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Por Alfredo Grande
(APe).- Las palabras son poderosas. Freud, que para mí sigue siendo fuente de toda razón y justicia, (o al menos de alguna) diferenciaba entre representación cosa y representación palabra. Cuando la palabra queda disociada de la cosa, o sea, la palabra reemplazaba a la cosa, estabas en el terreno de la psicosis: alucinaciones y delirio. Lo que llamo el “alucinatorio politico social”. Obviamente, pensado desde una “clínica social” y no desde la remanada clínica individual.
El negacionismo no es solamente del plan de exterminio de la dictadura. Hay negacionismo cuando seguimos diciendo “democracia”, aunque la cosa democracia esté totalmente ausente. Cada vez que criticamos a la democracia, por las razones que sea, estamos incurriendo en el delito político de leso negacionismo. Confundir democracia con sufragio es aberrante.
El Gobierno de Ocupación que padecemos ha sido sufragado lo que no lo habilita a naufragarnos. El Gobierno de Ocupación sufragado ha decidido invocar la democracia en vano. Conserva la palabra y ha destruido la cosa. Hablo entonces del “fetiche de la democracia” O mejor, en realidad peor. De una Democracia Fetiche. El fetiche es la parte por el todo. La parte: la división de Poderes. Que en realidad es una escisión, una atomización de poderes. Un país híper presidencialista anula la división y la reemplaza por una invasión del poder ejecutivo hacia los otros poderes. Y cuando hablo de poderes incluyo al poder del pueblo.
Poder Ejecutivo Invasor me resulta más referencia a la cosa que cacarear con Presidente. Una muestra más es la actual confusión / disociación entre “gasto e inversión”. Hoy con el fetiche del gasto público, se hace obscena la mezcla entre gasto e inversión, entre el calefón y la biblia. Lejos de abandonar toda esperanza, recupero todas las esperanzas. La principal, desalojar al Gobierno de Ocupación. Sufragado para gobernar democráticamente.
La motosierra era para eliminar una casta, y terminó inventado castas nuevas. La moto no cierra. Pero somos esclavos del fetiche. Los argentinos emulamos al Dr. Frankenstein que creó al monstruo que luego lo enfrentó. El monstruo no fue el invento, sino el inventor. O sea, nosotros. Nos tenemos que mirar en ese espejo, en el cual seguro veremos a los luchadores por la Patria Socialista, el programa de Huerta Grande de 1962, y tantas victorias logradas. Aunque parafraseando a Rodolfo Walsh, la cultura represora siempre se ocupa de ocultar las derrotas que ha tenido. Y exaltar las victorias, que tarde a temprano son siempre a lo Pirro.
La noticia buena es que la Democracia Fetiche no soporta ningún archivo. Ni siquiera el propio. Por eso voy a incluir una referencia necesaria a lo que se llama “El Malón de la Paz”. Un Malón de la Paz para interpelar al poder y al falso progreso. En tiempos de elecciones y promesas de corto plazo, las comunidades indígenas plantean cuestiones de fondo y estructurales. Como en 1946, los pueblos originarios se movilizaron en un nuevo Malón de la Paz hasta Buenos Aires. La arbitraria reforma constitucional de Jujuy, la defensa de los territorios ante el extractivismo y el derecho humano al agua. (Agencia de Noticias Tierra Viva)
Si la lucha son todas las luchas, hay una necesaria continuidad entre niñez, jubilades y pueblos originarios. La democracia fetiche necesita hacer negacionismo de todo origen. Por algo el genio de Engels escribió El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884). La cultura represora, el Gobierno de Ocupación, las derechas nuevas (feudalismo digital) y las derechas viejas (fascismo) no toleran conocer ningún origen. Hay demasiados cadáveres en el placar. Y no toleran conocer ningún origen porque necesitan indultar los destinos. La planificación de nuevas formas de exterminio.
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