Güemes y Belgrano

Güemes y Belgrano, protagonistas de estos feriados de junio, todavía viven en las necesidades de las grandes mayorías. Que hoy están empecinadas en asumir un rol de colonia contra el que ellos pelearon hasta su muerte. Esos dos tercos y desesperados revolucionarios que hoy verían con tanta decepción el presente de la patria.

|

Por Carlos del Frade

(APe).- Los feriados se acumulan en la segunda quincena del mes de junio en estos atribulados y saqueados arrabales del mundo todavía denominado Argentina.

El 17 de junio de 1821, Martín Miguel de Güemes se moría infectado después de una bala traicionera impulsada por los terratenientes de Salta, Tucumán y Jujuy que aborrecían las dignidades despertadas en las masas gauchas.

Un año antes, el 20 de junio de 1820, Manuel Belgrano moría en la pobreza y perseguido políticamente por los dueños de la tierra tucumana, los mismos que hasta no hacía mucho lo declararon padre de la patria.

Las dos muertes son feriados pero sus vidas y luchas parecen perderse en el presente crepuscular argentino.

Ambos compartieron el sueño eterno de la igualdad y la independencia y hasta le dieron un estatuto, el llamado fuero gaucho.

De estas esperanzas todavía vigentes en memorias casi deshabitadas, habla esta nota que no habla del pasado, si no del presente y lo que está por venir.

“…las fuerzas del enemigo son en mucho superiores a las mías, y éstas no están en estado de operar: es necesario trabajar infinito para darles algún tono que ha de llevar la victoria a todas partes, y el Gobierno debe proponerse que no se muevan hasta que no se hallen en estado; otro tanto deben Vs. hacer con las de la otra banda, mientras se alistan todos los preparativos: sufrir algo más, que teniendo lo que debe llamarse Ejército, instantáneamente se recupera todo: no por mucho madrugar amanece más temprano.

“La retirada voy haciéndola con pausa, y con el mayor orden posible: hasta ahora se han desertado pocos y según mis medidas no han de ser muchos los que se me vayan: lo que hay es que no se duerme, se come poco y se trabaja mucho; pero no hay otro remedio para conseguir aquel fin”.

Manuel Belgrano a Rivadavia, el 31 de agosto de 1812, desde el Río Pasaje.

-La sociedad y las clases principales se dividieron. No todos apoyaron a Belgrano en su éxodo. Muchos apoyaron a los españoles. Después de la derrota de Huaqui, en 1811, la revolución está en problemas. De allí la necesidad de la retirada y el bando famoso donde habla de fusilar a los que no acompañen la retirada – cuenta Carlos Aramayo, economista, historiador y militante jujeño.

En la misma noche que los realistas entran en San Salvador, esos sectores pudientes que se niegan a seguir a Belgrano, juran fidelidad al rey de España y forman gobierno provisional con los invasores.

“Pero el problema mayor, lo que jamás le perdonarán a Belgrano, es que en 1818, avala el pedido de Güemes para institucionalizar el llamado fuero gaucho por el cual cada uno de los peones que prestaban servicio en la guerra por la independencia debían ser tratados como hombres libres y no responder entonces a los caprichos de los señores feudales de Salta, Jujuy y Tucumán. Eso genera un odio de clases contundente contra Belgrano y, obviamente, contra Güemes”, revela con claridad, Carlos Aramayo.

He allí la explicación de dos hechos poderosos de la historia argentina que solamente pueden comprenderse en el lugar donde sucedieron.

Belgrano, el vencedor de Tucumán, es engrillado y detenido por el gobernador Aráoz porque él forma parte de la clase social que apoyó a los realistas cuando se produjo el éxodo jujeño.

Y de la misma manera, los Saravia y otras familias salteñas que siempre estuvieron mejor con los realistas, traicionarán a Güemes y lo emboscarán en cercanías de la ciudad en junio de 1821, provocándole la muerte.

-Es la misma clase social la que abandona a Belgrano y mata a Güemes. Y la razón es uno de los documentos menos conocido de la historia argentina, uno de los más profundos, el fuero gaucho. Un documento de emancipación social que hasta el día de hoy tiene vigencia a la hora de pensar la realidad laboral y existencial de los pueblos originarios en estos lugares donde aportaron muchísimo para llevar adelante la epopeya de la independencia – dice Aramayo.

Para el investigador, la guerra de la independencia fue “la única guerra revolucionaria que protagonizaron las masas populares y sus jefes y cuyo escenario principal fueron el actual territorio del Noroeste Argentino y el Alto Perú, hoy República de  Bolivia. Existen distintas apreciaciones sobre la cantidad de combates y batallas que se libraron en territorio salteño y jujeño. Según el Archivo Capitular de Jujuy, que estudió Ricardo Rojas, fueron 159, de las cuales 124 se libraron en Jujuy. En un reciente trabajo, Rodolfo Campero, dice que en total fueron 231”.

-Sin que nadie les mandase, los indios de todos los pueblos, con sus caciques y alcaldes, han salido a encontrarme y acompañarme, haciendo sus primeros cumplidos del modo más expresivo y complaciente, hasta el extremo de hincarse de rodillas, juntar las manos y elevar los ojos, como en acción de bendecir el cielo – relató Juan José Castelli a la Junta de Buenos Aires.

-Yo me intereso por vuestra felicidad no sólo por carácter, sino también por sistema, por nacimiento y por religión…es tiempo de que penséis por vosotros mismos, desconfiando de las falsas y seductivas esperanzas con que creen asegurar vuestra servidumbre. ¿No es verdad que siempre habéis sido mirados como esclavos y tratados con el mayor ultraje, sin más derecho que la fuerza ni más crimen que habitar en vuestra Patria? – escribió el mismo Castelli en una proclama el 5 de febrero de 1811.

Dice Aramayo que este contenido revolucionario en Castelli es el mismo que late en el bando redactado por Güemes el 11 de abril de 1818, “a través del cual sanciona el fuero eterno de los originarios y criollos pobres que formaban las milicias de los escuadrones que combatían a los realistas. Por esta posición, Güemes fue víctima de la conspiración de la clase terrateniente de la que provenía, que prepararon con los cabildantes de Salta y de Jujuy, junto al Gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz y el mismísimo General Olañeta, jefe del ejército realista y que terminó en su asesinato”.

En su investigación, dice que la participación de los originarios, criollos pobres y negros fueron aumentando en el transcurso de la guerra.

En Suipacha eran 600 combatientes. En Tucumán, 1.800. En Vilcapugio y Ayohuma, llegaban a 3.500 y el llamado regimiento de artillería de la Patria contó con 1.368 hombres.

Hacia 1810, lo población blanca de Salta y Jujuy no superaba las dos mil personas, sobre un total de 18 mil.

Para Aramayo no hay duda alguna: “Lo que entusiasmaba a nuestros antepasados originarios eran las propuestas y las ideas revolucionarias. Dos ejemplos para ello: Juan José Castelli en su proclama leída en Tihahuanacu, con motivo del primer aniversario del 25 de mayo de 1810, dice: “Siendo los indios iguales a todas las demás clases en presencia de la ley, deberán los gobernadores intendentes, dedicarse con preferencia a informar de las medidas inmediatas o provisionales que puedan adoptarse para reformar los abusos introducidos en perjuicio de los indios…promoviendo su beneficio en todos los ramos y con particularidad sobre repartimiento de tierras, establecimiento de escuelas en sus pueblos y excepción de cargas e imposiciones indebidas”.

Güemes y Belgrano, protagonistas de los feriados del 17 y 20 de junio, todavía viven en las necesidades de las grandes mayorías, hoy empecinadas en asumir un rol de colonia contra el que pelearon hasta su muerte aquellos dos empecinados y desesperados revolucionarios.

Fuente: “Los caminos de Belgrano”, del autor de esta nota. Puede verse y bajarse si costo alguno en la página www.carlosdelfrade.com.ar


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte