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Por Carlos Del Frade
(APe).- Una estación del ferrocarril Belgrano fue el origen de Garabato, a principios de los años noventa del siglo diecinueve. Palabras que nacen, una vez más, en el norte profundo de la provincia de Santa Fe.
Dice una historia oficial que recién en 1927 se terminó la llamada traza urbana y sección quintas, con plaza y campos de deporte, cementerio, iglesia católica y oficinas públicas. Todo realizado sin ningún contacto con la Oficina de Catastro Provincial, órgano ficticio de control de policía. Se generaba una apariencia de progreso; en las festividades patrias, en los edificios de la Forestal Argentina Ltda., fábrica, hospitales, club social, se enarbolaba la bandera argentina a derecha y la bandera inglesa a izquierda”, apuntan los datos que fluyen en la web.
Pero más allá de la ubicación en la pantalla de una computadora, Garabato tiene vida propia y problemas hondos y profundos.
-Hace veinte años que esperamos el ripio entre Garabato y Pozo del Indio…-dice un vecino de Garabato, uno de los viejos pueblos de La Forestal, a cien años del inicio de las primeras huelgas en el latifundio que se devoró el regalo cósmico de los bosques del quebracho colorado en dos millones cien mil hectáreas santafesinas.
En estos pueblos del departamento Vera la gente vive del carbón de leña pero ciertas leyes que protegen el medio ambiente evidencian una flagrante contradicción: la población no puede cortar los árboles pero si no lo hacen no tendrán para sobrevivir.
Las pibas y los pibes de Garabato la pelean en la escuela y la biblioteca pero desde muy chiquitos empiezan con la rutina de los moreneros. Ir hasta alguna de las corrientes de agua, tan características en ese punto del mapa, sacan barro y después, con tiempo, en las piletas de lona, lavan ese cargamento hasta que quedan los bichitos que venderán como carnada.
Hay cosas que cambiaron y otras que no. Cuando cerró el último ingenio de La Forestal, en La Gallareta en 1964, las migraciones fueron incontenibles y la riqueza de otrora terminó siendo una leyenda amarga para los que se quedaron.
Pero allí están los grandes latifundios, por un lado, y las familias campesinas empobrecidas, por otro.
Hay grandes responsabilidades políticas que ayudaron y colaboraron con el saqueo. Responsabilidades que continúan hasta el presente.
“El 29 de agosto de 1899, para facilitar la radicación de inversiones extranjeras, ambas cámaras provinciales sancionaron la ley de exoneración o exención “del pago de los impuestos de contribución directa y patentes por el término de diez años, a contar desde la promulgación de esta ley, a las fábricas para la extracción del tanino, establecidas o que se establezcan en la provincia”, cuenta el periodista y escritor Oscar Ainsuain en su reciente libro “La Forestal. A cien años de las grandes huelgas. Explotación y saqueo. Una historia que continúa”.
En agosto de 1904 el gobierno de Santa Fe envió a la legislatura un proyecto de ley creando un “impuesto al quebracho colorado”, ya que “desde hacía años la explotación había fomentado el “desarrollo de la población y el establecimiento de grandes capitales”. A cambio, se comprometía brindar con fondos propios una eficiente atención administrativa en los departamentos del norte, como así también realizar obras de infraestructura, entre ellas la construcción del puerto de Santa Fe –acordada un año antes con Nación- utilizado por las empresas para la exportación de tanino y rollizo”, agrega Ainsuain.
“Los costos serían abonados por todos los contribuyentes de la provincia, protegiendo los intereses de la multinacional inglesa con ingresos que provenían de la población y de productores que nada tenían que ver con la explotación del quebracho, actividad que por otra parte no tributaba desde 1899”, sostiene la investigación.
Un siglo después del inicio de las primeras grandes huelgas en La Forestal, los planes de los gobiernos provinciales y nacionales repiten la misma trama.
Las poblaciones internas subsidian a las grandes firmas multinacionales, mientras la pibada de estos rincones del universo apenas pueden soñar con un presente mejor a muy pocos metros de latifundios prepotentes e impunes, como sucede en Garabato, el pueblo que hace veinte años espera por el ripio.
Fuentes: Entrevistas propias realizadas por el autor de esta nota en Garabato el martes 9 de abril de 2019; “La Forestal. A cien años de las grandes huelgas. Explotación y saqueo. Una historia que continúa”, Rosario, 2019, de Oscar Ainsuain y el mencionado redactor de este artículo.
Edición: 3862
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