Goberneitor

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Por Alfredo Grande

Dedicado a las víctimas, familiares y amigos de Cromañón. Cromañón no se toca.

(APe).- En 1992 presenté un trabajo en el Seminario Internacional de Abuelas de Plaza de Mayo. Invitado por mi admirado amigo Juan Carlos Volnovich. Leí un texto que había terminado de escribir aproximadamente horas antes, luego de una noche larga y sombría. El texto se titula: “Matar el Futuro: reflexiones sobre las máquinas de exterminar como organizadoras de la institución del Genocidio”. Fue publicado en varios libros y en agosto 2014 en esta Agencia. Es un análisis institucional de la película “Terminator”.

A mi criterio, un excelente ensayo de política ficción sobre la institución del genocidio. Matar a la madre para impedir que nazca el hijo, futuro líder de la resistencia contra las máquinas de exterminio. 27 años después de haberlo escrito, su lectura me sigue conmoviendo. Cada niño y niña asesinado es un resguardo que la cultura represora toma frente a eventuales rebeldías. Los versos de la Cantata Santa Maria de Iquique nos dicen que “es peligroso ser pobre, amigo”. Y más peligroso es ser niño o niña pobre.

La cínica afirmación de que la pobreza no engendra delito, oculta que lo que más engendra delito es la riqueza. Pero la pobreza extrema, la miseria, la exclusión continua, eso que llaman indigencia, modela algo peor que la tendencia al delito. Construye estrategia de supervivencia que están más acá del derecho penal. La necesitad extrema no tiene sólo la cara del hereje: tiene el cuerpo del desesperado, del aterrorizado, del lacerado. Tiene el cuerpo del hereje a todas las formas del mercado. Incluso los más accesibles. Incluso los más lejanos, como el Mercado Central. Para los herejes del consumo, todos los mercados son periféricos y lejanos, porque su centro es la supervivencia en escala de horas, quizá días. En ese sentido, la pobreza pobre, porque hay una pobreza rica, engendra algo peor que el delito. Engendra una identidad, una casta, una cristalización del mal vivir y del peor morir.

El pobre no es pobre: ha sido empobrecido. Que no solamente no es lo mismo, sino que es lo opuesto. Ser pobre es una cosa, estar empobrecido es otra. Todos somos seres para la muerte, pero no todos estamos próximos a morir. Los empobrecidos sí. Demasiado próximos. Lo siniestro es que el mecanismo de empobrecimiento está rigurosamente planificado. Si existe la figura de enriquecimiento ilícito (mas allá que sea una figura retórica de nulo efecto legal) no existe la figura de empobrecimiento lícito. Que de eso se trata en esta debacle política que empieza como el arte de gobernar y termina como el arte de asesinar.

Gobernar y asesinar empiezan a ser sinónimos. Armas de destrucción masiva, que abarcan desde tarifas de servicios, pasando por el costo de los alimentos elementales, hasta los precios de los medicamentos.

El único temor de los asesinos de guantes blancos y manos sucias es la rebelión de los herejes; han logrado instalar el anatema, el tabú, de la justicia por mano propia. Y queda a las claras cómo, el del ingeniero Santos, es un caso de injusticia por mano propia. Porque la pena de muerte no es el castigo proporcional al robo/hurto de uno, diez o cien pasacasetes. Sin embargo, en el marco de la cultura represora, preferimos la injusticia por mano ajena. Algunos llaman a esto impunidad.

Su majestad la justicia se ha olvidado de que la justicia y lo justo pueden estar enfrentados. Diría que deben estar enfrentados. Porque la justicia es sinónimo de lo legal. Y lo justo habitualmente es ilegal. Cuando la justicia y lo justo se enfrentan, aparecen las fuerzas de la represión legal, aunque injusta.

Para la cultura represora, hasta resistir al exterminio es ilegal. Deseamos el reino de los cielos, pero también de las aguas, de las tierras, de las alegrías, de los deseos. El único reino habilitado es el de los mercados. Metáfora cínica para referirse a una máxima concentración de recursos económicos y financieros. Todos legales y todos no justos.

Los off shore financiados con hambre. Paraísos fiscales financiados con enfermedades. Yates, veleros, aviones privados, hoteles muchas estrellas, financiados con insoportables carencias. Todo este orden caníbal es todavía vivido como único y natural. Por eso los mejores entre los peores hablaron de un capitalismo serio. Por eso los peores entre los peores practican el nazi capitalismo.

Por eso me permito amplificar el pensamiento de Eva Perón y decir que “el sujeto será revolucionario o no será”. Y no será porque las diversas versiones de “goberneitor”, máquinas de matar gobernando, siempre tendrán modelos más sofisticados, más humanizados. La fábrica de “goberneitor” nunca se acaba.

Cuando el pueblo delibere y gobierne a pesar de sus representantes, entonces las máquinas de matar serán neutralizadas. Y dejaremos de temer a un nuevo 2001, para que, de tanto desearlo, quizá podamos encontrarlo para no volver a soltarlo nunca más.

Pintura: Revolucionarios, de Ariel Mlynarzewicz

Edición: 3864


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