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Por Carlos del Frade
(APe).- ¿Cuál futuro será el que vivan las grandes mayorías planetarias?. ¿El que se anuncia a través de los robots, los hologramas y la telemedicina o el que sobrevive de la pesca, la producción de carbón, el corte de pasto y la extracción de carnadas?. Intelectuales de distintos lugares de esta atribulada cápsula espacial llamada planeta Tierra sostienen, por estos días del COVID 19, que el futuro será distinto.
Borges, en tanto, sostenía al igual que Plotino que el único tiempo verdadero es el presente: que el recuerdo es el pasado pero que ocurre en el presente y que la ilusión es el futuro pero también sucede ahora.
Más allá de esta observación borgeana es importante pensar cómo será el día después del coronavirus y si, efectivamente, ese mañana ya está encapsulado en las diversas realidades que muestra el presente.
A mediados de marzo de 2020, noticias internacionales marcaban que “la robótica está floreciendo y demostrando que puede ser un gran aliado de la humanidad en tiempos de coronavirus. Chicos, amateurs, profesionales y empresas líderes, están ofreciendo soluciones con una altísima tasa de éxito”.
La nota apuntaba que “en escuelas de Shangai, New York y Tel Aviv entre otras, los propios alumnos construyeron dispositivos robóticos que entregan pequeñas dosis de alcohol en gel a quién acerca las mano a alguno de sus sensores. Todo funciona de forma automática y tienen autonomía para trabajar 60 días sin la intervención de ninguna persona.
En un colegio de Japón, los alumnos crearon un escáner que mide la temperatura de todas las personas que transitan la escuela y avisa inmediatamente si alguien tiene fiebre”.
También describía el artículo que “en la industria de los negocios, se redujeron de forma dramática los encuentros cara a cara y se potenciaron servicios de teleconferencia. Por su parte, las empresas de drones están trabajando como nunca antes, recibiendo sin parar pedidos de cotización para hacer entregas y envíos por el aire, sin contacto humano.
Pero la estrella en este rubro es la tecnología de hologramas para poder tener reuniones cara a cara, viendo los gestos de todos los presentes, sus miradas, escuchando sus voces, pero cada uno en diferentes partes del planeta”, finalizaba.
Robots y hologramas, entonces, parece ser una forma del presente que se profundizará en la humanidad post COVID 19.
En Israel, en tanto, se aplica la llamada telemedicina a través de una aplicación llamada “Hamagen”. Es necesario decir que este sistema “nació tras la controversia sobre el uso de medidas antiterroristas del Shin Beth, el servicio de inteligencia interior, para vigilar a la población. Con "Hamagen" la ecuación se da vuelta. La población descarga "voluntariamente" una aplicación y los datos se almacenan "sólo en el aparato del usuario", dice en su blog Omri Segev Moyal, presidente de la start-up Profero, que desarrolló el software. Más de 320 mil personas (el 9,2% de los empleados) trabajan en Israel en empresas tecnológicas. El ecosistema tecnológico israelí no nació de un día para el otro. El Estado destina 4,5% de su Producto Bruto Interno (PBI) a investigación y desarrollo”, sostienen las informaciones.
En estas pampas, mientras tanto, el presente que incluye el futuro marca otras realidades.
El martes 7 de abril de 2020, en la ciudad de Rosario, “25 pescadores que intentaban sacar algo para poner en el plato de comida de sus familias fueron detenidos por violar la cuarentena. Detrás, a sólo 100 metros, se observan las torres de Puerto Norte, donde vive el empresario Roberto Dutra, que violó 15 veces el aislamiento obligatorio pero sigue circulando con permiso de la Justicia”, marca el reconocido periodista Germán De Los Santos.
Y agrega con belleza y contundencia que “las bicicletas de los pescadores detenidos este martes quedaron en forma de montaña en la Seccional 10ª, junto a las cañas. Algunas líneas permanecen en el agua, quizá con un patí enganchado que no puede zafar del anzuelo, que no podrá ser vendido en la calle de Empalme Graneros y no se transformará en chupín en Semana Santa. Porque la mayoría de los que pescaban en la barranca lo hacían para comer, para llevar a sus familias algo fresco o para venderlo en el barrio en la pascua”, sostiene el escrito.
Y en el norte profundo de la provincia de Santa Fe, en Garabato, una localidad donde desde muy pibes se trabaja en similares actividades y condiciones que a principios del siglo pasado, la comuna sacó una ordenanza vinculada a esta realidad cosida por la injusticia y la desigualdad.
“Por ordenanza del día 1 de abril del 2020, la Comuna autorizó realizar corte de leña, producción de carbón, corte de pastos y sacar carnadas.
El Comité de Coordinación Distrital (Comuna, Policía y Hospital) se encargará de que los cuidados sanitarios preventivos se cumplan, tanto en el traslado como en el lugar de trabajo”, informaba un sitio web regional.
¿Cuál futuro será el que vivan las grandes mayorías planetarias?.
¿El que se anuncia a través de los robots, los hologramas y la telemedicina o el que sobrevive de la pesca, la producción de carbón, el corte de pasto y la extracción de carnadas?.
Lo humano, necesariamente, tendrá que rebelarse contra la dictadura de las minorías.
Entonces allí si el mañana tendrá un gusto dulce, muy parecido al de la necesaria igualdad.
Edición: 3979
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