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Por Silvana Melo
(APe).-Los basurales sistémicos son innumerables. Se alimentan de los contenedores donde caen, día tras día, los que van quedando fuera. En bolsas negras, en hueso desnudo, en carne viva, en muerte, en vida. El ceamse de los cesanteados engorda las villas, los asentamientos y puebla los bajos de las autopistas.
El ceamse de Colegiales aloja gente que la misma gente tira a la basura. Muertos de muerte humana. Destinados a la tolva correspondiente. Mezclados con aerosoles y pañales, con la leche vencida de Carrefour, con la lechuga podrida del mercado central, con bolsas de plástico que vivirán 500 años. Ahí, en la tolva B estaba el niño. Un trocito de carne desbaratada. Aun con placenta y cordón que lo unía a nada. Recogido por camiones que compactan y a él no, quién sabe por qué ironía, por qué fatalidad.
Tuvo una vida cortísima. Escasa e imperceptiva. Quién sabe si logró saber que hay diferencia entre el día y la noche. Entre la luz y la tiniebla espantosa de los que apagan los candiles en la puerta del infierno. Habrá visto luz a los gritos cuando surgió. Después los brujos, que siempre piensan en volver, lo arrebataron de este paso atroz. De esperanza baldía. Donde la gente en bolsas negras crece como la maleza. Y a los niños no se les permite venir a cambiar nada. Es preferible el container, el camión, la tolva y la descarga.
En el Ceamse de Colegiales, donde la gente tira gente a la basura.
Como Angeles Rawson, estrangulada y rota en bolsas negras. Luego container, camión, tolva y descarga.
Como Paula Giménez, que venía del Chaco. Aturdida se refugió en un container. Tenía frío. Luego camión, tolva y descarga. Sin muerte propinada. Sólo los golpes del camión que se mueve y compacta.
Las cintas transportadoras del Ceamse de Colegiales son las herramientas del sistema, los conjuros que habilita contra la vida.
Son las hilachas de la condición humana, permeable a sus propios monstruos. Loba de sí misma.
Lista para tirar a una mujer. A un niño a la basura.
Pero en ecobolsas. O en piel propia. Para no incomodar al ambiente.
Pintura: Antonio Berni
Edición: 3320
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