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Facundo ya no está entre nosotros. El domingo a la noche su nombre apareció de yapa, mezclado entre la lluvia de balas de un grupo de narcos a los que la policía protege en cada barrio donde suma a los pibes, por acción u omisión, a la cuenta de los incontados.
Por Martina Kaniuka
(APe).- A Facundo Melgarejo “lamentablemente una bala le pegó en la cabeza”, sentenció el cronista de Crónica, mientras su hermana pedía encarecidamente que dejaran de pasar el video en el que se ve cómo, mientras estaba reunido con sus amigos, le disparaban. Facundo era el “bebé” de Cinthia, su mamá, a quien el notero obligó a hablar en cámara.
Facundo tenía 16 años. Cuenta Carito Celeste, maestra de séptimo en la escuela 15 de Samoré, en Lugano, que era terrible y recorría el patio del colegio haciendo mucho ruido con las rueditas del carro de leche. Pero que al mismo tiempo era un pibe muy dulce que lo compensaba todo con abrazos. Que su hermanita Martu lo esperaba contenta a la salida, cuando la iba a buscar. Que siempre tenía un chupetín guardado y ganas de ayudarla con la tarea.
Sabemos poco sobre “el turromántico”, como lo recuerdan sus amigos. Sabemos nada sobre sus sueños. Su nombre no aparece en los diarios ni en los noticieros contando que aspiraba a ser “kinesiólogo” o astronauta. Su vida permanece anónima, como si más allá de quienes lo conocieron, no hubiese existido.
Facundo ya no está entre nosotros. El domingo a la noche su nombre apareció de yapa, mezclado entre la lluvia de balas de un grupo de narcos a los que la policía protege en cada barrio donde suma a los pibes, por acción u omisión, a la cuenta de los incontados.
Facundo Melgarejo fue asesinado y su familia y sus amigos piden Justicia, a esas mismas instituciones que desdibujan vidas inmortalizadas en expedientes.
Recordemos su nombre, acompañando su pedido. #JusticiaPorFacundoMelgarejo
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