En la corte del rey Barrick

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Por Oscar Taffetani

(APE).- Poco después del golpe militar contra el gobierno constitucional de Salvador Allende, en Chile, la junta presidida por el finado Pinochet publicó en tirada masiva un volumen titulado Libro Blanco del cambio de gobierno en Chile (Santiago, 1973, 264 páginas).

Aquel Libro Blanco, exculpatorio y falaz, semejante a otros que publicaban los regímenes militares de la época, decía las mentiras que un sector de la dirigencia política y de las oligarquías conservadoras chilenas querían escuchar.

Por ejemplo, si la verdad -a todas luces- era que ellos habían derrocado a un gobierno legítimo e instaurado una sangrienta dictadura, el libro decía: “el camino democrático fue descartado completamente en el curso de 1973, como veremos, optando el ex presidente Allende y sus partidarios por la vía violenta del autogolpe...”

Luego, se acusaba al gobierno depuesto del déficit fiscal, del desabastecimiento y del caos económico que la misma acción de los conspiradores -empresas multinacionales, servicios de inteligencia extranjeros, grupos de choque civil, logias de las FFAA- habían provocado.

Era la mentira absoluta, machacada y repetida mil veces como les había enseñado a la distancia su maestro Josef Goebbels.

A más de 30 años de aquel golpe, la prolija mentira de un Chile “exitoso y abierto al mundo”, un Chile que quiere olvidar a sus 3.000 muertos y desaparecidos, dar vuelta la página del exilio y la diáspora y consentir la sistemática depredación de sus recursos naturales, nos dibuja el perfil de la más peligrosa y letal de las dictaduras.

Celebración de la entrega

Con bombos y platillos, el gobierno de la argentina provincia de San Juan anunció que ha dado luz verde (como precedentemente hiciera el gobierno de Chile) al proyecto minero Pascua-Lama, de la multinacional minera Barrick Gold Corporation.

“Con reservas probadas -leemos en el diario- de 18,3 millones de onzas de oro, la mina se convierte en la más grande del país. Esta cifra es superior a la producción actual de las otras tres minas de oro en actividad del país: Bajo la Alumbrera, Veladero y Cerro Vanguardia...”

“Ayer, el gobierno de la provincia de San Juan, donde va a estar localizada la mina del lado argentino, aprobó el proyecto con algunas condiciones. La principal es la constitución de un fondo de 70 millones de pesos (sic), administrado por el Estado provincial para fines de infraestructura y desarrollo de nuevos emprendimientos...”

Hasta allí, los bandos de la corte del rey Barrick, el alegre (y cómplice) sometimiento de nuestros gobernantes a los dictados de una multinacional.

Un fallo desoído, inapelable

El pasado 25 de noviembre de 2006, en las instalaciones colmadas de la Facultad de Arquitectura de Santiago de Chile y seguidas en vivo sus sesiones a través de la radio Tierra 1300, se reunió el Tribunal Público del Foro Social, para juzgar el comportamiento de la Barrick Corporation.

El juicio a la minera, por falseamiento de la información, por daño a los ecosistemas y al paisaje, por utilización subsidiada del agua y la energía, y por perjuicios causados a las pequeñas comunidades y pueblos, fue sustanciado con fiscales, con defensores y con magistrados que la acusada desdeña y desdeñará.

Sin embargo, ese Alto Tribunal escuchó los cargos, escuchó los alegatos y falló. Su sentencia -imposible de cumplir, en este momento- fue la expulsión inmediata de Barrick Corporation de los territorios de Chile, la Argentina y el Perú.

La carcajada del rey Barrick -suponemos- habrá resonado en el palacio, multiplicada por las risotadas de la corte y cohorte de lacayos y alcahuetes, a ambos lados de la cordillera.

Barrick siente que tiene el poder; el poder de la corrupción y del dinero; el que le otorgan los Estados sometidos y cómplices; y hasta el poder militar, llegado el caso.

Pero ese Tribunal despreciado que lo condenó, cuenta con la autoridad que le dan los pueblos; cuenta con los derechos inalienables e imprescriptibles de los pueblos.

Un día caerá el becerro de oro, partido por el rayo. Sobre sus ruinas, con la cara sucia y una alegría invencible, nuestros niños harán castillos.

 


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