Historias de puentes y resistentes

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Por Carlos del Frade

(APE).- La historia occidental está poblada de hechos heroicos sucedidos sobre los puentes.

Crónicas de batallas de heroísmo desproporcionado y que ingresaron al territorio de la mitología que suele acompañar la dudosa reputación de los ejércitos del mundo.

Una de ellas fue reciclada varias veces por el cine.

La resistencia que produjo un grupo de espartanos y tespios en el puente de las Termópilas, en el año 480 antes de Cristo.

Para la industria cultural de Hollywood aquello se tituló “Los 300 héroes”. Los que contuvieron durante varios días el avance arrollador de las huestes persas encabezadas por el rey Jerjes.

Allí estaban, varias veces menos en número, espartanos y tespios que decidieron sangrar hasta lo último siguiendo a su rey Leonidas.

Un gran escritor popular argentino, Héctor Oesterheld, escribió en relación a aquella emblemática demostración de valentía y resistencia: “Esparta ordenó defender las Termópilas. Eso haremos los espartanos... Arde el sol en el labrado puñal de bronce con filo de hierro. El Gran Rey parece viejo de siglos... Le miro los ojos cansados, el Gran Rey, ya sin la cólera de la batalla, es un hombre pequeño, por una vez quisiera sentirse espartano”.

Y terminaba diciendo Oesterheld en la primera mitad de los años sesenta al revivir la resistencia en el desfiladero puente de las Termópilas: “Camino hacia el norte, los senderos hacia el sur me están vedados. Tres ilotas prófugos se me unen, vamos hacia la escarpada Tracia. Me da lo mismo cualquier parte, el viento entre los árboles es igual siempre y sólo sabe suspirar un nombre... Yo estuve en las Termópilas, amigo. Duele tanta muerte, pero un hombre de Esparta no se queja”, finalizaba aquel capítulo de Mort Cinder.

Las batallas sobre los puentes siempre fueron cantadas para la posteridad.

Pero esa posteridad no suele reparar en las batallas que hoy se libran bajo los puentes cotidianos.

Los héroes que resisten en el presente bajo los puentes no tienen el almíbar de aquellas historias. Quizás porque no son espartanos. Quizás porque sus atacantes sean los que hoy iluminan o ensombrecen las crónicas existenciales que también merecerían atención, indignación y admiración.

Graciela Herrera tiene tres hijos de doce, diez y cinco años y está embarazada de un cuarto que llegará dentro de tres meses.

Graciela resiste debajo del puente de la ruta 40, en Rawson.

Los echaron de un rancho que ocupaban en aquella ciudad del sur argentino.

Debajo del puente también está Juan Delgado, primo de la mujer y sus dos hijas de doce y un año y medio. La familia de Juan viene de Buenos Aires, en donde intentó una mejor suerte pero los naipes de la vida de las mayorías suelen marcarse desde un lugar lejano y minoritario. Perdió la partida y ahora está ahí, resistiendo, debajo del puente.

Las crónicas periodísticas agregaron que “pasan su tragedia entre colchones y frazadas regaladas, con la solidaridad de los vecinos y puesteros del mercado concentrador, esperando encontrar trabajo y un techo digno”.

Las familias de Graciela y Juan aguantan debajo del puente.

¿Alguien reparará en semejante heroísmo, en tan desproporcionada resistencia?

¿Qué poderoso, como le pasó a Jerjes, sentirá vergüenza ante ellos y su obstinada defensa del amor, la vida y la esperanza?

Fuente de datos: Diario de Cuyo - San Juan 27-07-06


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