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Por Sandra Russo
(APE).- El Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dio a conocer en Santiago de Chile un informe de acuerdo al cual en América Latina, actualmente, 52,5 millones de personas viven en condiciones de subnutrición, como una consecuencia derivada de la pobreza. El dato por sí mismo impresiona, pero lo hace aún más si se tiene en cuenta que América Latina es la única región del mundo en desarrollo que registra un superávit en su producción agrícola.
El informe, titulado “Tendencias y desafíos en la agricultura, los montes y la pesca en América Latina y el Caribe”, describe así cómo esos 52,5 millones de personas que representan un 10% de la población de la región, son víctimas de un concepto interesante, la “inseguridad alimentaria”. Interesante toda vez que la palabra “inseguridad” es usada la mayoría de las veces acotadamente, y a manera de ariete para penalizar a los pobres, que a su vez son mantenidos en la pobreza por una inseguridad previa, la alimentaria. Esta obedece, según la FAO, a “problemas que impiden que una parte significativa de la población tenga acceso a los alimentos disponibles”, lo cual constituye un obstáculo para romper el “círculo de pobreza” que se transmite de generación en generación.
La paradoja que refleja el informe es que un porcentaje tan alto de personas padeciendo subnutrición persiste en una región en la que los alimentos sobran. Inequidad e injusta distribución de la riqueza hacen que quienes nacen en la pobreza permanezcan en ella, fuera de los respectivos sistemas sociales, en sociedades que de modo explícito o implícito han decidido no asistir a los hambrientos.
“La agricultura, incluyendo los agronegocios, constituye un elemento estratégico del desarrollo de la región”, que es “también la más sensible a los cambios en los mercados agrícolas y la más afectada por las distorsiones en el comercio internacional”. Para 2005, la CEPAL prevé un crecimiento económico del 4,3% para las economías latinoamericanas, manteniendo así el ritmo de crecimiento que se inició en 2004, cuando registraron la mayor expansión en los últimos 25 años. Pese a eso, los datos del informe marcan la profunda grieta política que divide aguas entre los alimentos y quienes los necesitan. Pese al progreso económico, de 1960 hasta hoy, la pobreza latinoamericana aumentó de 110 millones de personas a 226, o sea un 44% del total de la población. De ese porcentaje, el 10% no sólo es pobre sino que tiene hambre. Demás está decir, ante este panorama, que la región, precisamente por su riqueza, es la que ostenta los mayores índices de desigualdad en el mundo. La “inseguridad alimentaria” no aparece por falta de recursos, sino por negligencia de quienes tienen en sus manos las riendas de su distribución.
Fuente de datos: Diario La Nueva Provincia - Bahía Blanca 15-08-05
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