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En busca del marsupio social
Hay bebés más prematuros que otros. Me interesa la prematurez de los y las bebés nacidos a término. Esa prematurez exige que haya un “marsupio social”. Es una licencia teórica haciendo la analogía con los marsupiales.
Segunda Parte
Por Alfredo Grande
(Ape).- En todo intento de discusión o intercambio con pretensiones de poner en superficie pensamiento crítico, hay dos riesgos: primero decir lo mismo con diferentes palabras. Esto abre al apasionante camino de las epistemologías convergentes y la trasdisciplina. Segundo: decir cosas diferentes, incluso incompatibles, con las mismas palabras.
En la primera parte de este texto, intenté desarrollar conceptos fundantes sobre infancias y subjetividad. Pero conviene que explicite cuál es el sentido en el que he utilizado esas dos palabras. Infancias alude a una etapa que comienza con el parto, incluso meses antes, y termina cuando el o la bebé que siempre es prematuro, desarrolla la autonomía suficiente para permitir no la mera supervivencia, sino la amplitud y diversidad de las vivencias.
Hay bebés más prematuros que otros. Me interesa la prematurez de los y las bebés nacidos a término. Esa prematurez exige que haya un “marsupio social”. Es una licencia teórica haciendo la analogía con los marsupiales. El popular canguro tiene una bolsita, llamada marsupio. Allí avanza la maduración del recién nacido. Al hablar de “marsupio social”, intento pintar una imagen que dé cuenta de que las infancias no pueden quedar “a la buena de dios”. Porque no suelen ser tan buenas…En realidad pueden ser muy malas. Pésimas.
Sin “marsupio social”, las infancias son condenadas al exilio cultural, social y territorial. La diferencia entre “cerebro, mente y subjetividad” merece ser explicitada. Cerebro es más ligado a la biología. Y fundamenta más el determinismo que el azar. El reaccionario dicho “lo que natura no da, salamanca no presta” es una evidencia. Se podría incluir también “al que nace barrigón, es al ñudo que lo fajen”.
Todo determinismo es otra de las marcas que la cultura represora imprime en el destino, o sea, en los horizontes de las infancias. La tragedia es que el determinismo ya no es patrimonio de la “natura” sino de la cultura represora. Por eso decimos “pobres” cuando en honor a una verdad instituyente, deberíamos decir “empobrecidos”. La opción por los pobres puede encubrir la opción por los empobrecidos. Y no habilitar la opción de luchar contra los “enriquecidos”.
“Mente” es un concepto más inclusivo. La estimulación temprana es una de sus evidencias. La interacción con el entorno potencia, amplifica y logra superar el determinismo cerebral. Entonces se abre otra opción que es la multiplicación de mentes brillantes. No es determinismo, pero tampoco es azar.
La cultura represora garantiza, la cultura no represora propicia. Entre garantizar la muerte y propiciar la vida hay una diferencia política y cultural que no es solamente una grieta, pero sí es una absoluta divisoria de aguas. Y al propiciar la vida mental, los procesos de subjetivación son posibles. Incluye los modos de construcción vincular, grupal, colectiva, política, social. Por eso la construcción de la subjetividad tiene una impronta de clase. Por eso habrá subjetividades de luchadores y habrá subjetividades de los represores. La derecha lo tiene claro desde siempre. La historia oficial de la educación, incluyendo la religiosa, es la prueba más contundente de esa infamia.
La educación popular ha sido siempre impulsada por la Fundación Pelota de Trapo. El Movimiento Nacional Chicos del Pueblo engendró la potencia instituyente de una subjetividad militante. Pero la cultura no tiene plazos sino objetivos. Y estrategias de encubrimiento refinadas.
Son los mecanismos de sustitución y de restitución. Serán desarrollados en la tercera parte así que solo daré indicios por ahora. La sustitución es análoga a los denominados procesos de rehabilitación y prevención terciaria. El concepto a desarrollar es reparación. Lo opuesto encubridor es la denominada restitución. Solo pretende mantener las formas. No importa que sea. Lo que importa es que lo parezca. Aunque cada vez lo parece menos.
Maquillaje y lifting social. La cultura represora que nunca invierte en sustitución, tampoco invierte en restitución. O sea: el fundamento represor de la cultura está en la superficie. Por eso la industria del entretenimiento más la banalización del bien nos obliga, ideológicamente obliga, a pensar en infancias y subjetividad.
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