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Por Alfredo Grande
(APe).- En los años que estoy escribiendo en el marco de la Agencia de Noticias Pelota de Trapo, han sido pocos los textos donde el nombre propio tiene un espacio destacado. En el intento de trabajar siempre con analizadores, me interesa más el nivel fundante que lo sustenta que el nombre propio que lo evidencia.
Más directo: no me gusta un texto que haga centro en un nombre propio. Pero como hago muchas cosas que no me gustan, este texto hará centro en un nombre propio. Eso solo sucede cuando el nivel fundante y el convencional coindicen. O sea: esencia y apariencia son una cosa y la misma cosa. Hay muchos ejemplos, aunque no demasiados. En este caso, el denominado “cristinismo” es indisoluble de Cristina Fernández. Y esto es lo que denomino una singularidad. Y ejercer el pensamiento crítico con singularidades, da cuenta de la propia implicación.
No hablamos del agua, sino que nos mojamos. No hablamos del barro, sino que nos embarramos. No hablamos del sol, sino que nos quemamos. Hasta el extremo límite donde Ícaro quemó sus alas. Una singularidad genera un estado similar a la hipnosis y al enamoramiento. Freud hizo una ajustada descripción de estos vínculos en su texto “Psicología de las Masas y análisis del Yo”. En la hipnosis y en el enamoramiento el pensamiento crítico desaparece.
Quizá por eso dicen que el amor es ciego, aunque en realidad el tema no es el amor, sino el eterno enamoramiento. Insisto: solo una singularidad puede construir y mantener en el tiempo ese vínculo tan especial. Creer porque es absurdo es la consigna que podría dar cuenta de esa singularidad. Cuanto más absurdo, más esforzado es el creer. Entonces la creencia da paso a la construcción de la certeza, piedra fundante de los delirios y de lo que denomino el alucinatorio político social.
Si el pez por la boca muere, es porque en sus palabras algo tóxico, algún tipo de veneno, es producido y consumido casi al mismo tiempo. El pensamiento crítico sobre la singularidad no pretende conmover a la singularidad. Pero al menos intenta quedar por fuera de los efectos letales de esa singularidad sobre los saberes y los sentires.
Muchas veces invocar en vano las cuestiones de época son uno de los intentos de imponer variadas formas de la impunidad. Algo así como decir que “en el nazismo todos eran nazis”. Mi aforismo implicado “mal de muchos, consuelo de cómplices”, intenta dar cuenta de esta situación. Pues mal: las singularidades se sostienen en una inmensa red de complicidades. Intelectuales, económicas, partidarias, sectoriales, de clase, etc.
Si el pensamiento crítico es una vacuna, la inmunidad conseguida es baja. No tiramos piedras, pero no estamos libres de algunos pecados. Al menos no queremos sumar el pecado de la obsecuencia y el pecado de lo políticamente correcto. Nuestra singularidad en debate es el discurso homilía que Cristina Fernández pronunció en Las Flores. La fecha del 24 de marzo obviamente no fue casual, sino apenas digna de un oportunismo astuto y eficaz.
Lo que detonó y sacudió mi modorra setentista, (me refiero a mis 72 años) fue la enfática mención, la encendida defensa, el entusiasmo desbordante, de Disney World. Como lugar preferencial de vacaciones. Parece que algo de magia había después de todo. Dime que vacaciones eliges y te diré quién eres. Solamente por haber transitado “Para leer el pato Donald” de Ariel Dorfman, sabemos que la industria del entretenimiento es también la industria del adormecimiento y la industria del sometimiento.
Los grandes burgueses de la colonia van a turistear a las metrópolis de turno para asombrarse por lo ajeno, y dejar de indignarse un tiempo por lo propio. Glorificar las vacaciones en Orlando, donde los adultos parecen niños, exhibe una anestesia profunda frente a les niñes que parecen adultos. Alquimia siniestra de la pobreza llamada estructural, el hambre como la peor de las compañías, el miedo diurno y el pánico nocturno, la lenta y constante pérdida de sueños y la rápida adquisición de pesadillas.
Más del 60% de les niñes que tienen hambre tienen el consuelo que ni siquiera es premio de que los chicos ricos licuan su tristeza en Orlando. Les niñes parecen adultos, pero adultos sufridos, heridos, mutilados en cuerpo y alma. Sean como Mickey, grito triunfal de los nuevos ricos. Que nadie se sienta ofendido, asqueado, agredido con el exhibicionismo turístico de la singularidad, es efecto no casual del efecto anestésico sobre pensamientos y sentires. De lo contrario, por lo menos uno, o una, o dos, se hubiera levantado al escuchar lo que podríamos denominar el Elogio de la Burguesía Colonial. “¿No podríamos pedir, con toda la dulzura del mundo, que nos hagan algún gestito?”. Ni pedir, ni dulzura. Además, el gestito ya lo hicieron y se parece mucho a un corte de manga. El gesto en serio, sin dulzura alguna, con la profunda amargura de tantos combatientes masacrados, es no pagar aquello que no es deuda sino estafa. No se trata de pagar a 10 o 20 años. Menos de honrar la deuda, porque eso nos sigue deshonrando. Pero la singularidad, que alguna vez se auto elogió definiéndose como pagadora serial, logra que el tema de fondo sea completamente ocultado por temas de forma.
La singularidad “aseguró que el gobierno del Frente de Todos tiene la clara voluntad de pagar la deuda externa. Somos el único espacio político que nunca endeudó a la Argentina y pagó las deudas de todos los otros gobiernos”. Quizá la singularidad nos da una clave que no conviene obviar. La alternancia debe ser eso. Unos se endeudan, los que vienen pagan y luego cuando vuelven se endeudan nuevamente. Pero la singularidad omite, y la complicidad que escucha olvida, que el espacio político no pagó nada.
Los que pagan son los trabajadores, incluso los desocupados, los jubilados, les niñes que no comen, que no juegan, que apenas tiene una vida de penuria. Las deudas y las penas las paga el pueblo y las vacas siguen siendo ajenas. Ya totalmente entregada a un público también entregado, entonces glorificar la entrega es gratis. “No es un problema de subjetividades, es un problema de que no podemos, no tenemos la plata”. A pesar de lo que la singularidad afirma, sí es un problema de subjetividades.
El sujeto es núcleo de verdad histórica enseñó el filósofo León Rozitchner.
Y un psicoanalista que no conozco demasiado, pero que me cae muy bien, Alfredo Grande, escribió: la subjetividad es el decantado identificatorio de la lucha de clases. O sea: dime que subjetividad tienes y te diré a qué clase social y económica perteneces. Y si no tenemos la plata, es porque la siguen robando en forma legal.
Entre otras cosas, porque la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz en casi 40 años de democracia de responsabilidad limitada, no fue abolida. Nadie puede tener aquello que te roban. Desde la plata del Potosí hasta los minerales de la tierra. No dejaré de mencionar que, en el acto de Las Flores, uno de los que tiró flores fue Horacio Pietragalla. El que evaluó que en Formosa no había violación sistemática de los derechos humanos. O sea: violación había, pero todavía no es un sistema. Me quedo más tranquilo.
La singularidad siguió avanzando sin obstáculo alguno: “Viajamos como cuatro peronistas que habían peleado por el regreso del general Perón a la Argentina. Lo dijo para que nadie se confunda”. Yo me confundo. Porque fueron cientos de miles los peronistas, y no peronistas, que pelearon por el regreso del General (que es la singularidad de todas las singularidades) Desde la resistencia peronista, hasta el luche y vuelve. Pero pasaron cosas…Y el tema fue quién se quedó con el General cuando, a pesar de entrar por la izquierda camporista, salió por la derecha lopezreguista.
Con temor a equivocarme, pero no demasiado, la singularidad se ubicó en la JP Lealtad. Alejada de la Jota Perra de Julio Yessi, pero también alejada de la gloriosa JP de la Tendencia Revolucionaria. La JP Lealtad es compatible con Disney World, ya que en su misma esencia estaba el entretenimiento y el adormecimiento frente a la inevitable masacre que se estaba organizando en forma planificada y sistemática.
Justamente la condición de singularidad permite que aquellos que se beneficiaron directamente del menemismo, que fue la continuación de la dictadura militar por otros medios, exhiban méritos en la lucha contra el neoliberalismo. Recordemos que, en el gobierno de Santa Cruz, en la singularidad kirchnerista, lo que cobraron como provincia, cuando se privatizó YPF, fueron rápidamente depositados en la reserva federal de EEUU. Y además dijeron que Menen era el mejor presidente de la historia. ¿Pero quién se acuerda de eso? Muchas y muchos. Por eso es necesario Disney World. Para que la industria del entretenimiento y adormecimiento le tuerza el brazo a la política rebelde y revolucionaria.
El remate con final a toda orquesta de la singularidad tenía que ser en la red Twitter. “La vicepresidenta Cristina Kirchner escribió en su cuenta de Twitter que “más allá de las públicas diferencias políticas y económicas que tenemos, resulta reconfortante que uno de los dos principales dirigentes de la oposición comparta sensibilidades, vivencias y mirada similares sobre la tragedia de la dictadura cívico militar”.
Lo escribí en mi texto “Democracia Cívico Militar”. Me parece una atroz canallada política e histórica suponer que con la derecha liberal y que organizó lo que denomino el fascismo de consorcio, se comparta sensibilidades y vivencias similares. Las y los desaparecidos no indultan a los que traicionaron su ideario durante décadas. Porque la lucha por la patria socialista no nos permite aceptar mansamente que la sangre derramada siga siendo negociada. Ni siquiera por twitter y tampoco viajando a Disney World.
Obviamente, en primera fila Sergio Berni. Porque la singularidad puede ser destituyente del gobierno que ella mismo organizó. Quizá el populismo tilingo sea una de las nuevas atracciones de Orlando.
Otra razón para intentar, pandemia mediante, mi noveno viaje a la Cuba de José Martí, Fidel y el Che. Y no conoceré nunca Nueva York, pero pisaré las calles nuevamente de la Habana Vieja.
Edición: 4288
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