Fiesta Huilén: la Calle de la Primavera

(APe).- Cuando arrancaba la tarde del sábado 24 de septiembre y el sol estaba en lo más alto, la Primavera de los Pibes se hizo un lugar en el barrio de Gerli, y ahí en plena calle, más de 500 personas, como decía Serrat, fuimos “subiendo la cuesta porque arriba en mi calle comenzó la fiesta”.

La Casita “Huilén” -que en mapuche quiere decir “Primavera”- de la Fundación Alandar, esta vez celebraba la llegada estacional con una jornada llena de juegos y actividades para los chicos, futbol callejero para los más grandes, y hasta un lugar para que las familias se puedan sentar a matear afuera, como solíamos hace tiempo, cuando las calles eran nuestras y los pibes de la cuadra jugábamos bajo la mirada de los grandes.

A media tarde, empezaban los espectáculos: circo primero, teatro y títeres después. Las cosas dulces se repartían generosamente, como para que todos pudiéramos gustar de ese sabor especial que significa compartir una tarde, y mejor aún si el mate sigue pasando de vereda en vereda.

Luego era el momento de la músicos, para que al caer la tarde no decayera el entusiasmo, y haya ganas de cantar y de bailar. El olor de la parrilla seguro iba a atraer hasta los más vergonzosos, y a esa altura ya todos nos sentíamos en familia. El que había sacado sus reposeras afuera de la casa, ya se acercaba un poco más porque no se quería perder ni lo más mínimo.

Y en el medio de la fiesta, la alegría y el baile, los Pibes seguían jugando y por qué no, inventando sus propios juegos, si había lugar para todo.

Ya casi en el cierre de la jornada, Pachi Herrera, talentoso músico jujeño, hacía repetir una y otra vez el estribillo de su canción “Pachamama”, su más importante creación musical, que al fin y al cabo rescataba el espíritu más hondo de la fiesta, el de ser parte de la Madre Tierra, y desde ella, el compromiso de construir un futuro más digno para todos.

Y cuando el sol ya no estuvo más en lo alto, en aquella jornada primaveral en la que los Pibes habían sido protagonistas de esta historia, y los grandes nos habíamos hermanado un poquito más, como en aquellos versos de Serrat fuimos “bajando la cuesta porque arriba en mi calle se acabó la fiesta”.