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Por Sandra Russo
(APE).- Para sostener la trama de la telenovela más exitosa durante 2004 estuvo bien: Padre Coraje era un héroe bandido que robaba a los ricos para repartir el botín entre los pobres. Claro que hay algunas diferencias con la información originada en un cable de la agencia TELAM la semana pasada y que fue retomada y difundida en diferentes medios. Dos adolescentes, de 15 y 17 años respectivamente, fueron detenidos en Avellaneda, acusados de lo mismo.
Pero Padre Coraje no salía de una villa sino de un orfanato, era rubio y de origen casi noble: pertenecía a una de las familias más encumbradas de La Cruz, el pueblo en el que se desarrollaba la acción. Los adolescentes detenidos en el asentamiento La Tranquila, en cambio, según fuentes policiales “se jactaban” de robar para repartir el botín entre sus vecinos, pero en sus historias personales no hubo ningún origen noble que los redimiera de ser, apenas, dos cacos cuyo destino será algún instituto.
Esas mismas fuentes policiales no abundaron en la “jactancia” a la que alude el cable de agencia. Sí precisaron que los adolescentes interceptaban a automovilistas en la avenida Mitre, en el tramo cercano al Puente Pueyrredón, los despojaban de sus pertenencias y los “llevaban cautivos a La Tranquila”. Personal del Comando de Patrullas de Avellaneda los detuvo después de que asaltaran a un hombre que circulaba a bordo de su Peugeot 206 por Mitre al 200. Siempre de acuerdo a esas fuentes, a los adolescentes les fueron secuestrados dos armas de diversos calibres.
El cable, como se dijo, fue levantado por diversos medios, que eligieron sus títulos haciéndolos girar alrededor de la presunta “jactancia”: “Chicos robaban para repartir botín en la villa” (El Independiente); “Se creían Robin Hood: detenidos” (Crónica); “Repartían lo robado en la villa” (La prensa); “Chicos robaban para repartir en un barrio y los atraparon” (La Unión). Sin detalles sobre la repartija, sin información sobre los presuntos “cautivos en La Tranquila”, sin más datos sobre esos dos adolescentes detenidos, queda pendiente, casi intrigante, la definición que proviene de las fuentes policiales y que abreva en esa palabra al menos extraña para ser usada en este caso: la jactancia, también inolvidablemente usada por Aldo Rico en la oportunidad de su levantamiento contra el orden democrático, cuando en Monte Caseros afirmó que “la duda es la jactancia de los intelectuales”. Jactancia de cultos, jactancia de pobres. Jactancia es una palabra con inocultable carga peyorativa por parte de quien la pronuncia. ¿Cómo y de qué manera se habrán “jactado” esos dos adolescentes de robar para otros? ¿Qué habrán dicho? ¿Habrá sido un atenuante, un motivo de orgullo, una modalidad novedosa, un rasgo particular en un caso de robo a mano armada? Sería interesante saberlo, pero la información enmudece al respecto. La palabra jactancia cubre, como un manto negro, lo particular, y lo envía a lo general. Dos pibes chorros más. Y jactanciosos.
Fuente de datos: Agencia Télam 21-01-05
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