Gustavo y la ciudad que ya no es

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Por Carlos del Frade

(APE).- Un pibe de doce años hirió a otro de la misma edad con una chuza.

Aunque perdió mucha sangre, Gustavo, se recupera y ya piensa en volver a gambetear. No solamente en la canchita del barrio, sino los duros guadañazos que suelen tirarse contra los chicos en la cancha grande de la historia social y económica argentina.

Pasó en el barrio Parque Casas, en el norte profundo de la ciudad de Rosario, varias veces mentada de distintas maneras. Desde la Chicago argentina a fines del siglo diecinueve a la nueva Barcelona, de principios del veintiuno. Aquella primera definición se relacionaba por la elevada proporción de anarquistas y la más reciente por su “boom” inmobiliario.

Ambas estampillas, sin embargo, son tacañas para pintar la realidad de una ciudad que, como casi todas, son varias en una sola.

Rosario tiene hoy 126.566 pibes empobrecidos, al mismo tiempo que decenas de empresas con sede comercial en la ciudad facturan cientos de pesos cada sesenta segundos.

La mitad de los chicos que empezó la escuela a principios de los años noventa hoy ya no está entre las aulas.

Se fueron a la calle. Aunque no vivan en ellas.

Están en el profundo agujero negro de los que no trabajan ni estudian.

En el tiempo mutilado de pasado y futuro. En la época del aguante.

Si no hay pasado del que enamorarse de los sueños colectivos inconclusos ni futuro por la ausencia de trabajo estable, la vida colectiva no tiene sentido.

Y entonces, suele suceder, que si se vive sin sentido, se mata sin sentido.

Algo de eso estaba presente cuando los pibes de doce años se pelearon.

“Un niño de 12 años fue arrestado por haber apuñalado por la espalda a otro chico de la misma edad con quien estaba discutiendo en una calle de la zona norte de la ciudad. El pequeño herido fue internado en un hospital donde se lo operó para curar la lesión sufrida en un pulmón y se recuperaba, fuera de peligro”, dice la crónica del diario tradicional de la otrora ciudad industrial.

La mamá de Gustavo, el pibe herido, es una mujer muy joven, tiene veintiocho años y dice: "Yo iba a entregar unos libritos que empecé a vender y lo vi. Él estaba jugando con unos amigos y le dije que fuera para casa así me cuidaba a las nenas más chicas (Dianella, de cuatro años, y Naiara, de uno). «Ahora voy» me dijo, y yo seguí. Me dijeron que lo habían hincado -recordó Sandra- y que había sangrado mucho. Enseguida lo crucé (al dispensario) para que lo atendiera la doctora y ella llamó a la ambulancia porque el nene no podía respirar. Mi hijo es bastante cerrado y no me contó casi nada acerca de lo que pasó. Por lo que pude saber, estaban discutiendo y el otro pibe le quiso pegar con un fierro. Entonces Gustavo se lo quiso sacar y ahí sacó un cuchillo", relató Sandra, la mamá.

El otro pibe fue detenido y está a disposición de la justicia de menores de los tribunales provinciales.

¿Será un problema de expedientes?

¿O se necesitará de otro tipo de justicia para que la vida de Gustavo y del otro pibe vuelvan a tener sentido?

Devolver sentido existencial parece ser un imperativo de la hora.

Por los pibes como Gustavo y también como el que lo hirió.

Por ellos.

Fuente de datos: Diario La Capital - Rosario 08-09-06

 


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