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Por Silvana Melo
(APe).- Es aquel a quien la justicia debe investigar por el manto hermético de encubrimientos del asesinato de Paulina Lebbos hace 13 años. Un padre recorre la tierra buscando una justicia que, sabe, está escondida en los pliegues más profundos del poder. Es el mismo que sostuvo entre 4.000 y 20.000 niños desnutridos en su provincia, según el parámetro que se utilice. Porque hay médicos de las trincheras de la pobreza tucumana que aseguran que desde la gobernación se cambiaron los criterios de medición de altura y peso para bajar compulsivamente los índices.
Es el mismo cuya esposa – socia en un contrato millonario e inviolable fue tercera en la sucesión presidencial, culpó por borracha a la familia de una nenita de seis años violada y asesinada por vecinos. Todos olvidados y marginados por un estado que ellos tuvieron en sus manos desde que los padres y los vecinos de esa chiquita eran niños y adolescentes. Es el mismo cuya esposa felicitó a la madre de un hijo muerto por el paco porque por fin ahora no estaría más en la calle.
Es el mismo que el año pasado alzó la mano en el Senado para salvar las dos vidas desde los márgenes de la historia. Y con la hipocresía de no haber salvado ninguna de las anteriores.
Es el mismo cuya insigne esposa y socia tuvo que salir a acomodar públicamente las cosas ante un escándalo sexual de su marido gobernador con una joven ex Gran Hermano.
Es el mismo cuya socia le aclara a un cosechero de arándanos inundado al que no le quedó ni una silla "yo tengo diez mansiones, no una, y estoy acá. Pedazo de animal, vago de miércoles". Es el mismo cuya esposa, tercera en la sucesión presidencial inició juicio penal a una mujer de un barrio olvidado que la vio pasar y le gritó ladrona. O le opinó en la cara a una legisladora, en plena sesión del Senado, que seguramente “le encanta” el maltrato porque la violencia “es de a dos, como un matrimonio de golpeadores.” O a las Madres del Dolor, "tenemos que cuidar a nuestros hijos en vez de andar marchando". O luego de la absolución a todos los imputados por la desaparición de Marita Verón: "la prostitución existe y existirá siempre”.
Es el mismo que, según sus biógrafos Nicolás Balinotti y José Sbrocco, “surgió del radicalismo y pactó con Bussi, el peronismo y los Kirchner”.
El mismo que dejó a un sucesor similar tenor antiderechos. Que abonó la provincia donde Belén estuvo tres años presa por sufrir un aborto espontáneo, donde se practicó una cesárea a una nena de once años, en una mecánica similar a la que avaló el gobernador de Jujuy.
El mismo que en momentos críticos decidió un aumento impositivo en una reunión de gabinete en Playa del Carmen, con los pies en el Caribe.
El mismo que en 2012 se reunió con su ministro de Seguridad en Israel y Jordania. Esta vez tuvo que ir con su esposa y lamentablemente se filtraron fotos de ambos en camello en sus vacaciones en Emiratos Arabes. Justo cuando aparecieron los 22 mil niños desnutridos.
Es el mismo que se abrazaba con los Ale y recibía a Susana Trimarco. Según la conveniencia política del momento.
Es el mismo que acosó a una periodista televisiva que se animó a preguntarle seriamente, como se debe. Y la acosó con una sonrisa melosa cargada de violencia e intimidación.
Es el mismo que acaba de ser denunciado por su propia sobrina por abuso sexual y violación.
Es José Alperovich, senador, gobernador de Tucumán por doce años, esposo de Beatriz Rojkés, propietarios de la tierra y el aire.
Es José Alperovich, que ha logrado incomodar a casi todo el arco político de tal manera que muy pocos hablaron sin tartamudear sintiendo cómo se mueve a sus pies la base de toda la corporación política. De un sistema que sólo recuperará apenas una gota de credibilidad si Alperovich es denostado con unanimidad y sin especulación. Para que las cáscaras de ese tanto poder se empiecen a caer sin sostenes. Para que quede desnudo en medio de esta escena. Y para que todos vean que es posible.
Edición: 3891
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