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Por Alberto Morlachetti
(APE).- Mutis decía que jamás en su vida sobre la tierra el hombre ha vivido más solo, más aislado de sus semejantes, más vejado por sus propios inventos destinados a mutilar nuestra perturbadora humanidad, como en este tiempo donde se pregonan las virtudes de una comunicación -gota a gota pensada- que impide develar los ojos claros de la vida.
El hombre -en algún tiempo- solía comunicarse con sus semejantes gracias al color de su voz o con el brillo de su mirada. Ninguna de estas herramientas de relación suelen ser propensas a la mentira y “al engaño institucionalizado” que usan hoy los grandes medios de comunicación -alentados por el Gobierno- que afirmó rebelarse contra el FMI, pero agitó bandera blanca y pagó “deuda ilegítima” al Organismo de Crédito.
Nueve mil quinientos treinta millones de dólares, que hubiesen logrado casi 3 años sin hambre en nuestro país. Ficciones de Gobiernos “de hiperbólicos comienzos y de tristes remates” que no guardan ninguna consideración por esa intimidad que cada hombre guarda en su interior para ofrecerla como “una prueba de amor” o como un argumento “para afirmar su ser en el mundo”.
La pequeña Karina de un año encontrada -hace unos días- con apenas 4 kilos reveló en qué consiste el juego de la muerte y despertó una mirada ligera sobre la aldea Yeyi en Misiones donde la cultura Guaraní vierte -en sus ruinas- los vestigios de una antigua belleza. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos escribía Martí. Sin embargo los innumerables niños desnutridos buscan en los senos secos de la aldea la leche agotada de la mañana.
La soledad son unos cuantos perros que ladran a la luna en Yeyi o en Villa Fiorito mientras una oración sin esperanza le quita niños a los potreros.
Fuente de datos: Diario Página/12 06-01-06
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