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Por Mauricio Cornaglia
Foto: Miguel Gutiérrez Chero
“Yo decido en este momento estar a la intemperie. Estar a la intemperie es un grado de libertad de decir lo que uno piensa con la perspectiva de crear espacios donde el debate abra nuevas posibilidades, abra nuevos actores, incremente la participación”. Decía Andrés Carrasco.
Cada uno decide como quiere ser presentado. Cada quien intenta ser identificado como mejor le parezca, y ya. Nadie debe meterse con eso.
Ambientalistas, militantes socioambientales, defensores de bienes comunes naturales y de derechos humanos, de la soberanía y de la democracia.
Ahora bien, como sea, en muchos casos (muchísimos), esas definiciones no son compatibles con lo que se hace o con aquellos a quienes se acompaña.
No sería muy compatible, si se acompaña a espacios políticos que no han dejado de alentar el sistema extractivista depredador (con todas sus variantes).
No sería muy compatible, si se defiende a dirigencias políticas que fueron y son los lobbistas principales de los negocios de las grandes corporaciones extranjeras y locales.
No sería muy compatible, si se hace silencio ante la violencia ejercida sobre las comunidades que sólo cometen el pecado de defender lo que los agresores deberían estar defendiendo, porque para eso los eligió el pueblo.
No sería muy compatible hablar y hasta participar de movimientos que pregonan recuperar soberanía, y aceptar dentro de los mismos, personajes que durante décadas no han descansado en entregarla.
No sería muy compatible sentirse defensor de derechos humanos y mirar para otro lado cuando se reprime o se inventan causas a vecinas y vecinos que ponen el cuerpo en la defensa del agua y los ecosistemas.
Qué lío…
¿Sólo son conductas incompatibles, o podemos hablar de complicidad?
Podemos diferenciar. No deberíamos hablar de complicidad cuando se trata de aquellas personas que no tuvieron o tienen la posibilidad de acceder a toda la información.
Supongo que sí podemos y debemos, cuando se trata de quienes conocen, están al tanto, tuvieron y tienen todos los medios y las capacidades a su alcance.
El modelo extractivista se impone y sostiene con mucha violencia. Concretamente ejercida sobre seres humanos y todo ser viviente. Quedando solo en papeles y palabras el término “democracia”.
Hay quienes dicen ser sus defensores, al tiempo que minimizan y/o naturalizan el saqueo, la devastación, el despojo. Sabiendo que jamás son consultadas las comunidades que habitan los territorios sacrificados, antes de avanzar con los proyectos que vulneran todos los derechos, los de la naturaleza y los humanos básicos.
¿Condicionados, autoconvencidos, “malmenoristas”?
¿Todo junto?
No lo sabemos.
Sí sabemos, modestamente, que siempre es bueno volver a Andrés Carrasco, el más “digno” de todos los científicos, quien repetía: “No existe razón de Estado ni intereses económicos de las corporaciones que justifiquen el silencio cuando se trata de la salud pública”.
Pero además, agregaba: “Yo decido en este momento estar a la intemperie. Estar a la intemperie es un grado de libertad de decir lo que uno piensa con la perspectiva de crear espacios donde el debate abra nuevas posibilidades, abra nuevos actores, incremente la participación”.
“Estar a la intemperie es así. Sin paraguas, mojándose a veces”.
Nos surgen muchísimas preguntas.
Por falta de tiempo y espacio, formularemos sólo una…
¿Podrán dormir tranquilos con tanta contradicción y tanta hipocresía?
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Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.
Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte