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Por Carlos del Frade
(APE).- El llamado primer presidente de los argentinos, Bernardino Rivadavia, era titular de la River Plate Minning Company, una empresa inglesa dedicada a la explotación y exportación del oro del cerro Famatina, en la provincia de La Rioja.
De tal manera, Rivadavia gobernó de acuerdo a los intereses de sus patrones, los ingleses que se querían quedar con la tierra, el oro y demás riquezas naturales del país administrado por su empleado.
No contaron con la dignidad de los nadies, comandados por un tal Facundo Quiroga, que los echaron de aquel pedazo de mapa.
Pero volvieron, los ingleses y los que siguieron a los ingleses, por el oro argentino.
En los años noventa, otro riojano que decía admirar a Facundo, en realidad terminó gobernando como su enemigo, Rivadavia.
La conclusión fueron leyes siempre favorables a las empresas extranjeras que, con poco y nada, se quedaron con las riquezas del subsuelo argentino.
Según un informe de la Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina, el país tiene yacimientos de oro por casi dieciséis mil millones de dólares.
Una cifra muy importante si quedaran en manos de los argentinos.
Sin embargo, no es así. Los sucesores de Rivadavia van ganando el partido.
Una de esas empresas mineras que hoy anuncia inversiones en el país, MSC, “se apropiará de casi la totalidad de la renta que debería ser captada por el país o la provincia, ya que son los dueños de estos recursos naturales, tal como lo dice la constitución”.
Pero las leyes actuales del país rivadaviano dicen que “una vez extraído, el oro y la plata son enviados al exterior, ya que no hay mercado interno. El marco legal permite que estas mineras facturen el ciento por ciento de sus ventas en el exterior, cobren en el exterior y no tengan ninguna obligación de ingresar al país las divisas obtenidas”.
“Si a esto le sumamos que el oro y la plata no sufren retenciones a la exportación (como la lana, la carne y el petróleo), sería oportuno preguntarse si realmente exportamos o en verdad regalamos nuestro minerales. Para colmo de males, la ley minera permite que estas empresas giren al exterior el ciento por ciento de su capital o de sus ganancias en el momento que crean conveniente y sin tener que pagar impuesto alguno”, sostienen los trabajadores de la Federación.
Todo esto dentro de las leyes argentinas aprobadas en los años noventa y que todavía siguen vigentes.
Los redivivos rivadavianos lograron “la inhibición total del Estado Argentino para emprender la explotación de yacimientos minerales; un régimen especial para las Inversiones Mineras, que limita a las provincias el monto de regalías a pagar por estas empresas y que las exima del pago de impuestos provinciales y municipales; la firma de un tratado con Chile que tenga primacía sobre las leyes nacionales en los territorios a explotar, ya que en plena década menemista las mineras ya habían identificado los mayores yacimientos ubicados sobre la Cordillera de los Andes, desde Jujuy hasta Santa Cruz”; y la garantía a las mineras transnacionales de todos estos beneficios por 30 años, “sin que nadie pueda cambiarles estas reglas, a menos que el cambio que se produzca sea en beneficio de las empresas extranjeras”, sostiene el documento citado.
Rivadavia, entonces, sigue ganando.
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