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Por Carlos del Frade
(APE).- No hace mucho tiempo atrás, la provincia de Santa Fe, segundo estado argentino, anunció que podía exportar comida a varios países del planeta. Era una propuesta económica no exenta de cierta arista solidaria.
El llamado boom sojero generó, además de las inversiones inmobiliarias y del altísimo consumo de automóviles y el florecimiento de shoppings en las principales ciudades del territorio, la inquietud de distintos ingenieros que se imaginaron superar el hambre a partir del cereal que brota a mares del suelo santafesino.
Pero el hambre siguió invicto, no solamente en varias geografías del mundo, sino también en Santa Fe.
Bárbara Mineo, coordinadora de la llamada Acción Contra el Hambre, sostuvo que en la provincia existe lo que llama “el hambre oculta, que no se ve físicamente y que es la anemia. La misma que le compromete el desarrollo a muchos chicos y que los privará en un futuro de su salud y su educación. Estamos hablando que uno de cada cuatro chicos que ingresan al primer año de la educación general básica con seis años sufre anemia”, dijo la investigadora.
Uno de cada cuatro pibas y pibes santafesinos, en la tierra que daría de comer a varios países del mundo, está mal alimentado y tiene enfermedades como consecuencia de eso.
Una verdadera contracara para el optimismo de los defensores de la soja.
Pero quizás la explicación no esté solamente en la contradicción de lo que se dice y lo que verdaderamente se hace, sino en lo que se invierte para que las chicas y los chicos santafesinos no sufran hambre.
Desde el año 2002, el gobierno de la provincia invierte 85 centavos por ración diaria y 30 centavos por copa de leche que se sirven en los comedores escolares.
Una cifra que marca la estatura del problema del hambre o la mala nutrición en las agendas de los funcionarios del estado que se ufana de exportar por miles de millones de dólares anuales.
Menos de un peso diario para dar de comer.
El valor exacto de aquello que resulta menos que lo mínimo para alimentar a alguien. Casi la inversión de los estados de la antigüedad para garantizar veinte años de vida útil a sus esclavos, según cuentan las crónicas egipcias o espartanas.
Según el bloque de diputados opositores del ARI santafesino, “85 centavos es el valor de los 100 gramos de carne que debe consumir en el comedor cada chico de acuerdo con las instrucciones recibidas para los comedores; por otro lado, respecto del desayuno, la factura sola sale 15 centavos", afirma el documento que apareció en los medios de comunicación regionales.
Esos montos vienen del 2 de agosto de 2002 y no parecen tener relación alguna con los precios del presente.
Los diputados dicen que "en estas condiciones es imposible pensar que puedan cubrirse realmente las necesidades que se pretenden" y no parece ser una conclusión panfletaria sino una simple ecuación surgida del sentido común.
Si la anemia crece en Santa Fe, una de las principales productoras de alimentos en Argentina y América del Sur, no es producto de la fatalidad, sino de estos datos que demuestran que, aunque se diga lo contrario, es la consecuencia de una inversión para mal alimentar, una planificación para la esclavitud, como sucedía hace muchos siglos atrás.
Fuentes de datos: Diario El Consultor Web - Santa Fe 10-07-06 y Agencia de Noticias Red Eco Alternativo 18-07-06
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