Juancito en llamas

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Por Sandra Russo

(APE).- Primero ubiquemos el lugar. No es fácil imaginarse ese punto tan perdido en la Argentina profunda. El “puesto” en el que la familia Trigo cría cabras está en el medio del campo, sobre Callejón Genet, tres kilómetros al Este de la ruta 40, cerca de El Carrillo, provincia de San Juan. Julio y María, los padres, tienen cinco hijos.

Las cabras que rodean el rancho no logran abastecerlos. Julio y María hacen changas en fincas de los alrededores cuando los llaman. Y esta vez, dejaron en el rancho a cinco de sus siete hijos. Ya había pasado, muchas veces los habían dejado solos. ¿Qué otro remedio había? Las changas no se pueden desaprovechar.

A las cinco de la tarde, Juancito, de siete años, y Héctor, su hermano mayor, de trece, decidieron hacer fuego para prepararse un mate cocido. Merienda de campo. Chicos que se las arreglan. Pero la costumbre no puede doblegar la niñez. Los niños no miden algunas consecuencias. Y Juancito quiso avivar el fuego en el que hervirían el agua con kerosene. Bastó la primera rociada para que las llamaradas lo envolvieran. Estuvo a punto de quemarse vivo. Su cuerpo quedó con lesiones en un 70 por ciento. Especialmente su cara. El hermano mayor... ¿puede alguien ponerse en lugar de ese púber responsable del más chico al verlo arder? Sólo atinó a acostarlo en una cama y a taparlo. Y allí hubiera muerto el chico de siete años si la casualidad no hubiese querido que poco más tarde un tío pasara por allí, y advirtiera la tragedia. Julio y María fueron llamados y comenzó el periplo en ambulancia por diferentes hospitales de la zona. Ninguno estaba preparado para salvar la vida de Juancito. Finalmente decidieron trasladarlo de urgencia al Hospital de Mendoza, donde está internado, entubado, zozobrando entre la vida y la muerte todavía.

Con lenguaje de campo y extraviado por la pena, Julio, el padre, dijo que está orgulloso de su hijo, porque “se portó como un hombre, no lloró”. Qué destino el de algunos niños. No llorar cuando arden. No llorar cuando padecen dolores inimaginables para la mayoría de la gente. Qué destino abierto a la desgracia repentina. Qué niñez apedrada la de tantos argentinitos.

En el Hospital de Mendoza, ahora, planean hacerle injertos en las piernas y en los brazos, aunque lo peor es que Juancito quedó desfigurado, y solamente una cirugía reparadora podrá recomponer sus facciones infantiles. A Juancito le quedará, de la niñez, su edad. Solamente esos siete años vividos. Pero su alma, ¿quién y cómo aplacará las llamas de ese almita apremiada por el dolor y solamente por querer tomar mate cocido, y estar solo, y ser chico y no saber?

Fuente de datos: Diario de Cuyo - San Juan 02-05-05

 


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