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Por Carlos Del Frade
(APe).- Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad. Desde el fondo mismo del barrio Las Flores que no olvida el asesinato de Pocho Lepratti en 2001 ni tampoco el de Claudio “El Pájaro” Cantero, en 2013, líder de la banda de Los Monos, surgieron las gambetas de Angelito Correa, aquel pibe que debutara en San Lorenzo, le hiciera dos goles a Boca y se fuera a jugar a Atlético Madrid, a fuerza de fintas y coraje, casi la marca de cientos de chicas y chicos que intentan zafar de un destino de pesadilla.
Fueron los socios de Los Monos los que llevaron a Correa a este destino de supuesto triunfo, esa forma de la impostura como dijera alguna vez Jorge Luis Borges. Pero no se puede ganar en soledad, ni tampoco gambetear tanto. Los guadañazos, tarde o temprano, llegan.
Hace algunos años atrás, los medios de comunicación hablaron de un hermano de Correa que decidió terminar antes de tiempo. Y ahora, la Policía Federal informa que en pleno macrocentro de la ex ciudad obrera, Leandro Olivera, miembro de Los Monos, fue detenido acusado de atentar contra el Poder Judicial después de la sentencia contra los principales cabecillas de la banda narco. Junto a él, estaba una hermana de Àngel.
La gambeta solitaria no alcanza a cambiar la historia ni adentro de la cancha chica ni tampoco en la cancha grande de la realidad.
Los guadañazos llegan, tarde o temprano.
Quizás el resultado, adentro o afuera, cambie definitivamente cuando se modifiquen las reglas de juego.
Adentro y afuera.
Edición: 3813
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