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...sentada en un destartalado cajón,
con la maza pisaba la lata,
con la lata pagaba el carbón”
(APe).- En el 2006, la ley, encarnada en secretarios del Estado, decomisó más de 10.000 kilogramos de pescado, cerró 5 frigoríficos, hizo algunas concesiones, repartió unos cuantos kilos entre allegados y el resto… mejor tirarlo al relleno sanitario, total si las familias revuelven la basura, eso ya es una decisión particular, pero a la prensa no hay que venderle pescado podrido.
El sábalo, ese pescado largo, gris medio verdoso y jetón, busca las cuencas inundadas del Paraná para dejar sus larvas. El arroyo Leyes, es uno de sus refugios elegidos. A la vera de ese pequeño cordón hídrico, en pleno litoral santafesino, las tribus Calchines, Mocoretáes, y Corondas metían mano al barro para hacer sus artesanías.
Pero un arroyo que se llama Leyes, debe sostener el cumplimiento de sus atribuciones. Aquel operativo de control, dejó sin sustento a 50 de las 80 familias que habita la comuna “Los Zapallos”. Aquel operativo que revoleaba sanciones y actas, repitiendo normativas vigentes, y hasta invocó –medio de reojo- el nombre de Dios, dejó sin sustento a Palomina y sus tres hijos.
Palomina, descendiente de Calchines, sabe de pesca, y de frutos silvestres. En la anatomía de sus manos (anchas con dedos tipo espátula) lleva cargada la memoria de sus ancestros alfareros. Ahora, doscientos años después, Palomina se dedica a moldear y vender aluminio, para llenar la olla y callar las tripas.
Palomina no llega a los 40, pero el trabajo intenso le marcó la piel, la maternidad le robó los dientes, y el tiempo le destiñó la melena. Sin embargo, hay algo que el viento no se llevó y es su sonrisa ancha como su torso.
Palomina se levanta todos los días a las 4:00hs de la mañana, su rancho en verano a esa hora está fresco, pero en invierno tiene que avivar con más carbón esa lata de batata, que algunos usan de molde para tortas, mientras que otros le dan comida al perro, y en la casa de algunas viejas ponen las plantas de alovera.
Dos o tres mates pelados, medio tibios y lavados y… ¡dale Palomina, que a las 5:00hs pasa la C verde y hasta la ruta tenés 20 cuadras!
El bondi para en el kilómetro 16 de la ruta 1, Palomina sube y se acomoda adelante. A esa hora sólo viajan operarios de fábricas, personal de frigoríficos, obreros, peones. El chofer del primer turno es Mario, colectivero desde la cuna, cada vez que ve a Palomina siempre lanza el mismo chiste: “Doña, sabe por qué los colectivos no entran a la comuna, porque si ponés segunda te pasás de largo”…y ríe solo, como los colectiveros de vocación.
A las 5:30 hs Palomina ya está en Santa Fe. La humedad se mete en las bolsas, en la blusa, en las baldosas. La ciudad a esa hora aún respira tranquila. Palomina se va abriendo camino, trazando su propia geografía, recorriendo las esquinas. Sus pasos van resonando en las veredas junto a las primeras latas en el fondo de la bolsa. Tiene que trabajar antes de que la urbe caiga en la rutina. El aluminio tiene un sonido particular, revuelve tachos y lo reconoce, no puede decir a qué suena, pero sí cómo se siente. El aluminio se siente como el frío.
Hasta las 7:00 las calles la acompañan, media hora más y arranca el tránsito, el tráfico, el presentismo laboral, comercial, escolar que nos muerde el culo todas las mañanas para llegar a horario. Dos bolsas llenas de latas es un trabajo de selección rápida, precisa, con puntos centrales de recolección. Más de tres bolsas es un gran día, generalmente los fines de semana: boliches, fiestas, eventos privados, festivales, peñas.
Para las 8:00 hs ya está volviendo a los Zapallos.
Cuando llega, despierta a los pibes. Jorge a veces ya está levantado, José es el más perezoso. La más grande, Carolina, ya no vive con ellos.
Cuando Carolina tenía 12 años, Palomina le preguntó ¿qué vas a hacer? Pero Carolina entendió ¿qué vas a ser? Y le respondió a secas: policía.
Palomina necesitaba saber si debía esforzarse más para poder ahorrar unos mangos y bridarle a su hija una oportunidad. Cuando se vive el día a día, no hay opciones, una decisión es una decisión tomada, y los ahorros de todos los años caminan hacia un sendero firme. A los 15 años le vuelve a preguntar, y la adolescente reafirma: policía, mamá, quiero ser policía.
A los 18 Carolina se va a estudiar a Santa Fe, Técnico Superior en Seguridad Pública y Ciudadana con orientación para Oficial de Policía enmarcado en el Plan de Seguridad Democrática del gobierno provincial. Palomina trata de retener con orgullo todas las palabras, pero las olvida. A los 22 Carolina ya está de servicio viviendo en Rosario.
Ya son las 8:30 hs, ¡mierda que el tiempo pasa volando! los pibes ya están desayunando un mate cocido. En la recorrida, María Julia de la panadería Espiga le regaló a Palomina algo de pan y unas facturas de ayer. Mientras sus hijos cuentan qué soñaron, Palomina busca su cajón destartalado, la maza y las bolsas de lata. Se ubica frente al rancho mientras el sol le ilumina el rostro y le sigue tostando la piel. Los chavales se van al arroyo a pescar para el almuerzo.
Palomina agarra una lata, la apoya contra el suelo, mientras piensa en Carolina y ese compañero al que mataron por ajustes de cuentas. Cae con fuerza la maza. Caen los años, la tristeza, cae la sanción del Estado que no la deja vender pescado. Agarra otra lata, necesita más carga y menos volumen, 300 pesos valen los 10 kilogramos de aluminio. Una lata pesa 15 gramos.
Palomina sigue prensando latas mientras piensa en su jubilación, la que empezó a tramitar en el 2015. En la reunión comunal del miércoles, les avisaron que el gobierno dio de baja el Programa de Acceso a la Justicia. Cae la maza.
Palomina igual está contenta, por primera vez van a hacer un festival en Los Zapallos, a cielo abierto, con bandas en vivo. Ahí, cerquita nomás, muchas latas, mucho aluminio, mucho trabajo, “plata fácil” y dos pasajes de colectivo ahorrado.
Edición: 3390
(*) Esta crónica recibió el tercer premio en el segundo Concurso de Crónicas de Infancia "Alberto Morlachetti".
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