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El capitalismo, esa serpiente de mil cabezas, ha sido rebautizado de varias maneras: capitalismo salvaje, capitalismo humano, anarco capitalismo, capitalismo serio, capitalismo mundial integrado, imperialismo, capitalismo de estado, capitalismo de mercado. El fundante es el lucro.
Por Alfredo Grande
(APe).- Hay remedios que son peores que la enfermedad. En todos los ámbitos de la vida, y en la medicina también. Agreguemos la política. Y esto suele ocurrir cuando no une el amor sino que mezcla el espanto. Y habitualmente la indignación y la sorpresa ocupan el lugar de un análisis de la subjetividad porque como dijo el poeta, el corazón tiene razones que la razón no entiende. Se vota con el bolsillo, pero no solamente. La víscera más sensible es el corazón, una de las formas de referirnos al inconsciente libidinal, ético y político.
Dicho lo cual, aleja de mí el cáliz del asombro y la incredulidad. La denominada renegación (negar que se niega) es el arte más cultivado por la partidocracia, una de las tantas castas que en el mundo habitan. Quizá la más castigada, lo que permite, ya que estamos, mantener impunes a las otras. La negación de uno o varios aspectos de la realidad es frecuente cuando lo que se busca es afirmar otros aspectos de la realidad que llamaremos “realidad privilegiada”.
Esa afirmación exige una negación absoluta de la “realidad no privilegiada”. Y para que no haya titubeos, negar que se niega. Imperio de cinismos, hipocresías, falsedades. Todo esto preparatorio a lo que denomino “el alucinatorio político social”. Desde “la mitad más uno” al “pueblo nunca se equivoca”. Cuando Eva Perón pronunció su conocida frase: “el peronismo será revolucionario o no será” yo al menos le daba un sentido inequívoco al sentido de la revolución. Parece que como en tantas otras cosas me equivoqué. El dictador Onganía bautizó a su restauración conservadora como Revolución Argentina.
La batalla cultural de las derechas empezó hace mucho. Si la revolución es un sueño eterno, no faltan las pesadillas. Guillermo Moreno, patrono de la Doctrina, dijo que Milei era revolucionario. En cierto sentido, tiene razón. Al menos es contra revolucionario, o sea que en algo acertó.
«La economía, estúpido» (the economy, stupid), fue una frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Clinton en 1992 contra George H. W. Bush (padre), que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Luego la frase se popularizó como «es la economía, estúpido» y su estructura ha sido utilizada para destacar los más diversos aspectos que se consideran esenciales. ¿Quién soy yo para corregirlo a Clinton? Soy yo así que lo corrijo: “es el capitalismo, estúpido” El capitalismo, esa serpiente de mil cabezas, ha sido rebautizado de varias maneras:
Capitalismo salvaje, capitalismo humano, anarco capitalismo, liberalismo, capitalismo serio, capitalismo mundial integrado, imperialismo, capitalismo de estado, capitalismo de mercado. Todas esas denominaciones ocultan el fundante: el lucro.
La explotación del trabajo compensado apenas con una ficción denominada salario. Ni la obscenidad de la acumulación de los billonarios logra conmover al fundante. Algunos hablan de distribución, cuando el problema real es la producción de ese lucro indefinido. Uno de nuestros filósofos más importantes sentenció: “nadie hace la plata trabajando”. Por humildad omitió señalar “pero la hace haciendo trabajar a los demás”. Si el remedio es peor que la enfermedad y la enfermedad es el capitalismo, cambiemos de remedio pero no olvidemos a la enfermedad.
En Argentina, mediante la ley 26.061 rige el Sistema de Protección y Promoción Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Esta legislación se adecúa a la Convención de los Derechos del Niño y ha significado un cambio de paradigma, ya que transformó el modelo tutelar o de patronato “de menores”, que consideraba a este sector de la población como objetos de tutela desde miradas adulto- céntricas.
La insistencia en que niño, niñas y adolescentes son sujeto de derecho soslaya que antes de todos los antes, son sujetos políticos. Las leyes, las convenciones, no se comen. Ya ni siquiera son objeto de tutela, sino que son objeto y sujeto del más cruel desamparo. Volver a recitar parafernalias jurídicas nacionales e internacionales cuya única función es encubrir la realidad de su absoluta inutilidad, es negar también que es el capitalismo”. Las personas son cosas y las cosas son personas. Cosas descartables denominadas población excedentaria. En la cual me incluyo.
Por suerte en Pelota de Trapo sabemos que es el capitalismo. No somos estúpidos.
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