires hay apenas 518 jóvenes privados de libertad. Hubo 61 homicidios en 2021 en el fuero penal de jóvenes contra 733 cometidos por adultos. Sin embargo, todos los dardos se dirigen hacia lo que Berni define como “el peor de todos los delitos violentos, que es el delito juvenil”.

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Por Claudia Rafael

(APe).- Cuando la máxima referencia en Seguridad de la provincia de Buenos Aires arenga con voz de mando que “el Estado es incapaz de contener el peor de todos los delitos violentos, que es el delito juvenil” está diciendo lo que cree que “la gente” (esa figura amorfa que repele el concepto de pueblo) quiere escuchar. Música para esos oídos. Y por si acaso, le encanta redoblar todas las apuestas: “No tengo ninguna duda, hay que discutirlo, hay que cambiarlo, es una ley arcaica e inclusive es nociva para los propios menores. Hay que bajar la ley de imputabilidad”. Así va afilando sus colmillos y los de la Bonaerense a la que comanda mientras incide en el crecimiento de los de una amplia porción de la sociedad. Aunque refiera –como hizo por estos días en el fogoneado como el caso “del ingeniero”- a un mayor de edad. No importa. Ni fue un error. Todo sirve para llevar agua para el propio molino.

Queda por fuera de esta discusión a quién y a qué responde Berni en sus pugnas para ver si puede vencer por nocaut a todos sus contrincantes. Detrás de todos los discursos para la gilada, hay cifras que no se miran. Y que deberían ser un punto de partida interesante para un debate en serio.

Hoy llega a 518 el número de chicos privados de libertad (el 20 por ciento en semilibertad) en el territorio bonaerense. El grueso por delitos contra la propiedad. Apenas trece del total son mujeres (7 privadas de la libertad y 6 en semilibertad). Cifra esta última que confirma que la peor de las categorías a ojos bernianos es la de varón joven. Es en esas categorías que entró Alex, el chico que murió hace pocos días –por quemaduras y por la toxicidad del humo- en el centro de recepción Pablo Nogués, en Malvinas Argentinas, tras un incendio mal atendido por los guardias.

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Foto: Marcelo Del Arco

No está demás en esta recorrida escudriñar en las estadísticas poblacionales del Indec. En la provincia de Buenos Aires se llega a poco más de 17 millones y medio de habitantes (algo más de la mitad son mujeres). Pero también aportan lo suyo los registros de la Procuración de la Suprema Corte que concluye que en 2021 dentro del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil (FRPJ) se cargó un total de 18.503 delitos de los que 5900 (algo más de la tercera parte) son contra la propiedad. No son estos, en general, los que retumban en los medios y los que fogonean los cultores del manodurismo. Pero sí son los que van abonando el incremento en las rabias sociales masculladas a diario y en silencio.

Durante todo 2021 hubo en ese Fuero 61 homicidios “consumados” y 93 “en grados de tentativa” (se incluyen los que fueron homicidios agravados, criminis causa –que se concretaron para tapar otro delito- o en ocasión de robo). Siempre sirve comparar: entre los adultos todas esas variantes de homicidios fueron 733 consumados y 1023 en grado de tentativa. Es decir que los homicidios consumados cometidos por jóvenes constituyen el 7,68 por ciento. Y el 8,33 por ciento de los que quedaron en el grado de tentativa pertenecen al Fuero Penal Juvenil. Sin embargo, los medios y ciertas figuras del poder repiten como muletillas infinitas que todos los males del mundo delincuencial provienen del universo juvenil.

Acá es donde hay que echar mano nuevamente al Indec y sus números. De la población total de la provincia casi 5 millones 600 mil pertenecen a la franja 0-19 años. De 20 para arriba hay algo más de 12 millones de habitantes. Entonces al cruzarlos con los registros de Procuración, un 0.1 por ciento de los delitos fueron cometidos por jóvenes. Mientras que el 4,78 por ciento por adultos. Desde un hurto hasta un homicidio. Aunque respecto del total de delitos cometidos en 2021 en todo el territorio (865.676 entre los dos fueros), los 61 homicidios consumados dentro del FRPJ constituyen el 0,007 por ciento.

De todos modos, el fogoneo repiqueteado por las voces del manodurismo extremo sólo enfocan sus miras recargadas contra adolescentes y jóvenes. Si hoy hay 518 jóvenes privados de su libertad o en semilibertad, representa el 0,02 por ciento de esa franja etaria en las estadísticas del Indec.

Los números duros, sin embargo, no permiten visualizar dolores y pérdidas. Muestran un escenario que se centra en los hechos en el instante en que ocurren. No ofrecen más que la fotografía pero una fotografía que no tiene falacias.

Hay una película mucho más vasta. Están los dolores de las víctimas, a quienes no les importa, después de todo, si quien disparó estaba en tal o cual franja etaria.

Pero hay otras películas que dan cuenta de la historia de un país que viene sosteniendo exclusiones a lo largo del tiempo y viene construyendo caminos hacia el no futuro de grupos poblacionales.

Eduardo Galeano escribía que “el mismo sistema productivo que desprecia a los viejos, teme a los niños. La vejez es un fracaso, la infancia es un peligro. Cada vez hay más y más niños marginados que nacen con tendencia al crimen, al decir de algunos especialistas. Ellos integran el sector más amenazante de los excedentes de población”. Y sin conocer a Berni, a Bullrich, a Millman y a los tantos que unifican sus discursos detrás de la sed de sangre joven el uruguayo plasmaba que “los gobiernos y algunos expertos en el tema comparten la obsesión por los niños enfermos de violencia, orientados al vicio y a la perdición. Cada niño contiene una posible corriente de El Niño, y es preciso prevenir la devastación que puede provocar”.

La discusión por la seguridad ciudadana está plagada de trampas y engaños. Hay mucho por husmear en el detrás de escena. Cuando se pugna por perseguir “el peor de todos los delitos violentos, que es el delito juvenil”, se evita poner sobre la mesa el largo historial de cooptaciones estatales (desde diferentes brazos) a través de las mafias policiales, de las causas armadas, de punteros políticos. Unos y otros, con promesas de crecimiento económico para pibes hundidos en los derroteros múltiples de la exclusión.

El viejo debate por la seguridad no puede centrarse en la punición a franjas sociales a las que se empujó previamente a todos los abismos. En donde se rehúye la mirada sobre una sociedad que fue conduciendo sus pasos hacia este mundo profundamente injusto que –como tan bien describía Galeano- “convida a todos al banquete pero cierra la puerta en las narices de la mayoría y es al mismo tiempo igualador y desigual”.


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