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Por Carlos del Frade
(APe).- Janus Korczak era el maestro judío a cargo del orfanato de Varsovia con doscientos chicos y chicas encerrados en el gheto.
Le prometen que se puede seguir vivo. Que no debe tener el destino de sus alumnos.
Korczak no acepta seguir viviendo.
Rechaza la invitación de los nazis.
Él quiere seguir junto a sus doscientos chicos y chicas.
Wladyslaw Szpilman, autor de la novela “El pianista”, sostiene que Korczak, el 6 de agosto de 1942, decide abrazarse a las pibas y los pibes y seguir con ellos a Treblinka donde los esperan las cámaras de gas del tercer reich.
Cuenta el escritor que "les dijo a los huérfanos, sonriendo, que se preparasen para ir de excursión; cambiarían el aire opresivo de la ciudad por praderas con flores, arroyos donde bañarse y bosques con fresas y setas para comer. Les dijo que se pusieran su mejor ropa, y así vestidos salieron al patio, formaron una fila de a dos, felices y sonrientes. Al frente iba el doctor Korczak cogiendo la mano a un niño. Delante de ellos iba un oficial de las SS".
La guerra contra las pibas y los pibes tiene postales estremecedoras.
El capitalismo no duda en maltratar a las chicas y los chicos.
Cuando terminó la segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó y perfeccionó los métodos de tortura nazis y los sembró en distintos lugares de la cápsula espacial llamada planeta Tierra.
Cada una de las dictaduras en América latina tuvo maestros en la tortura educados en los manuales norteamericanos surgidos de la experiencia nazi.
Dice la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos que entre octubre de 2017 y abril de 2018, 26 mil chiquitas y chiquitos ingresaron al imperio sin ninguna persona mayor y que, por lo tanto, fueron encerrados en “campos de refugiados”.
Alrededor de 10.800 pibas y pibes desesperados ahora pasarán a manos de los militares de Estados Unidos.
Esa fue la orden que el presidente Donald Trump le dio al Pentágono. Las bases militares serán las nuevas cárceles para las niñas y los niños que huyen de patrias saqueadas por planes políticos, económicos y militares, justamente, impuestos por Estados Unidos.
¿Cuántos maestros como Janus Korczak seguirán a sus alumnas y alumnos hasta esos nuevos “albergues”?.
Pero además hay otros 2.300 chicos y chicas separados de sus padres y que hoy están en centros de reclusión provisorios, la mayoría de ellos en Texas.
En realidad son jaulas.
Jaulas para chicas y chicos de cuatro a quince años.
Muchas y muchos de ellos son descendientes de la gran cultura maya hoy devenida en una melancólica muestra de un esplendor que ya no es.
Hablan el quiché y nadie quiere entenderlos.
Apenas aparecen algunas frases impostadas.
-Entendemos que ahora la práctica será detener a los niños con sus padres y hemos dicho una y otra vez que los niños nunca deben ser detenidos por razones relacionadas con su situación migratoria – sostuvo Ravina Shamdasani, vocera de la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Pura hipocresía de ocasión.
Como los nazis, Estados Unidos no tiembla en encerrar a miles y miles de chicas y chicos sin importar que puedan morir pronto.
Hará falta la construcción de un fenomenal maestro Korczak que sea capaz caminar junto a sus pibas y pibes para que el destino, alguna vez, no sea el último final.
Edición: 3639
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