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Por Alfredo Grande
(APe).- La cultura represora tiene mil caras. El vero ícono, el verdadero rostro se ha perdido y ya nadie recuerda las facciones originarias. Las caras en realidad son las máscaras, los ropajes, las túnicas del Poder. Disfraces que pretenden ocultar, y casi siempre lo consiguen, a los ángeles exterminadores con camouflaje y maquillaje de querubines, vírgenes y herbívoros. Jugamos en el bosque, en los pocos bosques que quedan, mientras no está el lobo feroz. Pero llega rápido, con una ley de hidrocarburos bajo el brazo.
Lobos feroces que se escondieron en los albores de la democracia, se pintaron la cara a los pocos años, y ahora ocupan el centro de la escena con un discurso xenófobo con el mantra justificatorio de la inseguridad. La década ganada donde la pulseada entre política y economía era ganada por la política, da paso a otra década donde sigue ganando la política, pero ahora despojada de los disfraces de los humanos derechos. La cultura represora cultiva como una de sus más preciados tesoros la paradoja. El Comité Oscar Romero de Buenos Aires, con la firma de su coordinador Gerardo Duré denuncia: “La masacre de estudiantes y civiles (en México) ocurrida entre el 26 y 27 de septiembre debe ser tipificada como crimen de Estado. Más allá del involucramiento directo de policías y paramilitares pertenecientes al municipio de Iguala, existen múltiples indicios que sugieren el montaje de una provocación mayor. La existencia de un plan deliberado, coyuntural y de largo aliento, promovido con el respaldo del representante del Poder Ejecutivo, Enrique Peña Nieto, y de los altos mandos políticos, policíacos y militares encargados de la Seguridad Nacional que se coordinan cotidianamente con agencias de seguridad estadounidense como la DEA, la CIA, el FBI, la ASN y el mismo ejército estadounidense”. Iguala: el municipio del exterminio. Recuerdo al cura Grassi, y su peculiar forma de entender cómo son “Felices los Niños”.
La cultura represora siempre ha buscado ocultar los exterminios que son su constante de ajuste.
“La solución final” denominación encubridora del holocausto. El “descubrimiento de América”, la “Conquista del Desierto”, el “Proceso de Reorganización Nacional”, siniestras falsedades cuyo fundante siempre es la masacre. Las mil caras de la cultura represora están bajo el manto de neblina de la “falsedad”. El relato de la mejor derecha, es decir, la derecha que es capaz de mostrarse como de centro, incluso de centro izquierda, no es verdad ni es mentira. Como dijo el poeta: es según el color del cristal con que se mira. Y el color del cristal es el color del Poder. Color que pinta la realidad con el engañoso barniz de lo falso. La mentira tiene patas cortas. Pero la falsedad anda con zancos. Y con esas patas logran puentear cualquier realidad. El “per saltum” es la organización permanente en la cual el centralismo deja toda pretensión de democrático.
Se cacarea federalismo, pero los unitarios han copado todas las paradas. En la política burguesa nada es verdad y nada es mentira. Si Macri pregona que “en todo estás vos” no es difícil mostrar que es una mentira. Pero el kirchnerismo puede sostenerse como defensor de los derechos humanos lo que no es verdad, pero tampoco es mentira. No es verdad porque nunca, pero nunca, se pronunciaron contra el indulto de Menem, por ejemplo, o firmando habeas corpus, sin ir mas cerca. Pero tampoco es mentira, porque propiciaron juicios contra genocidas y ampararon a Madres y Abuelas de la Plaza. Entonces hay que salir de la ingenuidad suicida que “hay cosas buenas y hay cosas malas”. Lo bueno es una forma de legitimar lo malo. Nadie diría que “le pega y la acaricia”. El cachetazo anula la caricia. Cualquiera sabe que el golpeador acaricia para poder cachetear. Los gobiernos también practican violencias a escala industrial. Y necesitan también practicar ternuras en la misma escala para sostener el auto indulto de todos los días. Con o sin balas de goma.
La cultura represora construye falsedades porque sabe que paralizan, confunden, desorientan, y logran que los hermanos nunca más estén unidos. Una de las falsedades que están de moda, son las denuncias contra la corrupción. Hasta Menem hablaba de la corrupción estructural, supongo que en un avance de su autobiografía. Haber instalado en la “agenda” el tema de la corrupción es un triunfo absoluto de la cultura represora.
Corromper es la alteración de la forma o la estructura original y verdadera. O sea: aceptar lo corrupto es aceptar que lo puro fue degradado. “Roba pero hace, cuando en realidad hace para poder robar” como señala un aforismo implicado. La corrupción es una forma de blanquear la matriz estafadora de la gestión pública. En la cual lo peor son los buenos, porque ayudan a la impunidad de los malos. Obviamente, esos buenos si realmente lo fueran no aceptarían trabajar con los malos. O sea que también son malos. Y los malos siguen siendo cada vez más malos, aunque no necesariamente feos y mucho menos sucios. Todos los malos tienen su amigo judío y algunos judíos se dejan tentar por los malos. El pueblo palestino mucho sabe de esto. No hay pureza que se ha corrompido. La falsedad necesaria: la democracia es blanca y radiante como la novia pero se ha corrompido por los mercaderes de casi todos los templos. Toda democracia ha sido siempre democracia de clase, desde la “gran democracia del norte” hasta las democracias bizarras de “costa pobre”. Encubrir el fundamento clasista de la democracia es más agua contaminada para los molinos del poder represor. El voto universal, obligatorio y secreto es el santo grial al cual los cruzados del poder se abalanzan cada dos años.
Menem, el mejor y el peor de todos, tres veces triunfante en elecciones, sacó patente de corso y de falso cuando digo: “vengo a cambiar la historia”. Y la cambió tanto que lo llamó a Alsogaray. Muy pocos en esos tiempos se lo demandaron. De los muchos que no se lo demandaron, la mayoría enarbola hoy discursos anti liberales, y mal dice a los 90. La falsedad siempre es un recurso de los métodos de la derecha. Cuando colapsa, porque hasta sus piernas largas pueden ser insuficientes, aparecerán los palos para llenar las bolsas de NN.
“A Dios rogando y con el mazo dando” definición contundente de la falsa piedad del cristiano represor. José Schulman, secretario de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, en sus Crónicas del Nuevo Siglo señala: “Para los cultores del “realismo” en la lucha política, aquellos cultores del respeto irrestricto de la “correlación de fuerzas” hasta reducir el accionar del movimiento social y político a la búsqueda de lo “posible” de alcanzar, nunca más de lo posible porque sería descabellado y terminaría “haciendo el juego a la derecha”, son días difíciles y ciertamente incómodos.
“Luego de diez años de juicios contra los perpetradores del genocidio y de construcción de políticas públicas de memoria y de auto erigirse en el modelo de respeto a los derechos humanos, la parte mayoritaria de la fuerza política en el gobierno comienza a asumir sin culpas ni complejos el discurso por medio del cual la derecha clásica y nostálgica resistió esas políticas de Juicios y Memoria hasta lograr instalar en la agenda social su propia secuencia de la historia reciente.”
Para que pueda tener remedio, es necesario pensar que no se trata de una verdad triste, sino de una falsedad burlona. Después de haber encontrado el cuerpo de Luciano Arruga enterrado como NN, asesinado por nuestra “maldita policía”, aparece el discurso de la seguridad basada en la expulsión de los extranjeros delincuentes. El colombiano, mejicano, peruano, que practican el turismo delito. Otra falsedad. Porque siendo verdad, también es mentira.
La misma falsedad de la Ley de Residencia. O aquella de que achicar el Estado era agrandar la Nación. O que el Estado somos todos (y todas). Corrupción es la falsedad que es la verdad en zancos. Nada puro se ha corrompido. Ni la Patria, ni Dios se lo demandan. Por el contrario: otorgan impunidad y jubilaciones de todos los privilegios. Llegan para robar y se van con la satisfacción del deber cumplido. La inseguridad es otra falsedad.
Hay planificadas políticas de exterminio y la solución parcial y final es que las víctimas sean las culpables. Los victimarios en Puerto Madero, las víctimas en las cárceles, escuela para los represores de ayer, de hoy y de mañana. La cultura represora elogia la corrupción: siempre construirá el puro que nos devolverá la fe perdida. Arrasemos con esa falsedad. No hay corruptos: son los más puros exponentes de la más cruel explotación de clase. Así en la tierra como en el cielo, así en dictadura como en democracia.
Edición: 2804
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